Concisión, amenidad e información consistente. Lutero (1946), del obispo Johannes Lilje (1899-1977) es un buen ejemplo de ello.
Lutero es el principio, el iniciador de la gran obra. Este simple hecho lo eleva por encima de la serie de figuras prestigiosas y señeras que colman su siglo: Zuinglio concibió su opción reformista al margen de Lutero, pero pronto se abrió a sus influencias, aun cuando nunca las adoptó en su totalidad; los demás (Bucer, Blaurer, Bugenhagen) son satélites de Lutero, incluso el mismo Melanchthon, la mente más sutil de la Reforma, partidario y amigo íntimo de Lutero, y Calvino, hombre de gran talento sistematizador y organizativo que impulsó el movimiento en territorios vedados a Lutero. Todos ellos se consideraron sus discípulos.[1]
H.L.
Concisión, amenidad e información consistente. Ésas son tres de las características que se esperan de un buen libro de divulgación sobre cualquier tema. En el caso de las biografías de Lutero, algunas de las cuales no siempre han pasado la prueba del tiempo (y de las reediciones, claro), las hay de todos tipos, desde las más superficiales y que únicamente se contentan con repetir los lugares comunes, hasta aquellas que llegan a ser inmanejables, incluso para los especialistas. Cuando se piensa en el gran público, las editoriales valoran las características mencionadas para que, con el agregado de un buen acompañamiento iconográfico, el volumen en cuestión tenga el impacto deseado. Lutero (1946), del obispo Johannes (Hanns) Lilje (1899-1977) es un buen ejemplo de ello. Reimpreso en alemán el año del quinto centenario del nacimiento del Reformador (mayúscula inicial con toda la intención), fue incluido en la ya clásica colección de biografías de la editorial Salvat, con un breve aunque iluminador prólogo del filósofo José Luis L. Aranguren.
Pionero del movimiento ecuménico, Lilje fue secretario general del Movimiento Estudiantil Cristano en Alemania, entre 1932 y 1934. Participó en la oposición a Hitler como parte de la Iglesia Confesante y después de la Segunda Guerra Mundial fue obispo de la Iglesia Evangélica Luterana Estatal de Hanover, desde 1947 hasta su retiro. Presidió también la Iglesia Evangélica Luterana Unida (1955-1969), la Federación Luterana Mundial y el Consejo Mundial de Iglesias. Asimismo, fue abad del monasterio luterano de Loccum, bajo el nombre de Johannes XI. Otras de sus obras son: Luthers Geschichtsanschauung (La visión de Lutero de la historia, 1932), Das Letzte Buch der Bibel (El último libro de la Biblia, 1940), Christianity in a divided Europe (La cristiandad en una Europa dividida, 1961) y Atheismus-Humanismus-Christentum (Ateísmo, humanismo, cristianismo, 1962)
No faltará quien piense con cierto hastío: “Otra biografía alemana sobre Lutero…”, pero lo cierto es que estamos ante una de las más equilibradas e intensas reconstrucciones de esa vida sin par. Con un conocimiento de fondo impecable sobre la vida de Lutero, así como del ambiente histórico, Lilje lleva de la mano al lector, con un énfasis ciertamente celebratorio, por los diferentes resquicios de esa existencia singular acometida por el vaivén de una exigencia reformadora que el personaje, quizá, no imaginó nunca. En el prólogo, con un título desafiante (“Lutero, la primera noticia religiosa de la Modernidad”), Aranguren (autor, a su vez, de El protestantismo y la moral y Catolicismo y protestantismo como formas de existencia) se expresó así de la obra de Lilje:
Este libro es un breviario, por supuesto, en tanto que epítome o resumen, muy bien hecho, de la vida, la fe y la reforma religiosa de Lutero. Pero es ‘breviario’ también, en tanto que brinda una lectura piadosa y casi hagiográfica del gran Reformador. Lectura que, en estos tiempos, en los que el ecumenismo no parece estar de moda en Roma, me parece, sin embargo, conveniente y aun necesaria para los católicos abiertos que todavía queden. Y muy recomendable a todo lector que se interese por la historia de la religión occidental, del tránsito del cristianismo a los cristianismos y del ingreso en la Modernidad (p. 11).
