El libro es un canto a la vida, a la alegría de atravesarla desde la convicción de que hay una esperanza mayor que simplemente prolongar nuestros días aquí. Un fragmento de “Cicatrices en nuestras familias”, de Lidia Martín (2017, Andamio).
Un fragmento de “Cicatrices en nuestras familias”, de Lidia Martín (2017, Andamio). Puedes saber más sobre el libro aquí.
Este libro es especial. En cierta medida, todos lo son, pero este, dada la sensibilidad y dureza del tema que aborda, lo es, si cabe, aún más. Sus líneas están escritas desde el corazón.
Muchas de ellas, desde el corazón de madres principalmente (algunos padres y hermanos también) que han perdido a sus hijos, con todo lo que eso supone.
Las otras, desde el corazón de quien les habla en este momento, que como madre también y aun no habiendo pasado por el trance amargo y dolorosísimo que ellas relatan, ha leído cada testimonio con estremecimiento profundo y pesar, pero también con profunda esperanza por cuanto de vida en ellos también se relata.
He de reconocerles que este proyecto, y el ofrecimiento de ser yo quien escribiera este libro, llegaron a mis manos de una manera un tanto particular. Mi profesión es la de la atención a personas en el campo de la psicología desde hace ya más de quince años.
Mis creencias espirituales son profundas y arraigadas en el Evangelio que nos presenta a un Jesús cercano a los que se duelen y que tuvo un enfrentamiento cara a cara y victorioso con la muerte, tanto la propia como la de otros a quienes quería y amaba, como Lázaro, su amigo, por el que lloró ante su desaparición.
Pero inicialmente, el corazón con el que me acerqué a los textos que a continuación les presento no fue ni el de la psicóloga, ni el de la creyente, sino el de la madre que no sabe ni siquiera si atreverse a imaginar, en alguna medida, la dosis de dolor que estas otras madres, que relatan un poquito de sus vidas, han podido sentir al perder a sus hijos. Sé que otros intentaron abordarlo antes que yo y no pudieron, así que no era un reto fácil. […]
Hubiera sido mucho más fácil, créanme, decir que no aceptaba el proyecto. Mis tardes en ese último tiempo, sin duda, hubieran sido mucho menos intensas emocionalmente.
Sin embargo, leer y releer, reflexionar y escribir sobre estas vivencias tuvo en mí un efecto completamente contrario al que esperaba, francamente. Muchos, al compartir sobre la intención de aceptar la propuesta, me pidieron que me lo pensara bien, sobre todo por el amor que me profesan y por lo duro que anticipaban que sería.
De manera objetiva, parecía que yo no estaba en el mejor momento para escribir sobre este tema, al menos no sin derrumbarme emocionalmente cada dos líneas. Sin embargo, leer los testimonios y las vivencias de estas Flores (así se llamaban entre sí cariñosamente estas madres, apelando al nombre de la asociación que las unía, Flores de Edelweiss) no ha hecho sino fortalecerme psicológica y espiritualmente.
Por eso es que pienso que es un libro que merece la pena leer, tener, regalar, considerar, incluso cuando nuestra situación no es la de la pérdida de un hijo. Porque nos pone ante una realidad que todos tendremos que enfrentar: la de la muerte y no siempre solo la nuestra.
Muchas veces la de otros a quienes queremos llega antes, como es el caso de estas Flores, y tenemos mucho que reflexionar, conocer y preparar de cara a esos duros momentos que a menudo la vida nos presenta.
El planteamiento del libro dista mucho de proponer una existencia vivida desde el miedo y la paranoia, como decía. Es más bien un canto a la vida, a la alegría de atravesarla desde la convicción de que hay una esperanza mayor que simplemente prolongar nuestros días aquí.
Este libro habla de la muerte, sí, y de una muerte tremenda, como es la de los seres que más amamos, nuestros hijos. Pero es un libro que, principalmente, pretende hablar de la vida. De la que hubo aquí, de la que queda para quienes se quedan después de la partida de ese hijo y de la que nos espera más allá de estos días a los que hemos depositado nuestra fe en el único que venció a la muerte misma: Jesucristo.
Este libro es un tratado de vivencias de dolor, pero también de gozo, al contrario de lo que pudiera parecer a priori. Uno de los objetivos de la asociación Flores de Edelweiss que dio lugar a estas líneas, es que ese foro pudiera servir a las personas que a él se acercaran para poder compartir acerca de lo peor que les había pasado en la vida, sí.
