El poeta sevillano Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura 1977, llamó los sonetos de Lorca “Sonetos del amor oscuro”.
Federico García Lorca fue vilmente asesinado en Granada el 19 de agosto de 1936. Ian Gibson, biógrafo oficial de Lorca cuenta que cuando lo metían en el camión un muchacho lo reconoció y gritó a los falangistas: “¡Es Federico! ¡Es Federico! ¡Vais a matar a un gran poeta! ¡Asesinos!
Las primeras versiones de su muerte aparecieron en el libro “Palabras del Caudillo”, referido a los años 1937 y 1938. Allí se decía: “en esos primeros momentos de la revolución en Granada, ese escritor murió mezclado con los revoltosos; son los accidentes naturales de la guerra”. En 1965, diez años antes de la muerte del dictador Franco, la Jefatura Superior de Policía de Granada publicó un amplio documento donde se afirmaba que Lorca fue acusado de socialista, masón y homosexual. Fue detenido en la vivienda del también poeta Luis Rosales, donde se había refugiado por considerarlo muy amigo. Sigue la versión oficial: “dicho detenido fue sacado del Gobierno civil (donde había sido conducido y encarcelado) por fuerzas dependientes del mismo y conducido en un coche al término de Viznar (Granada) …donde fue pasado por las armas, siendo enterrado en aquél paraje”.
Hoy, ochenta años después, el autor de “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba”, entre otras piezas dramáticas, continúa siendo noticia. Están apareciendo libros y artículos que insisten sobre la condición homosexual del poeta. Que lo fuera, no queda duda alguna a estas alturas del tiempo.
Poco antes de morir, entre 1935 y 1936, Lorca publicó once sonetos con el título “Sonetos de amor”. El poeta sevillano Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura 1977, los llamó “Sonetos del amor oscuro”, donde el poeta dice a su amado:
Tú nunca entenderás lo que te quiero
Porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido,
Por una voz de penetrante acero.
En otro poema, el poeta pide a su amor que le escriba:
Llena, pues, de palabras mi locura
O déjame vivir en mi serena
Noche del alma para siempre oscura.
Dos hermanos de Federico, Paco e Isabel, fueron durante mucho tiempo refractarios a que se hablara nada sobre la homosexualidad del poeta. Incluso quisieron negarla, hasta que resultó del todo imposible.
Los libros “El amante uruguayo”, de Santiago Rocangliolo, y “Lorca y el mundo gay”, de Ian Gibson, trazan un recorrido por la biografía sentimental del poeta y confirman su condición sexual. Gibson dice que “todos los novios de Lorca fueron bisexuales”.
En 1923 Dali, Lorca y Buñuel se conocieron en Madrid, en la exclusiva Residencia de estudiantes. Se ha dicho que los primeros escarceos amorosos atribuidos a Lorca los tuvo con Salvador Dalí, si bien no hay pruebas convincentes de ello. “Era un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”, declaró Dalí en una carta al director de “El País” dirigida a Ian Gibson, en 1986. En el verano de 1928 el pintor envía una apasionada carta al poeta, en la que escribía: “tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo…yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar”.
Decir que Lorca coleccionaba novios como los niños cromos, sería demasiado. Pero sí se han conocido nombres de hombres que en su día ocuparon el corazón del poeta. Luis Antonio de Villena, excelente escritor madrileño, dice que Enrique Loynar y el mexicano Salvador Novo fueron amores pasajeros de Lorca. En 1933 viaja a Argentina. Su drama “Bodas de sangre” se representaba en el teatro Maipo de Buenos Aires con gran éxito. Mújica Laínez, periodista joven de la época, contó a Villena que había acompañado a Federico varias noches a tabernas de marineros en el puerto.
El 25 de junio de 1929 Lorca llega a Nueva York. En Estados Unidos permanece casi un año, viajando a continuación a Cuba. En la patria de Lincoln escribe uno de sus mejores libros de poemas: “Poeta en Nueva York”. De su estancia en la gran ciudad cuenta Villena: “Allí descubrió el poder sexual de la negritud, como le escribió a Martínez Nadal en cartas lúbricas que vi en 1982”.