Llaman la atención las últimas palabras de Aranguren al referirse a la pluralidad religiosa que resultó de las reformas del siglo XVI, sobre todo por tratarse de un pensador que nunca escatimó críticas hacia la “heterodoxia” en varios de sus trabajos. Él mismo sintetizó los alcances del esfuerzo de Lilje en este volumen: “El curso de la vida de Lutero es seguido en este libro desde los terrores del casi niño y las angustias del joven fraile, pasando por Wittenberg, el acontecimiento de la Tumerlebnis [la experiencia de la torre] (cuyo marco, frente a la tradición, es estilizado por el autor), la presentación de las célebres tesis, y después Worms, Augsburgo, Esmalcalda y la constitución, en fin, de una nueva Iglesia, separada del Estado”.
A continuación se incluyen algunas citas entresacadas de cada uno de los 12 capítulos en que se divide la obra, a fin de apreciar brevemente la forma en que el autor encaró su labor de exposición y análisis. Como resulta evidente en alguien que comparte la visión del personaje biografiado, Lilje tomó partido por una visión a largo plazo de los resultados de la vida y acción del reformador alemán. Muchas de las afirmaciones que siguen dan fe de una aguda y penetrante reflexión histórica y teológica que se sostiene aún en estos tiempos en los que la historiografía religiosa ha avanzado a pasos agigantados y ha modificado sensiblemente la apreciación de los acontecimientos.
1. El fenómeno histórico Martín Lutero
Lutero no fue ni un mero pensador ni un simple organizador, y sin embargo sobre él se asentó el edificio de la Reforma. Tras el telón de fondo constituido por las penalidades, rezos, defensas y conquistas religiosas de Lutero estaba germinado la obra de los humanistas, que alcanzaría su culminación gracias al gran organizador Calvino. Dicho de otra manera: la lucha religiosa de Lutero tenía una importancia secundaria. Lutero no pretendió nunca revolucionar la historia de las ideas ni delinear proyectos para transformar el mundo. Fue simplemente una persona fiel a sí misma que defendió la opción de fe que le fue impuesta. Es la suya una obra tan personal que no puede ser valorada desligándola de su propio devenir histórico; de ahí que Lutero sea mucho más expresivo y directo que los sistematizadores y organizadores. Dentro de este contexto, hablar de debilidad o grandeza, de limitación o de trascendencia, carece de sentido, puesto que es en ese camino puramente personal donde reside su aportación a la Reforma. Visto bajo este prisma, Lutero fue un instrumento de Dios en la Historia (pp. 16-17).
2. Concepciones políticas
En Alemania, el sentimiento nacionalista se originó de un modo mucho más espontáneo con motivo del viaje de Erasmo. El gran humanista, que atravesó el país camino de Basilea, se mostró gratamente sorprendido por el recibimiento más cordial que jamás le fuera tributado, máxime teniendo en cuenta que por su formación humanística sentía más simpatía por París y sobre todo por Oxford; los entusiastas y sinceros alemanes quizá sintieron vagamente en aquellos momentos que Erasmo era tan sólo el catalizador que iniciaba la reacción y que encendía su conciencia nacional; pero faltaba aún un elemento fundamental: Lutero (p. 39).
3. Coordenadas espirituales del mundo
…la Reforma no hubiera sido en absoluto posible sin esta nueva forma de difusión de los conocimientos [la imprenta]. Las ciudades, densamente pobladas, eran el caldo de cultivo idóneo para incubar semejante opinión pública. El axioma de que el aire de la ciudad libera era válido tanto en sentido cultural como social, así que no es de extrañar que las ciudades del Imperio, libres e independientes, jugaran un papel fundamental en el movimiento reformador, porque cumplían todos los requisitos para crear una opinión independiente, y además la defendieron.
Fue Lutero quien supo sacar los mayores frutos a la imprenta, porque a través de este invento influyó en sus contemporáneos de una forma desconocida hasta entonces (p. 49).
4. La iglesia
En este punto hay que volver a Erasmo porque encarna de manera contundente los servicios del Humanismo a la teología. Este influjo del gran humanista queda siempre relegado a segundo término porque lo primero que se examina son sus errores. Hay que intentar restablecer su buen nombre. Aun cuando todavía no se le ha perdonado que no fuera Lutero, no conviene olvidar que en el aspecto teológico fue el más maduro; y en el cristiano, el más limpio de los humanistas. A Erasmo lo impulsaba un anhelo muy arraigado de pureza, paz y orden, que constituye el estímulo más hondo de su obra (p. 62).
[1] Hanns Lilje, Lutero. Trad. de Rosa Pilar Blanco. Barcelona, Salvat, 1986 (Biblioteca Salvat de grandes biografías, 77), p. 15. Puede descargarse completo en el sitio: http://escriturayverdad.cl/wp-content/uploads/Biografiasdelutero/LuteroHansLilje.pdf
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