‘El buen cristiano’ cuenta el juicio del expresidente guatemalteco Efraín Ríos Montt, acusado de crímenes de lesa humanidad.
La edición 31 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, ha sido el escenario para el estreno mundial del documental El buen cristiano (realizado en México, por cuenta del Centro de Capacitación Cinematográfica, CCC), cuyo tema es el juicio del expresidente guatemalteco Efraín Ríos Montt, acusado de crímenes de lesa humanidad contra indígenas de su país y que convulsionó nuevamente a la región a principios del año pasado, al repetirse el juicio que lo condenó a 80 años de prisión1.
Así lo documentó el diario Reporte Índigo en su amplia nota del martes 8 de marzo: “El llamado genocidio maya, ocurrido a principios de la década de 1980 en la etnia Ixil de Guatemala, arrojó más de 24 mil muertos en el país centroamericano”.2Antes, se había pre-estrenado en la VII Muestra de Cine Internacional Memoria, Verdad, Justicia en la capital de Guatemala3. Un fragmento puede verse aquí.
La nota agrega que, “a 36 años de que iniciara el despeñadero injustificado de vidas humanas, tres mujeres salen a hacer la denuncia en video y seguir el proceso en los tribunales guatemaltecos de quien resultó apuntado como el perpetrador de los crímenes contra la humanidad”.
Tres años tomó a las documentalistas seguir el proceso que permitió llevar al militar golpista a comparecer en los tribunales en 2012, hasta el término del mismo en mayo de 2013.4 La directora, Izabel Acevedo, refiere que, al tomar posesión como presidente de facto, Ríos Montt “pronunció un discurso en el que se sentía agradecido, no a sus allegado políticos, ni a su familia o amigos, sino a una figura de autoridad divina, a la que denominó como ‘el Señor’”.5
Además, señala, “toda su figura, toda su imagen está basada en el cristianismo, en que esta persona irradiaba moralidad, daba discursos con una mezcla entre religiosos y políticos en la televisión cuando era presidente”. El colmo de su actuación gubernamental fue cuando públicamente afirmó “que el buen cristiano es aquel que se desempeña con la Biblia y la metralleta”, por lo que de ahí surgió el título del documental.
Acevedo, nacida en Guatemala en 1981, estudió teatro en su país, es egresada del CCC y cuenta con un posgrado en Guión de Largometraje en la Escuela Superior de Cinema y Audiovisuales de Catalunya. Su mediometraje Para armar un helicóptero se exhibió en Cannes y ganó varios premios internacionales. Actualmente vive en Nueva York. Esta película es su opera prima y en ella colaboró con Pamela Albarrán (fotografía) y Ximena Urrutia en la producción, quienes han trabajado juntas en otros proyectos.
En entrevista publicada en noviembre de 2015 la directora del film comentó que su propósito no era satanizar a los militares, puesto que entrevistó a varios de ellos: “No digo que no sean necesarios todos estos juicios contra militares. Eso urge, pero es muy importante entender que fue lo que pasó en Guatemala para que no se vuelva a repetir. Esto no es responsabilidad de una sola persona. El sistema lo propuso y lo permitió, la sociedad se preparó durante décadas para eso. Un genocidio se construye durante siglos, no se hace de la noche a la mañana”.6
