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Absuelto, de James Buchanan

La justificación tiene dos partes: significa la aceptación por Dios del pecador como justo, y también significa la experiencia de certidumbre del pecador cuando conoce que está justificado.

FRAGMENTOS 27 DE JUNIO DE 2019 16:00 h
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de Absuelto, de James Buchanan (Editprial Peregrino, 2012). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



LECCIÓN 8



El significado de la palabra justificación según la Biblia



Para entender lo que una palabra de la Biblia significa debemos examinar, no lo que la palabra significa cuando se usa en otro lugar, sino lo que significa en las Escrituras originales, en hebreo y griego.



En las Escrituras, «justificación» significa la aceptación por Dios de una persona como justa. Justificación significa que Dios trata a una persona que es culpable de pecado como si no lo fuera; Dios declara que esa persona debe ser reconocida como legalmente justa. Esto no significa que la persona sea hecha justa, de la misma manera que «glorificar a Dios» no significa hacer a Dios glorioso. El significado es simplemente declarar que Dios es glorioso. El uso de «justificación», para significar solamente la declaración de una persona como justa a los ojos de la ley, se prueba de tres maneras:



1º. La palabra «justificar» se usa como lo opuesto a la palabra «condenar» en varios pasajes de las Escrituras, por ejemplo, en Deuteronomio 25:1. Condenar a los malos no significa hacerles malos, sino solamente declarar que esa es su clasificación ante la ley. Así, «justificar» no significa hacer justas a las personas sino declarar que así es como deben considerarse ante la ley.



2º. Las palabras «justificar» y «justo» se usan muy a menudo en pasajes que hablan de algún acto legal o judicial. Ejemplos de tales Escrituras son: Salmo 32:1; Salmo 143:2; Romanos 8:33. Estos textos se refieren a la justificación como parte de un proceso judicial. Esto confirma que justificar a una persona, en el sentido bíblico, significa declarar a esa persona judicialmente justa.



3º. Otras palabras o frases, usadas como equivalentes a justificación, también indican un cambio de relación legal y no un cambio de carácter. Por ejemplo, la justificación se describe como la «imputación de justicia»: Romanos 4:3; 6-8; 2 Corintios 5:19, 21. Esto significa que se reconoce que la justicia pertenece a una persona que, de hecho8, es impía: Romanos 4:5. Así se muestra otra vez que la justificación es una declaración legal hecha por la gracia de Dios reconociendo que al pecador se le ha perdonado el pecado y se le declara justo por los méritos de Cristo.



 



James Buchanan.

La justificación tiene dos partes: significa la aceptación por Dios del pecador como justo, y también significa la experiencia de certidumbre del pecador cuando conoce que está justificado. Existe el hecho de la justificación y existe la evidencia de ese hecho. Lo uno es la declaración de Dios; lo otro es la conciencia de este hecho en la persona.



Estas dos partes de la justificación, el hecho y su evidencia, responden a la aparente contradicción entre Pablo y Santiago, quienes escribieron acerca de la justificación. Pablo dice que somos «justificados por la fe sin las obras de la ley» (Ro. 3:28). Santiago dice: «El hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe» (Stg. 2:24). Aquí no hay contradicción. Pablo está hablando del hecho de la justificación. Los pecadores son justificados porque Dios por pura gracia les perdona y acepta en el nombre de Cristo y no por causa de obra alguna de parte de ellos. Esta justificación se recibe solo por la fe.



Sin embargo, Santiago está escribiendo sobre la conciencia que tiene una persona de haber sido justificado. Tal persona no tiene razón para suponer que es justificada a menos que sus obras den una prueba santa de ese hecho. Pablo escribe acerca de la declaración de Dios de la justificación que no depende de nuestras buenas obras. Santiago escribe sobre cómo puede saberse si una persona está justificada; la evidencia de ello es una vida santa.



Pablo estaba escribiendo en contra de la idea de que nosotros podemos justificarnos a nosotros mismos, ante los ojos de Dios, por nuestros propios esfuerzos. Santiago estaba escribiendo en contra de la enseñanza de que no importa la manera como vivan los creyentes. La justificación es por el don de pura gracia de Dios y es evidente por la vida santa del creyente. Ambas verdades están incluidas en lo que significa la justificación.



