A partir del siglo XI, el culto a María Magdalena en Oriente apenas conoce elementos nuevos. Pero en Occidente, tras la larga gestación de siglos anteriores, las iglesias maduran y crece la adoración a la primera persona que vio al Cristo resucitado.
“Le culte de Marie Magdaleine en Occident”, por Víctor Saxer, Librairie Clavreuil, París, Francia 1959. El material empleado en la redacción de este artículo ha sido traducido directamente del francés por el autor del mismo.
Quienes trabajan con las palabras y gustan de la erudición y profundidad de una obra, aman el género ensayístico por encima de la novela. En tanto que la novela, incluso la mejor de todas, “Don Quijote de la Mancha”, es historia fingida, páginas hilanderas de fábulas, el libro de Saxer es un poderoso ensayo histórico sobre la mujer que más protagonismo tuvo en el primer siglo del Cristianismo.
El ejercicio lúdico que aquí realiza el autor francés supone un acercamiento a María Magdalena sobre el abismo del tiempo que transcurre durante los últimos años de la Edad Media.
Víctor Saxer fue un reputado teólogo, historiador y arqueólogo nacido en la Alsacia francesa en 1918 y desnacido el año 2004. En la Iglesia católica, a la que pertenecía, ejerció importantes cargos. Fue presidente del Comité Pontificio de Ciencias Históricas y presidente de la Pontificia Academia Romana de Arqueología.
Según confiesa en 1958 en el prefacio del libro que estoy comentando, el texto parte de una tesis doctoral en Teología presentada en 1953 ante la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Estrasburgo.
Ya en el primer capítulo del libro el autor discurre ampliamente sobre los problemas que presenta la figura de María Magdalena. Sin embargo, estos problemas, sin aclarar al día de hoy, no deben apartarnos del terreno apologético ni tampoco de las interpretaciones históricas, dice.
La personalidad de María Magdalena –insiste Saxer- tal como es representada en nuestros tiempos por autores de ideas muy variadas y contradictorias, contiene elementos complejos. “Saxer entiende que la historia no se puede reducir a una simple acumulación de textos, a menudo interesados. Es preciso tratar el tema de María Magdalena con la prudencia necesaria y las precauciones indispensables”, escribe Henri Frénée Marrou en un largo prefacio al libro.
En la oscuridad medieval, cardenales, obispos, sacerdotes, intelectuales católicos de todos los géneros, escritores apegados a la mitra vaticana, juzgaban a María Magdalena por la definición que de ella hizo el papa Gregorio I, llamado el Magno. Tal como he escrito en otros artículos, el año 591 éste papa publicó una homilía en la que dijo que la mujer supuestamente pecadora de la que escribe Lucas en el capítulo 7 de su Evangelio, María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro y María Magdalena eran una sola y misma persona.
Fue éste Gregorio I quien llamó a Magdalena “prostituta” y “fornicaria”. Jamás he logrado entender qué Evangelios leyó Gregorio I.
“En esta creencia vivía toda la Edad Media”, dice Víctor Saxer. El historiador belga Francois Laurent cuenta en el segundo tomo de su monumental “Historia de la Humanidad” que “el papado domina toda la Edad Media como poder espiritual. Los obispos se dicen sucesores de los apóstoles, ejerciendo el poder de atar y desatar. La Iglesia es la puerta por donde se entra al reino de los cielos, y el episcopado el que tiene las llaves” (páginas 320-321).
Según Saxer, ya en la alta Edad Media tenía lugar cada 22 de julio una fiesta para honrar a la santa de Magdala. Añade que la fecha del 22 de julio se encuentra en la Martireologia del monje benedictino conocido como venerable Beda, quien nació y vivió en Inglaterra entre los siglos VII y VIII.
A partir del siglo XI, el culto a María Magdalena en Oriente apenas conoce elementos nuevos. Pero en Occidente, tras la larga gestación de siglos anteriores, las iglesias maduran y crece la adoración a la primera persona que vio al Cristo resucitado. Con una rapidez prodigiosa, el siglo XI inaugura santuarios y se multiplican las huellas que conducen a la Magdalena. En Vézelay, municipio francés en el departamento de Yonne se establece un centro de peregrinación en honor de María Magdalena. Hacia 1050 se propagó la leyenda de que en la abadía de Vézelay se conservan las reliquias de la discípula de Jesús.
Después de la segunda cruzada, cuando se despedía el siglo XII, “la devoción hacia María Magdalena se mantenía en un elevado fervor”, dice Víctor Saxer, quien añade: “los santuarios continuaron multiplicándose y se implantaron en países que hasta entonces los desconocían. En Francia, donde la leyenda dice que llegó María Magdalena procedente de Jerusalén en una barca que arribó a las costas de Marsella, el culto a María Magdalena en esos tiempos estaba extendido por todo el país”.
Miembro fiel de la Iglesia católica, teólogo bendecido por el Vaticano, Víctor Saxer sigue la línea del papa Gregorio Magno en el juicio sobre María Magdalena. En las primeras páginas de su libro deja claro que, en su opinión, las dos Marías, la que creció en Betania y la que creció en Magdala, completan el trio con la supuesta pecadora sin nombre que el evangelista Lucas cita en el capítulo 7 de su Evangelio. Para Saxer, lo mismo que para Gregorio I, no son tres mujeres distintas, fueron la misma mujer, la conocida como María Magdalena. Una opinión, que tal como he escrito en otros artículos publicados en Protestante Digital, ha sido refutada por prestigiosos escritores especializados en el contenido de los Evangelios: teólogos, biblicistas, comentaristas como el jesuita extremeño Juan Maldonado en el siglo XVI.
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