El documental presenta al personaje para que “el público juzgue si el ex militar es un cordero de Dios o el diablo encarnado en traje y corbata”. Siempre se supo que fue dirigente de la iglesia neo-pentecostal El Verbo (filial de Gospel Outreach, con sede en Eureka, California), a la que se convirtió en 1978, donde ejercía prácticamente como pastor, imagen que utilizó abiertamente durante su gestión al dirigirse a su gabinete y a la población con discursos abiertamente religiosos.7Ríos Montt, representó, en su momento, la innovadora presencia, en las altas esferas del poder político, de un militante evangélico fundamentalista, pues únicamente en Brasil hubo otro gobernante militar luterano, también impuesto, Ernesto Geisel, entre 1974 y 1979.8
González Ruiz recuerda: “En una entrevista concedida a un periodista estadunidense apenas 5 días después del golpe militar, Ríos Montt describió a su investidura como un acto providencial decidido por Jesucristo mismo. Dijo Ríos Montt en esa entrevista: ‘Quiero invitar a los cristianos de Estados Unidos a que cumplan con lo que nuestro señor Jesucristo ha establecido, esto es, a rogarle a Dios para que el nuevo cielo de paz, amor y misericordia que él ha establecido sobre Guatemala permanezca para siempre. Estábamos al borde de un precipicio y Dios ha puesto su mano sobre nosotros. Démosle gracias a Dios y pidámosle que su misericordia perdure’”.9
Incumpliendo su promesa de alejarse de la política (había sido candidato presidencial por la Democracia Cristiana en 1974, cuando aceptó la derrota para irse como agregado militar a España), fue electo diputado en 1995 (junto a su hija Zury), y en 2003 se presentó como candidato presidencial por el Frente Republicano Guatemalteco, por lo que sus oponentes lo acusaron de poner en práctica una “amplia estrategia de cooptación del voto con recursos estatales y gastos excesivos en publicidad”.
En el mencionado informe de derechos humanos se lee: “Tras el golpe de Estado el 23 de marzo de 1982, Ríos Montt disuelve la junta militar que gobernaba el país y se declara Presidente de Guatemala. El 8 de agosto de 1983 es derrocado por el golpe de Estado Óscar Humberto Mejía Victores, ministro de Defensa”.11 Y añade, para completar el panorama de su gobierno, que mientras duró, llevó a cabo una estrategia contra-insurgente “fundada en la premisa de ‘quitarle el agua al pez’”, mediante la cual el ejército atacó “poblaciones de áreas que supuestamente habrían prestado apoyo social a las fuerzas guerrilleras contrarias al gobierno”.
La etnia maya Ixil, fue blanco de esos bombardeos y víctima de “matanzas y desplazamientos masivos, ejecuciones, desapariciones, violación sistemática de mujeres y niñas, tortura, traslado de niños, privación de suministros básicos, bombardeos y destrucción de la propiedad”. Las atrocidades se calculan “en más de 29 mil desplazados y 1 771 personas asesinadas en 11 de las 626 masacres documentadas, lo que conllevó a la destrucción significativa del grupo étnico”.12
Durante su gobierno se celebraron los 100 años de presencia evangélica en el país, para cuyos festejos (extremadamente triunfalistas) fue invitado el evangelista argentino Luis Palau. Jorge Pixley escribió al respecto: “Lo novedoso de Ríos Montt fue que sus afiliaciones religiosas, según se puede apreciar retrospectivamente, fueron la razón por la cual se le seleccionó para encabezar una muy dura lucha contrainsurgente”.13El ejército lo manipuló para que él, a su vez, mediante una estrategia basada en el control religioso, hiciera uso de la “base civil, no sólo para legitimar su guerra anti-popular sino para ser un canal privilegiado entre el ejército y la población civil, la indígena en especial”.