 



LECCIÓN 9



Qué es la justificación



Se puede pensar en la justificación de dos maneras: Es algo que Dios hace y es algo que los pecadores reciben. En ambos casos se incluye el pleno perdón del pecado, la entrada al favor de Dios y el derecho a la vida eterna.



1º. La justificación es algo que Dios hace. «Dios es el que justifica» (Ro. 8:33). Por tanto, entendemos que la justificación es algo que tiene lugar fuera de nosotros. Los propósitos salvíficos de Dios fueron concebidos antes de la existencia del mundo, por consiguiente son independientes de nuestra influencia. Asimismo, la justificación es un acto que se efectúa de una vez por todas: no existe algo así como una justificación progresiva; es un hecho de un valor perpetuo. El pecador justificado queda unido a Cristo para siempre (Jn. 5:24).



 



Portada del libro.

No obstante, esta justificación no es meramente algo que Dios hizo en la eternidad pasada y que ahora se revela, sino que es un acto de Dios con respecto a individuos en particular que tiene lugar en un momento determinado de sus vidas. Hasta que los pecadores creen, están bajo la ira de Dios (Jn. 3:36). Cuando, por la gracia de Dios, son rescatados y perdonados, su relación con Dios cambia desde ese momento. En otras palabras, ¡son justificados!



2º. La justificación es algo que los pecadores reciben; incluye el pleno perdón, el favor de Dios, y la vida eterna (Jn. 3:16). No obstante, hay algunas personas, tanto católicas romanas como protestantes, que han negado el hecho de que la justificación incluya el perdón completo del pecado. Algunos han sugerido que el perdón está relacionado solamente con la pecaminosidad que hemos heredado; otros, que está relacionado con los pecados cometidos antes de la conversión; y otros que está relacionado con el dominio del pecado sobre el creyente. Se dice que el creyente, por sus propios esfuerzos, aún debe ganarse la remisión del castigo debido a los pecados que comete. Todos estos errores surgen de la ignorancia o incredulidad sobre la verdadera naturaleza del pecado y de la ira de Dios sobre él.



El perdón no se comprende de manera apropiada hasta que se reconoce que el pecado trae culpa y la culpa permanece para siempre. El arrepentimiento, y aun la regeneración, no pueden alterar el hecho de la culpa pasada. Solo el perdón puede quitar la culpa. Por tanto, no puede ser correcto el sugerir que nuestra justificación signifique el perdón de un solo aspecto de nuestro pecado. El perdón quita toda la culpa y es el único que puede hacerlo. Si la culpa permanece, entonces es que realmente no ha habido ningún perdón.



Tampoco es verdad que la justificación signifique meramente que hayamos sido perdonados por lo pasado, como si a partir de ahí tuviéramos que ganarnos nuestra aceptación por Dios. El perdón del pecado quita la culpa del pecador. No obstante, se requiere de nosotros, no solamente el estar sin culpa ante Dios, sino que seamos positivamente justos. La Escritura enseña claramente que Dios imputa la justicia (Ro. 4:6). La aceptación a los ojos de Dios, por los méritos positivos de Cristo, es una parte de la justificación.



Los privilegios cristianos recibidos por el justificado se elevan en una escala ascendente de gloria. El perdón está coronado por la justicia; la justicia coronada por la aceptación divina; la aceptación coronada por la adopción como hijo y heredero de Dios.



3º. También debe notarse que la justificación y la santificación están inseparablemente conectadas, pero que difieren la una de la otra. En la justificación Dios imputa la justicia de Cristo al creyente; en la santificación, el Espíritu Santo imparte la gracia de la santidad y da fuerzas para vivir justamente. En la justificación se perdona el pecado; en la santificación se sojuzga el pecado. La justificación libera a todos los creyentes por igual de la ira de Dios; la santificación nunca es igual en todos los creyentes, sino que varía según cada uno crece en la gracia, y nunca es perfecta en persona alguna durante esta vida.



La justificación no hace al pecador personalmente santo, sino que lo considera legalmente como santo. Este privilegio conduce hacia otros privilegios. No obstante, ningún creyente jamás podrá estar más justificado de lo que está ahora, porque esta justificación ya incluye la más completa aceptación por Dios y el derecho a la vida eterna.


 

 


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