El título de “Apóstol de los Apóstoles” dado a la Magdalena fue ignorado ya en el tercer siglo y desapareció definitivamente en la oscuridad de la Edad Media, sólo por ser mujer.
“Mary Magdalen, Myth and Metaphor”, por Susan Haskins, primera edición en Harper Collin, Londres 1993, 397 páginas.
(El material empleado en la redacción de este artículo ha sido traducido del inglés por el autor del mismo).
Tengo ante mí otro libro sobre María Magdalena escrito por una mujer inglesa. Tiene cerca de 400 páginas. Me ha llevado un tiempo leerlo antes de exponer el contenido.
La ficha biográfica de la autora dice que Susan Haskins ha enseñado Inglés, Arte e Historia en la “University College” de Londres. Ha vivido varios años en Italia. Es coautora con Anthony Burton del libro “El arte europeo en el Museo Victoria y Albert de Londres”. Vive en Inglaterra.
Para la autora inglesa, “la imagen que tenemos de María Magdalena es la de una bella mujer de largos cabellos, brillantes como el oro; se la concibe como sexual y pecadora” (página 20). Son opiniones que no tienen base en el Nuevo Testamento.
La Magdalena ha venido ocupando un lugar principal y constante en la historia del Cristianismo. Sigue la autora: “Se ha dicho de ella que era la misma mujer que aparece en Lucas 7, que era María de Betania. También se ha sugerido que María Magdalena pudo haber sido la mujer samaritana de Juan 4 o la mujer acusada de adulterio en Juan 8” (página 28).
Susan Haskins dedica 24 páginas a discurrir sobre la figura de la Magdalena teniendo en cuenta solamente lo que de ella dicen los cuatro Evangelios. Por las pocas referencias que tenemos de la Magdalena en el Nuevo Testamento –sigue la autora- podemos concebirla como una mujer de carácter enigmático y poderoso. Al mismo tiempo, su participación en la pascua y su innegable cercanía a Jesús, tal como lo afirma Juan en su Evangelio, presentan algunos oscuros elementos que reclaman una mayor exploración (página 41):
Dice la tradición que los discípulos preguntaron al Maestro: “¿Por qué la amas a ellas más que a nosotros?”. Jesús respondió: “¿Por qué no os amo a vosotros igual que a ella?”.
Hipólito, considerado como el mejor doctor de la Iglesia en Roma, quien vivió entre los siglos dos y tres, fue quien primero calificó a la Magdalena como “Apóstol de los apóstoles”, reconociendo su importancia entre las mujeres que seguían a Jesús y el hecho de haber sido la primera testigo de su resurrección. En su pasión por la Magdalena, Hipólito la comparó con Eva. El título de “Apóstol de los Apóstoles” dado a la Magdalena fue ignorado ya en el tercer siglo y desapareció definitivamente en la oscuridad de la Edad Media (páginas 68 y 84) sólo por ser mujer, olvidando aquella frase de San Bernardo quien en el siglo XII escribió esto: “Es más grande gracia ser mujer que ser hombre: se salvan más mujeres que hombres”.
No apruebo la teoría de Susan Haskins sobre la personalidad de María Magdalena. En la página 28 de su libro trata de la confusión que existe al respecto al identificarla con María de Betania, la samaritana, la mujer acusada de adulterio según Juan 8 y la mujer de Lucas 7. En las páginas 142 y siguientes ella se inclina por María de Betania, como hacen otros autores, entre ellos el poeta, escritor y sacerdote francés Lacordaire, cuyo libro comenté. Dice Haskins que al morir Cyrus, supuesto padre, legó a María de Betania, supuesta Magdalena, “el castillo de Magdala, a Lázaro la ciudad de Belén y a Marta el pueblo de Betania” (página 142). En esta escritura la autora inglesa se posiciona a favor de María de Betania, que para ella era la misma María Magdalena. En otro lugar del libro parece inclinarse por la mujer anónima que derramó un frasco de perfume a los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, según el capítulo 7 de Lucas. Dice Haskins: “Durante una de sus varias visitas a Santa Baume entre final de 1330 y 1333, Petrarca escribió sobre María Magdalena como “la dulce amada de Dios”, la mujer que se arrepintió y fue perdonada de sus pecados en casa del Fariseo” (página 164).
Alude a la mujer anónima de Lucas 7 que se encontró con Jesús en la casa de un tal Simón fariseo.
Dos veces, al comentar otros libros, he refutado la idea de que la mujer de Lucas 7 y María de Betania fueran María Magdalena. Renuncio a hacerlo una tercera vez porque considero que el tema escapa a la razón y a la recta interpretación de los cuatro Evangelios. Entiendo que igual de irracional y disparatada fue la actitud del papa Juan Pablo II. En una audiencia general dijo el 21 de mayo de 1997 que la Virgen María y no María Magdalena fue la primera persona en ver al Cristo resucitado. (“La República”, 22 de mayo 1997, página 25). No fue la única vez. Tres años antes conmocionó a los peregrinos de la Plaza San Marcos con este discurso: “Aunque no exista referencia alguna en los Evangelios se cree que el primer anuncio de la resurrección fue hecho a la Virgen María” (“La República”, 7 de abril 1994, página 22).
En la última página del libro, mirando hacia atrás y también hacia el futuro, Susan Kaskins escribe: “La verdadera María Magdalena tiene mucho que ofrecer cuando se la despoje de todos los simbolismos. Los símbolos a ella aplicados han sido una gran injusticia”.
Desde el primero, el 26 de marzo hasta el último el pasado día 3 he comentado 20 libros escritos sobre María Magdalena. Este de Susan Haskins me parece el que más documentación aporta. Sin aceptar toda su argumentación, admito que se trata de una obra seria, de carácter científico. Cuarenta y cinco páginas de citas, escritas con letra muy pequeña, atestiguan el arduo trabajo intelectual de la autora.
Haskins recorre todas las páginas de la Biblia, estudia a los llamados padres de la Iglesia que escribieron en los cinco primeros siglos de la era cristiana, entra en la Edad Media y llega hasta tiempos modernos. Tiene en cuenta la historia de los papas, aporta entrevistas con personalidades que han estudiado con más o menos rigor la vida de María Magdalena.
Además, el libro de Haskins es único en pagar tributo y reconocimiento a pintores clásicos que nos han dejado imágenes de Magdalena. Un total de 91 pinturas, casi todas ellas de pintores famosos, adornan las 400 páginas del libro. Pocos apóstoles han merecido tanta atención del arte pictórico y de pocos se han escrito tantos libros que se hayan interesado por María Magdalena, la bella mujer nacida en Magdala, virgen de cuerpo y de alma, cuyo único problema antes de conocer a Cristo era el padecimiento de una extraña enfermedad demoníaca que la atormentaba.
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