Pixley también documentó cómo el general se sirvió de dirigentes evangélicos para cobnducir la guerra de exterminio en algunas zonas y, posteriormente, a medida que avanzaba la represión y surgía una resistencia cristiana no católica, el ejército “tuvo que torturar y matar también a evangélicos”, algunos de ellos fusilados por tribunales de fuero especial y otros desaparecidos, lo que complicaría su trato con las iglesias. Por otro lado, algunos dirigentes continuaron siendo sus consejeros y allegados. Incluso el Seminario Presbiteriano de San Felipe Retalhuleu fue cateado durante una reunión de pastores.14
El sociólogo y teólogo alemán Schäfer, en su investigación sobre la historia del presbiterianismo guatemalteco, se refirió también a los festejos por la llegada del protestantismo al país, pero con un marco de análisis más severo sobre la auto-imagen de las comunidades que profesaban esta fe:
Ríos Montt era neo-pentecostal y sus simpatizantes evangélicos empezaron pronto a interpretar su presidencia como una forma de Reino divino en Guatemala. La confesión del nuevo jefe de Estado despertó grandes esperanzas en muchas iglesias protestantes, tanto por lo que respecta a la situación política general como a su posición de una minoría que tenía cada vez más fuerza dentro de la sociedad guatemalteca. La nueva confianza del protestantismo en sus propias fuerzas, que entre tanto había ascendido al 21% de la población total, se reflejó también en los actos conmemorativos del centenario de la presencia protestante en Guatemala, que se celebraron en 1982 durante el gobierno de Ríos Montt15.
El fin del “experimento evangélico” fue particularmente frustrante, explica Schäfer: “El general Mejía Víctores, un exacerbado católico, reemplazó a su colega evangélico. El programa de lucha contrainsurgente prosiguió con la misma racionalidad y brutalidad.
Claro está que las esperanzas de una gran parte de las iglesias evangélicas, sobre todo de los grupos evangelicales y pentecostales, se desvanecieron con el nuevo golpe de estado”.16Lo cual no impediría que en 1991 llegase al poder otro evangélico, Jorge Serrano Elías, quien culminó su breve periodo presidencial con un auto-golpe de Estado, luego del cual tuvo que abandonar el país. Una vez más, las esperanzas evangélicas de un cambio verdadero para el país a través de la “vía religiosa” sufrieron un duro revés.
Por todo esto, el documental de 120 minutos de título tan elocuente comentado aquí, y base de estas reflexiones, es sumamente atendible como una muestra de la manera en que la memoria puede y debe ser reconducida para que no se repitan sucesos tan lamentables.
Notas
1 Cf. Blanche Petrich, “Ríos Montt, culpable de genocidio y delitos de lesa humanidad”, en La Jornada, 11 de mayo de 2013, p. 20; José Elías, “El ex dictador de Guatemala llega en camilla al juicio por genocidio”, en El País, Madrid, 5 de enero de 2015; y J. Elías, “El juicio a Ríos Montt aviva la división en Guatemala”, en El País, 8 de enero de 2015.
4 Cf. “Genocidio en Guatemala: Ríos Montt culpable”, informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos.
7 Cf. Édgar González Ruiz, “Ríos Montt, genocida en el nombre de Dios”, en Red Voltaire, 9 de junio de 2013: “Cuando fue director de la Escuela Politécnica (Colegio Militar) de Guatemala, Efraín Ríos Montt le exigía a cada uno de los cadetes tener un ejemplar del Nuevo testamento, junto con un ejemplar de las ordenanzas militares y otro del código de honor del Ejército. ‘Siempre que tenía que llamarle la atención a un oficial, Ríos Montt le preguntaba: ‘Tenemos dos códigos aquí por los que regimos nuestra conducta. ¿Cuál de ellos ha violado usted?’”.
8 Cf. Pablo A. Deiros, “Protestant fundamentalism in Latin America”, en Martin E. Marty y R. Scott Appleby, eds., Fundamentals observed. Chicago-Londres, Universidad de Chicago, 1991, pp. 142-196.
13 J. Pixley, “Algunas lecciones de la experiencia Ríos Montt”, en Cristianismo y Sociedad, núm. 76, 1983, p. 7. Este autor refiere cómo se hizo ingenuamente la historia de las “campañas evangelísticas”, sin advertir el apoyo a las dictaduras militares durante 29 años que ellas representaron-
15 H. Schäfer, Entre dos fuegos: una historia socio-política de la Iglesia Presbiteriana de Guatemala. Guatemala-Drexel Hill, Cedepca-Seminario Evangélico Presbiteriano-Skipjack Pr., 2002, p. 51.
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