El escritor peruano Santiago Roncagliolo, autor del libro titulado “El amante uruguayo”, ya citado, habla de una relación amorosa a tres bandas: el Premio Nobel de literatura nacido en Madrid, Jacinto Benavente, García Lorca y Enrique Anorin. Este Anorin era uruguayo, sentía un amor genuino por los artistas y escritores. Benavente era un homosexual discreto. Tenía 56 años cuando conoció a Anorin y ambos mantuvieron una relación amorosa hasta que Benavente, de visita en Argentina y Uruguay, regresó a España. Según Roncagliolo, cuando Anorin terminó con Benavente se convirtió “en el amante uruguayo de García Lorca”.
También estuvo Philip Cummings. En la biografía que Ian Gibson escribió sobre García Lorca, dice: “entre los extranjeros que frecuentaron la Residencia de Estudiantes este verano (1928) hay un joven norteamericano de 22 años, Philip Cummings, que se hace amigo de García Lorca”. Otro especialista en la vida y la obra de Lorca, el escritor Dionisio Cañas, puntualiza: “en realidad Philip no fue sólo un “amigo” de Lorca, sino su novio”. Añade Cañas: “en febrero de 1986 estuve tres días viviendo en la casa señorial que tenía el novio de García Lorca en Woodstock, donde Philip y Federico pasaron juntos meses inolvidables en 1929, cuando el poeta granadino estaba viviendo en Nueva York”. De aquella época existe una fotografía que tengo ante mí donde Philip y Federico están muy juntos, la mano derecha del americano posando amorosamente sobre el hombro del granadino.
Pero el gran amor de García Lorca, definido por Amelia Castilla como “su amor oscuro”, fue Juan Ramírez de Lucas.
Según escriben Amelia Castilla y Luis Magán, el último amor de García Lorca, Juan Ramírez, “era de Albacete y pertenecía a una buena familia. Federico estaba loco por él. Le prometió que lo haría un gran actor, que lo llevaría al extranjero, a todos los teatros, que se le aclamaría en el mundo entero”.
Cuando ocurre el encuentro entre los dos hombres Lorca tiene 38 años y Ramírez 19. Los autores antes citados añaden que Juan Ramírez “tenía encanto, sentido del humor, personalidad y muy atractivo”.
En un viaje que el poeta y su amigo realizaron a Córdoba, Lorca quiso escribirle un soneto. El único papel que halló fue un recibo de la Academia Orod, de Madrid, donde estudiaba Ramírez. Al dorso del recibo y sobre la marcha, el poeta escribió este romance dedicado a su amigo:
Aquel rubio de Albacete
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, sólo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
sentí galán sin ….
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero
tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Se acercaban los días negros de la más negra guerra. Lorca quería viajar a México en compañía de Ramírez. Entonces la mayoría de edad era de 21 años. Ramírez fue a Albacete, habló con el padre, pero éste se negó a darle la autorización necesaria para la obtención del pasaporte. Por su parte Lorca quería dejar Madrid, donde no se sentía seguro. La pareja se despidió a principios de julio de 1936 en la estación de Atocha. Desde Granada Lorca le envió una carta fechada el 18 de julio. La última, que concluía así: “con cariño de este gordinflón que tanto te quiere”. Un mes después Lorca sería asesinado. Aquello supuso un desgarro sentimental en el corazón de Ramírez. Como tantos otros españoles que huían de sí mismos, Ramírez de Lucas se alistó en la División Azul. Fue herido y condecorado después. De regreso a España se ganó la vida como periodista y crítico de arte. Falleció en Madrid en 2010. Durante 70 años guardó un absoluto secreto sobre su relación con el poeta de Granada. Antes de morir entregó a su hermana una caja de madera con cartas, poemas, dibujos y su diario. Una documentación de incalculable valor que los especialistas en Lorca estudian ahora con esmero. Basado en esta documentación, Manuel Francisco Reina ha escrito una novela que tiene como título “Los amores oscuros”.
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