Un indicador de si un sistema de creencias es cierto o no es su capacidad de explicar el mundo real.
Un fragmento de “¿Por qué? Dios, el mal y el sufrimiento personal”, de Sharon Dirckx (Publicaciones Andamio, 2017). Puede saber más sobre el libro aquí.
Solo tenemos que poner las noticias unos segundos para ser bombardeados con el sufrimiento humano en todas sus formas. Los desastres naturales y las hambrunas matan a cientos de miles; las guerras despedazan a las familias; las bombas suicidas provocan el caos en Oriente Medio, y ahora también en Occidente. Los accidentes de tráfico terminan con la vida en un instante. Apuñalamientos, robos, corrupción y sobornos son algo diario. No se nos puede culpar por preguntarnos: “¿Por qué? ¿Por qué ocurren estas cosas?”.
Aunque el sufrimiento no solo está ahí fuera en forma de titulares en las noticias; también es muy personal. Tal vez estés leyendo esto conociendo muy bien el dolor de perder a un ser querido, o el dolor del divorcio, de la infertilidad, de la enfermedad mental o física, o el dolor de pelear con un desorden alimenticio, o con la identidad sexual, o de ser acosado sin descanso. El sufrimiento no es algo de lo que escuchamos en las noticias, sino algo que forma parte de nuestro día a día. A la hora de escribir un libro sobre el sufrimiento, no falta material.
Nuestra respuesta más natural es hacernos esta pregunta: “¿Por qué me está pasando esto a mí?”. “¿Por qué?” es una de las primeras preguntas que hacen los niños, y parece que hay algo intrínsecamente humano en preguntárselo. Pero si te has preguntado “¿Por qué?”, no hay duda de que plantea una idea interesante: ¿a quién estás dirigiendo la pregunta? ¿Lo sabes? ¿Importa? Nuestra sociedad nos dice que hay opciones diversas. En situaciones de sufrimiento, algunos se volverán a la meditación oriental como fuente de fortaleza, otros a la misma naturaleza, otros al Alá del islam, otros al Dios del judaísmo o el cristianismo, y otros dirán que no apelan a nadie ni a nada, sino que simplemente se están desahogando.
Un indicador de si un sistema de creencias es cierto o no es su capacidad de explicar el mundo real. Es decir, las creencias que son verdad se pueden poner en práctica y ofrecen una explicación que nos ayuda a encontrarle sentido a la vida, en vez de arrojarnos hacia una confusión mayor. Así que, en el caso del dolor y el sufrimiento, ¿son todas las opciones religiosas muletas igualmente válidas para acompañarnos en los momentos difíciles y soltarlas una vez que volvamos a estar en pie? ¿O algunas parecen más ciertas que otras? ¿De dónde vienen las respuestas más satisfactorias?
Este libro se propone dos cosas. La primera es responder a algunas de las preguntas que la gente hace acerca del sufrimiento. Si Dios es real, entonces debe haber razones convincentes de por qué existe el mal y por qué permite el sufrimiento (el impacto del mal en la vida de una persona). Consideraré dos tipos diferentes de mal. En los capítulos 1, 2 y 3 trataré del mal moral, es decir, del mal relacionado con la conducta de la gente. En el capítulo 7 examinaré el mal natural, o sea, el mal que se origina en la misma naturaleza, ya sea en forma de terremotos y tsunamis o en forma de dolencias y enfermedades. El segundo propósito de este libro es compartir contigo las historias de personas normales que han sufrido (y aún lo hacen) de maneras diferentes, y cuya experiencia práctica apunta a que sí hay una fe en particular que destaca entre las demás. Estas personas son cristianas, y sus historias desvelarán su experiencia de Dios en medio del sufrimiento. Los entrevisté a cada uno y las palabras que leerás son suyas en gran medida. En algunos casos he cambiado los nombres, pero las historias son auténticas.