Pero también, y este es el verdadero punto diferencial, el auténtico desafío, poder gozarse juntas en lo mejor que la vida les había traído también: conocer a Cristo como Señor y Salvador de sus vidas y apoyarse unas a otras basándose en las promesas que Él trae ante el dolor.
Todos y cada uno de los testimonios que aparecen en este libro tienen dos puntos en común. El primero es la muerte de alguien muy querido, casi siempre algún hijo. El segundo es el afianzamiento y profundización de la relación con Dios a partir del primero. Curioso, incluso aparentemente contradictorio, pero cierto. Tanto como lo son sus desgarradores testimonios.
Asumo que la postura planteada por estas madres, familiares, y por mí misma no es la más aceptada ni aplaudida en los tiempos que corren. Lo de creer en Dios y en lo que Él promete no se lleva en el mundo contemporáneo y siguen siendo, para muchos, el opio que calma el dolor de quienes se duelen.
Pero mi planteamiento para ti, que te acercas a estas líneas, es que sigas leyendo incluso si no crees, por una sencilla razón. Si efectivamente ninguna de las experiencias, vivencias y cuestiones relacionadas con la fe que se abordan desde este libro fueran más que una fantasía, no perderías nada.
Quizá solo unos minutos de tu tiempo. Tu vida seguiría tal cual. Tu muerte también. Sería, sin más, otro libro acerca de este tema. Puedes no creer en ninguna de las cosas que se relatan en lo tocante a la esperanza de estar en las manos de un Dios que todo lo sabe y que todo lo sana. O puedes decir, como a tantos les ha ocurrido, “Si esto verdaderamente existe, lo quiero para mí”. Ojalá tu caso sea el segundo.
Cada uno de los capítulos está dedicado a la memoria de cada uno de los hijos e hijas, personas queridas que fallecieron. Son las historias de sus familiares, escritas por ellos con libertad. Los testimonios que encontrarás al inicio de cada uno han sido compartidos contigo y exponen lo que para ellos ha sido más significativo de su experiencia de dolor.
Cada testimonio es especial, único y personal. Y no están sujetos más que al sincero sentir de cada una de las personas que los escribieron en ese momento. Quizá en algunos de ellos no encuentres lo que esperabas.
Pero, sin duda, ellos han escrito en cada uno lo que esperan que tú encuentres. Unos son más largos, otros más concisos... pero tómalos, cada uno de ellos, como un regalo, incluso aunque no estés de acuerdo, porque son una parte de sí mismos para ti, directamente. Y eso siempre tiene valor. No lo desprecies.
Acompañando a cada testimonio, he agregado algunas consideraciones que creo importantes al respecto. No cubren, ni mucho menos, lo que cada testimonio ha despertado en mí, pero sí intento que muchas de las consideraciones a las que he llegado queden reflejadas en el conjunto del libro, ya que muchas reflexiones se repiten de forma reiterada a lo largo de varios testimonios.
Muchas de esas meditaciones están en clave psicológica, pensando en reflexionar sobre asuntos que están directamente relacionados con el sano manejo del duelo, desde dentro y desde fuera.
Otras están directamente relacionadas con la fe, con lo que creo que el Evangelio trae de claridad, sanidad y esperanza a la vida de quien se duele por la muerte de un ser querido. En ese sentido es difícil, incluso para mí, distinguir cuándo hablo como psicóloga, como creyente o como madre.
Supongo que, en todas ellas, soy yo, y no sé explicarlo de otra manera. Y ya que esto no es un tratado de psicología o de teología, sino que está escrito en clave mucho más personal, entiende mis consideraciones como un aporte más en esa línea, como algo que sale de mí para ti al considerar estas cosas.
No se aborda el tema de forma exhaustiva, pero es mi deseo que todas estas reflexiones ayuden en tu momento personal, aquí y ahora. Quizá has pasado o estás pasando por una situación similar. Tal vez acompañas a otros que la atraviesan.
Pudiera ser que tengas que afrontarla en el futuro. Pero, sin duda, tú y yo tenemos una cita ineludible con la muerte que en algún momento tendremos que abordar. Mi manera de hacerlo es esta, y quiero hacerlo contigo, si me lo permites.
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