Merece la pena volver a los valores de fondo, los establecidos por el Diseñador mismo, y tomar buena nota de lo que, a la luz de quien lo sabe todo de nosotros, es bueno en sí.
Este es un fragmento de “Al rescate de padres de adolescentes”, de Lidia Martín (2016, Publicaciones Andamio) Puede saber más sobre le libro aquí.
Si hay un concepto ligado íntimamente al de adolescencia, es probablemente el de conflicto. Para muchos padres y sus hijos adolescentes, desde luego, todo son conflictos. Y no porque no haya otra cosa, que no es verdad, sino porque son muy frecuentes, molestos y, desde luego, muchos (por no decir todos) querrían evitarlos. Pero esto no es sencillo, ni siquiera estando cargados de buenísimas intenciones.
El simple y complejo hecho a la vez de que padres e hijos tengan intereses diferentes, unido a la realidad de que los amigos parecen haberse posicionado en un lugar de poder e influencia respecto a los chicos y la propia problemática que rodea al mundo adolescente, pone las cosas verdaderamente complicadas para las familias y hace falta salir a su rescate en algunos momentos, que no siempre.
Casi cualquiera de las áreas en las que el adolescente se desenvuelve puede ser un foco de problemas, en efecto. Las cosas no son ni buenas ni malas en sí mismas en muchas ocasiones pero, sí es cierto que el uso que tantas veces los chicos hacen de ellas, en su edad impulsiva y recién estrenada de la adolescencia, tienden a convertir en problemáticas situaciones que, llevadas de otra manera, no tendrían por qué serlo.
Desde las amistades y el grupo, al descubrimiento de la sexualidad, pasando por la curiosidad por lo desconocido o las crisis emocionales, por poner solo algunos ejemplos. Todo ello, enfocado adecuadamente, con las correspondientes “barandillas” protectoras y en un contexto de comunicación y confianza en la familia pueden ser áreas que se aborden sin conflicto mortal. Como mucho, algún que otro desencuentro.
Pero es en estos y otros ámbitos donde las familias, los padres particularmente, y los adultos en general que se mueven en el círculo cercano del adolescente, se encuentran con disyuntivas a las que les cuesta encontrar solución sin unas mínimas herramientas en la mano. Son situaciones difíciles ante las que uno no sabe dar respuesta o, peor aún, no sabe si la respuesta que da será la adecuada o no. En esa incertidumbre muchos padres se quedan bloqueados, estancados, incapacitados... y es ahí donde normalmente los chicos ganan terreno.
El presente escrito tiene como finalidad proporcionar, con cierta exhaustividad y rigor, aunque con mucho menos espacio y tiempo del que podríamos y deberíamos dedicarle seguramente, algunas de esas herramientas. No son varitas mágicas. Tampoco formulas inapelables o indiscutibles. Pero sí que muchas de las propuestas expuestas en las líneas que siguen están planteadas, no solo desde la experiencia terapéutica y lo que los estudios al respecto nos indican hoy, sino que tienen su base en principios establecidos de forma mucho más estable de lo que podemos siquiera imaginarnos.
Ya desde nuestro diseño original se nos han planteado principios muy valiosos que, creo, no podemos permitirnos despreciar. Por eso, una y otra vez, merece la pena volver a los valores de fondo, los establecidos por el Diseñador mismo, y tomar buena nota de lo que, a la luz de quien lo sabe todo de nosotros, es bueno en sí. Como siempre propongo, haz con esto lo que estimes conveniente. Quédate con lo que creas que te ayuda. Deja a un lado lo que no te convenza. Pero considéralo todo antes. Yo lo plasmo en estos capítulos con la convicción de que a muchos les será de utilidad como lo es para mí tenerlos en cuenta.
Mientras abordas las problemáticas que acompañan al adolescente que tienes cerca, no desmayes. Más bien permanece con tus ojos bien abiertos para identificar rápidamente los problemas, aunque puede que no te encuentres ninguno. No los fabriques, no desesperes antes de tiempo. Ahora bien, si aparecen, abórdalos sin contemplaciones ni más dilación. Pide ayuda, asesórate, profundiza... y actúa. Los problemas son complejos, pero no son irresolubles.
