La obra gira en torno a la manera en que, durante los años que enuncia el subtítulo, se debatió la definición de una “cultura nacional”, ya sea estando a favor o en contra de las imágenes religiosas católicas.
Una de las participantes en el Cuarto Coloquio Hacia los 500 Años de la Reforma Protestante (Ciudad de México, 20 de octubre de 2016) es la doctora Gabriela Díaz Patiño, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, y autora de Católicos, liberales y protestantes. El debate por las imágenes religiosas en la formación de una cultura nacional (1848-1908), un libro de reciente aparición basado en la tesis que defendió en El Colegio de México en 2010, asesorada por el doctor Guillermo Zermeño Padilla, publicado por la misma institución.
Díaz Patiño es licenciada en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH). Su tesis de maestría lleva por título: La soberanía social de Jesucristo: El Sagrado Corazón de Jesús en el discurso de reconquista social y espiritual en el arzobispado de Morelia (1875-1923), presentada en El Colegio de Michoacán en 1999.
Dividido en tres partes y en seis capítulos, la obra gira en torno a la manera en que durante los años que enuncia el subtítulo se debatió la definición de una “cultura nacional”, ya sea estando a favor o en contra de las imágenes religiosas católicas. Evidentemente, sólo el catolicismo estaba en el primer caso, puesto que los liberales y los pocos protestantes que había entonces en México reaccionaron negativamente ante los intentos de imposición del imaginario católico-romano en la sociedad de la época.
El libro explora un periodo de 60 años, ciertamente bastante extenso, pero que fue suficientemente investigado por la autora; y muestra que, en efecto, las tres vertientes ideológicas promovieron apasionadamente sus posturas en el marco de las controversias que incluso llevaron a una guerra a liberales y conservadores a propósito de las Leyes de Reforma de 1859.
En el prólogo, la autora explica que esta obra da continuidad a su investigación de licenciatura sobre el establecimiento del catolicismo social en la arquidiócesis de Michoacán (sur-occidente de México) entre 1897 y 1913. Ya en su trabajo de maestría señaló la relación entre la construcción religiosa del Sagrado Corazón de Jesús y la reestructuración de la organización eclesiástica en dicha diócesis entre 1875 y 1923.
A medida que avanzó en su estudio, llegó a la conclusión de que “para entender el fenómeno devocional decimonónico en México había que hacer una revisión de lo que las imágenes de devoción católica significaban en el contexto nacional” (p. 14). Para ello, era preciso revalorar el significado de la imagen religiosa en todos sus ámbitos: religioso, espiritual, social y político. El enfoque corresponde, entonces, a la historia cultural, desde la cual es posible analizar quiénes crean tales imágenes, quiénes las reciben y apropian, especialmente los grupos de elite que recibieron, construyeron y difundieron los sentidos de las imágenes devocionales en la segunda mitad del siglo XIX.
Ya en la introducción queda más claro el propósito de esta nueva investigación: presentar “el debate ideológico entre católicos, protestantes y liberales a propósito de un elemento, en apariencia mínimo, como puede pensarse que es la imagen religiosa” (p. 25). La propuesta es “ver el discurso en torno a la imagen sacra que esos tres actores sociales construyeron”. Porque el campo de batalla cultural estuvo bien definido: por un lado, el papado reaccionando ante la asonada contra las imágenes católicas emprendida por los nacientes Estados nacionales y, por la otra, la movilización en contra de las imágenes en cuestión por parte de los gobiernos liberales, además de los grupos protestantes instalados en la arquidiócesis de México y, finalmente, “la recepción de la jerarquía eclesiástica mexicana al modelo devocional romano y su respuesta a la política religiosa del Estado”. La arquidiócesis de México fue seleccionada para el estudio debido a que allí se experimentó el proyecto diseñado en Roma para la restauración eclesiástica y religiosa.
La primera parte del volumen (El volumen devocional romano y la reforma religiosa en México) es una revisión minuciosa de la renovación espiritual y de la redefinición del ícono cristiano entre 1823 y 1899.
En este tema, que analiza el proyecto de renovación espiritual de esa época, tuvieron particular importancia la Virgen María, como parte de la re-evangelización; el rosario, como práctica activa en el mismo proceso; las imágenes de san José, como “Patrono de la Iglesia Universal”; y, por supuesto, el Sagrado Corazón de Jesús como emblema del proyecto de “reconquista religiosa”. Esto último, porque por influencia de la Compañía de Jesús, el papa Pío IX “comenzó a reimpulsar la imagen devocional del Sagrado Corazón de Jesús” (p. 77). El capítulo 1, “La reforma religiosa en México (1856-1881)”, abre con una cita de Benito Juárez:
Todos los pueblos [se consigna “hombres”] que viven contentos con sus preocupaciones religiosas, oponen fuertes resistencias a la reforma, aun que ésta sea conforme al dogma cristiano y a la conveniencia social. Lo que en ellos fue una vez obra de la necesidad o efecto de la ignorancia, después lo reputan como una verdad que les parece indispensable; y cuando los encargados de ilustrarlos olvidan este deber y fomentan directa o indirectamente el error, arraigan más y más la preocupación y hacen que para destruirla sea necesario un esfuerzo extraordinario. (p. 93)
La cita, tomada de una revista protestante que recopiló “Pensamientos de Juárez” (El Evangelista Mexicano Ilustrado, órgano de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur de México, 21 de marzo de 1906, p. 44, y no 1 de marzo como se consigna en nota a pie de página; Hemeroteca Digital Nacional de México), en un número dedicado íntegramente al centenario del nacimiento del presidente oaxaqueño (que incluye diversos documentos como la carta de Juárez a Maximiliano, algunas anécdotas y un poema de Guillermo Prieto), muestra la forma en que, según argumenta la autora, la reforma eclesiástica y religiosa que emprendió el gobierno mexicano se sumó a otras acciones que, amparadas por la ideología liberal, se llevaron a cabo en varios países occidentales que “pugnaban por una nueva época definida por las ideas de progreso, razón, libertad e igualdad”.
Las preguntas obligadas se plantean inmediatamente: “¿Existió por parte de los gobiernos liberales una verdadera lucha contra la cultura católica en México?, ¿en qué medida fueron afectadas las manifestaciones religiosas en torno de las imágenes de devoción por las disposiciones legislativas en contra de la institución eclesiástica y a favor del progreso social e indicidual?, ¿fueron las imágenes religiosas objeto de un ataque concreto (iconoclasia) por parte del Estado?” (p. 94).
La respuesta a estos cuestionamientos se desarrolla en las páginas que siguen, pero antes se describe la organización y administración de la institución eclesiástica mexicana, señaladamente en sus aspectos geográficos, para demostrar el amplio predominio de lo católico en el paisaje arquitectónico de la Ciudad de México. Pero eso, subraya Díaz Patiño, “chocaría muy pronto con los propósitos liberales de fundar un gobierno republicano” (p. 99).
La duda que aparece en el horizonte interpretativo de este problema, al momento de observar la construcción de un republicanismo laico en el país, está muy bien expresada: “Cómo conciliar, en la formulación de una ideología nacional fundamentada en un vocabulario simbólico, la arraigada tradición del catolicismo con la creación de un Estado secular fue uno de los debates que se generó entre la elite política y la intelectualidad mexicana a lo largo del siglo XIX”. A discutir esa situación está consagrado el resto del volumen.
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