También diré lo que este libro no es. No es un intento de defender que los cristianos tienen todas las respuestas. Algunos cristianos impacientes pueden resultar arrogantes o insensibles porque dan la impresión de que conocen la razón y el propósito de todo sufrimiento y todo suceso trágico. Como verás, muchos de los que han compartido sus historias todavía no han recibido respuesta al porqué de su sufrimiento, y de hecho puede que nunca la reciban. Los cristianos no tienen todas las respuestas. ¿Pero eso significa que no existen respuestas? Al enfrentarse con el sufrimiento, a menudo la gente reacciona diciendo “¡Un Dios de amor no habría permitido que esto ocurriese!”, o “¿Acaso le importa?”, o “¿Por qué no hace algo?”. En otras palabras, la gente da por hecho que, dada la presencia del mal en nuestro mundo, o Dios no existe o es débil, mezquino o indiferente ante nuestro sufrimiento. Me gustaría mostrarte que, aunque no lo entendemos todo, todavía es posible creer en un Dios completamente amoroso, que está al control de los acontecimientos y al que le importan los detalles de nuestras vidas, y a la vez reconocer la realidad del mal y el sufrimiento. No solo eso, sino que me gustaría mostrarte que ver la vida desde esta perspectiva nos ayuda a encontrarle más sentido a nuestro mundo herido, no menos.
Si me hago cristiano, ¿sufriré menos?
¿Convertirse al cristianismo significa que todos mis problemas desaparecerán? Imagino que intuirás que la respuesta es “no”. Los cristianos sufren a causa de la enfermedad, los delitos y los terremotos igual que todos los demás. Y aun así en Occidente sigue existiendo la percepción de que el cristianismo consiste en hacer que la vida sea un poco mejor. Nos volvemos a Dios —y enseñamos a nuestros hijos a hacer lo mismo— cuando necesitamos que haga buen tiempo, o necesitamos aprobar un examen, o cuando queremos que la abuela se mejore, y luego cuestionamos su existencia si él no cumple. Esperamos que Dios esté ahí para protegernos y cuidarnos a toda costa, y la mayoría de nuestras oraciones tienen que ver con esa clase de peticiones. ¿Y aún nos sorprende que luchemos tanto con el tema del sufrimiento? Parte de la razón por la que la iglesia sigue haciendo las preguntas “¿Por qué?” o “¿Por qué a mí?” es que tenemos una comprensión incompleta de lo que significa ser cristiano. Ser cristiano consiste en poner a Dios y sus propósitos por encima de todo lo demás, y a veces eso significará que sufriremos menos, pero otras, que sufriremos más.
Después de volverse a Dios, algunas personas han experimentado el fin de su sufrimiento. Otros no han notado ningún cambio, y para algunos, las cosas han empeorado. No hace mucho escuché la historia de una chica de quince años cuyo padre la echó de la casa en mitad de la noche porque no quiso retractarse de su decisión de seguir a Cristo. Así que hay un sufrimiento añadido por seguir a Jesús. Él dejó claro que eso no nos debería sorprender. Poco antes de morir dijo: “Si el mundo os aborrece, tened presente que antes que a vosotros, me aborreció a mí” (Juan 15:18), y anteriormente había dicho que sus seguidores debían tomar su cruz y seguirle (Lucas 9:23). En otras palabras, parte del sufrimiento por el que pasó Jesús también lo vivirán sus seguidores.
En Occidente quizá sea más sutil. Los cristianos, por ejemplo, pueden ser dejados de lado en el trabajo, o quizá tienen que enfrentarse a la desaprobación de los miembros de su familia, o pueden ser acusados falsamente. En otras partes del mundo el sufrimiento es más fuerte. A menudo a los cristianos los echan de sus hogares, les multan severamente, les niegan el acceso al trabajo, los golpean, los violan y a algunos incluso los matan. Los cristianos, en todas las épocas, también han sufrido y muerto por seguir a Cristo. En tiempos más bárbaros los crucificaban, los arrojaban a los leones, los quemaban en la hoguera, los cortaban en dos, y los asaban lentamente en el fuego por sus creencias. Hay un coste por seguir a Jesús que debemos tomar en consideración. “En este mundo tendréis aflicciones, pero...”, y aquí está la clave, “... ¡tened ánimo! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Pero este no es el final de la historia. Dios nos ofrece una fuerza y un consuelo extraordinarios para soportar situaciones que nunca habríamos imaginado que podríamos soportar. Él promete estar con nosotros allá donde estemos. Incluso en nuestro lecho de muerte no nos dejará solos, y nos conducirá a una vida mejor con él.
No tenemos todas las respuestas al sufrimiento, pero podemos tener una relación increíble con Aquel que las tiene. Ya sea que lo estás pasando mal o que todo te va bien, reconcíliate con el Dios que siempre te ha amado, está dispuesto a perdonar tu pasado, y te ofrece consuelo para el presente y esperanza para el futuro. Esta es la decisión más importante de todas. Sufras o no, nunca te arrepentirás.
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