Así que toma buena nota de todas las propuestas plasmadas aquí y amóldalas a tu necesidad particular y la de tu adolescente. En todo momento has de ser flexible y para ello se ha pretendido desde este volumen dar muchas opciones, posturas, visiones que conjuntamente o por separado puedan arrojar algo de luz en mitad de lo que muchos padres viven como un verdadero túnel.
Pero como tal, todo túnel tiene su inicio y también su terminación. Y al final, justo allí, viene la esperada recompensa. Plantéate esta etapa como un reto, una especie de desafío personal en el que no solo tu adolescente aprende, sino tú también con él. Los aciertos son siempre fuente de alegría, al igual que los errores son fuente de aprendizaje, así que no desprecies ni unos ni otros. Más bien, permanece atento, bien atento, porque el viaje no ha hecho más que empezar.
(…)
Si tuviéramos que resumir de alguna manera, en extremo sintética, lo que es fundamental y necesario que recuerdes tras esta reflexión, sería esto:
• No puede tratarse con éxito a un adolescente sin entender su psicología, lo que le caracteriza por la edad en la que está y cómo se aplica eso al caso concreto de nuestro hijo.
• La comunicación con él ha de partir siempre de este conocimiento (los contenidos de los capítulos no son compartimentos estancos sin nada que ver, sino que han de ser integrados y fundidos en uno para ser eficaces) y ha de buscar como objetivos principales tener los canales permanentemente abiertos y que los intercambios se hagan desde la asertividad.
• Ese estilo asertivo, junto con el conocimiento de la psicología del adolescente, permite a los padres abordar la educación de manera democrática, creando así un entorno propicio al desarrollo de la madurez del chico, pero también para la convivencia. Hay normas y límites, están claramente expuestos y, a ser posible, consensuados con él, aunque no ha de entenderlos, aprobarlos o confirmarlos necesariamente. Con que los respete es suficiente, porque los padres siguen siendo las figuras de autoridad, que se han ganado a pulso al respetar también a su hijo y otorgarle un lugar en el hogar en que tiene voz y voto.
• El objetivo a perseguir es la madurez del adolescente, y es esto precisamente lo que le convertirá en el adulto que queremos que sea. Los caminos que el adolescente traza para llegar a este punto son diferentes en cada caso y, como resultado de esto, las consecuencias que unos y otros enfrentan son bien distintas también. Habrá́ que respetar su idiosincrasia, pero ayudarle asimismo a crecer y a enfrentarse al reto de conocerse y diferenciarse lo suficiente del grupo como para ser un individuo con identidad y características propias y únicas.
• Las amistades no son prescindibles. Juegan un papel fundamental en la entrada del adolescente al mundo real (diferente de la burbuja a la que a veces les tenemos acostumbrados en el hogar, protegidos de todo riesgo y viento que les pueda apartar del camino trazado por los padres para ellos) y no pueden ignorarse, aunque sí habrá de ponerse límites a la influencia que se les permite tener. Esto no es algo que los padres puedan o deban asumir de manera unilateral, sino que son los propios chicos, con los recursos que sus padres les han ido proporcionando, los que tendrán en sus manos la capacidad de hacerlo. El grupo implica riesgos, puede ser fuente de las mayores satisfacciones y beneficios o también de las más grandes decepciones y perjuicios, pero tiene su papel y los adolescentes han de saber desenvolverse en él como la antesala de lo que es el mundo adulto. La diferencia es que, en este caso, en su etapa adolescente, aún no están completamente solos aunque quieran o crean estarlo.
• Los conflictos son también inherentes a la vida y a la adolescencia. Consigo mismos, con los padres, con los amigos, con el mundo... todo parece estar teñido de conflicto. Pero forma parte del ajuste necesario para encajar en un mundo que se les antoja injusto y en el que sienten que aún no se mueven como pez en el agua. Las claves: tener recursos para extraer la oportunidad de crecer (todos, no solo ellos) en cada conflicto y llegar a un punto de resolución que sea de beneficio común. La reflexividad, la negociación, la resolución analítica y pausada de los problemas..., todo ello en un marco de toma adecuada de decisiones y guiado por los padres, pone en manos de los adolescentes los recursos propicios para tener las mayores garantías de éxito posibles (…).
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