"La sanidad del cuerpo era y es una muestra de la misericordia de Dios para con nosotros, pero el ministerio de Jesús no tenía como fin la sanidad física sino la restauración espiritual, el perdón de los pecados". Un fragmento de "Lámpara a mis pies" (Peregrino, 2015)
Este es un fragmento de "Lámara a mis pies" de Pieter J. Den Admirant (Peregrino, 2015). Puedes saber más sobre el libro aquí.
Lucas 5
1. (5:1-11) En este pasaje, Jesús confirma el llamado de Pedro entregándole una gran promesa: «desde ahora serás pescador de hombres». Esta promesa es de gran consolación para todos los apóstoles en medio de una tarea tan difícil. Jesús es el gran Salvador del mundo y los apóstoles serán sus pescadores, pero de hombres. El prodigio de la pesca milagrosa ilustra de forma maravillosa lo que sucederá en la pesca de hombres, de modo que si esto se intentara sin la ayuda del Espíritu Santo, sería imposible; pero confiando en el Señor Jesús y obedeciéndole, las redes de la predicación del evangelio se llenarán de personas regeneradas en sus corazones.
Las multitudes se agolpan sobre Jesús, haciendo que le resulte imposible predicar el evangelio, y por eso entra en una de las barcas que están en la playa. Allí, en ese momento los pescadores están lavando sus grandes redes en una de las barcas es la de Pedro. Jesús le pide a este que se alejae de tierra, no para rehuir a las multitudes, sino para poder predicarles la Palabra de Dios con más facilidad. Tras la enseñanza, Jesús le pide a Pedro, que ya pertenecía a sus seguidores (cf. 4:38), llevar la barca hacia una zona más profunda y echar allí las redes para pescar. Para Pedro, pescador de profesión, esta es una orden extraña. Durante toda la noche había trabajado sin pescar nada, ¿cómo hacerlo ahora en pleno día? Sin embargo, a pesar de tener una mezcla de incredulidad y confianza, obedece inmediatamente a la palabra del Señor; al hacerlo pesca mucho, de tal manera que las redes casi se rompen y las barcas por poco se hunden. A través de esta experiencia y ante la majestad de Jesús, Pedro se da cuenta de cuán pecador es y exclama: «Apártate de mí, porque soy hombre pecador»; no se atreve a vivir en presencia de Jesús.
Los demás pescadores también tienen temor por lo que ha ocurrido, pero el Maestro, que es bueno y lleno de misericordia, reconforta a Pedro para que no tema. Además le entrega una gran promesa: él será pescador de hombres. Justamente por humillarse delante del Señor, Jesús puede utilizarlo en su Reino. Luego, todos siguen a Jesús.
* Pescar a los perdidos siendo uno mismo pecador es difícil, o más bien imposible. Sin embargo, cuando se obedece al Señor, la red del evangelio se llenará.
2. (5:12-16) Lucas nos relata la historia de una persona que tenía una erupción cutánea, una enfermedad llamada comúnmente «lepra». Para la lepra no había medicina alguna, por lo que los leprosos tenían que esperar en el Señor hasta que a él tuvo a bien traer sanidad sobre ellos. Pero este leproso hace lo que no está permitido: entrar en la ciudad y pedir lo que nadie puede pedir de una persona; esto es, limpiarlo de su enfermedad. El leproso demuestra gran reverencia hacia Jesús al postrarse con el rostro en tierra, una reverencia que se rinde solo a Dios, pero Jesús es Dios mismo revelado en la carne. El leproso tiene confianza en el poder de Jesús; sabe que si él quiere, entonces, puede limpiarle. Jesús hace lo que nadie hace: tocar a esta persona, llevando él mismo esta enfermedad. Siendo el Hijo de Dios, al tocarle le sana sin ninguna dificultad.
Este hombre debe presentarse ante el sacerdote, el cual tiene que confirmar su curación (Lv. 14:1-32). Los sacerdotes deben reconocer que hay alguien que es más que Moisés. Por su parte, este leproso ha de callar el gran acontecimiento que ha sucedido en su vida; esto es para evitar:
a. Que la gente conozca a Jesús solamente como una persona capaz de realizar milagros y no como el Salvador del cuerpo y el alma.
b. Para evitar que venga más gente, lo cual podría impedir que él predicase la Palabra del Señor.
A pesar de ello, la fama de Jesús se extiende de todos modos. Él no la busca sino que, al contrario, se aparta a orar para no perder la fuente de su poder y su relación con el Padre.
* El Señor Jesús quita la plaga de Israel y restaura la relación entre Dios y el hombre.
3. (5:17-26) El escritor de este Evangelio une de una forma preciosa la historia anterior con la de un paralítico; lo hace para destacar el hecho de que Jesús no solo sana a la gente, sino que además hace mucho más: les da una amnistía total a los pecadores. Eso implica más que sanar el cuerpo, aunque esto también sea parte de la vida en el Reino de Dios. Además muestra que Jesús busca ser reconocido como el Hijo de Dios.
Lucas no menciona aún que la enseñanza de Jesús produjera enemistad por parte de los fariseos y escribas, que ahora también se encuentran entre los oyentes de Jesús. Su enseñanza les llama la atención, ya que Jesús, como siempre, está lleno de poder para sanar. Cuatro amigos traen en un lecho a un paralítico para presentárselo a Jesús. Aparentemente, la multitud no deja paso para este hombre, de modo que ellos, por la inventiva de su amor abren el techo y lo ponen delante de Jesús, y el maestro pronuncia las palabras que este hombre más necesita: «Hombre, tus pecados te son perdonados».
¿Cómo puede decir esto el Señor? Sin embargo, para esto vino, según lo había predicado también Juan el Bautista. Ahora Jesús reparte este perdón, diciendo de esta manera que él es verdaderamente el más poderoso; aquel que había de bautizar en Espíritu Santo y fuego. Los presentes entienden bien lo que Jesús ha dicho, pero no lo aceptan en sus corazones, pues piensan que Jesús es un mero hombre y nada más, por lo que sus palabras deben ser blasfemias. Jesús penetra en sus corazones y les hace una pregunta: «¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o levántate y anda?». La respuesta es clara: sanar, porque sanar es algo que el hombre, aunque no siempre, sabe hacer; pero perdonar es una facultad que solo le pertenece a Dios.
Jesús ahora hace lo más fácil, para demostrar que también tiene la autoridad para hacer lo que corresponde solamente a Dios: perdonar los pecados. Así pues, le dice al paralítico: «A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa».
Si Jesús fuese un blasfemo, entonces Dios no le daría su autoridad. Mas Jesús ordena la sanidad e, inmediatamente, el milagro tiene lugar. Entonces, en ese mismo momento, el hombre regresa a su casa dando gracias y alabando al Señor. Al limitarnos a la versión de este relato por parte Lucas, debemos decir que todos glorifican al Señor por causa del milagro, pero a la vez hay temor, pues los testigos dicen: «Hoy hemos visto maravillas [lit. cosas extraordinarias]». Todos glorifican al Señor por el milagro, pero tienen dificultad para creer en la persona de Jesús.
* El Señor tiene autoridad para perdonar pecados, ya que es el Hijo de Dios que llevó nuestra culpa.
4. (5:27-39) Lucas nos cuenta que Jesús tenía poder para limpiar de la impureza ceremonial y autoridad para perdonar pecados. Ahora, en el llamado de Leví, el publicano, nos muestra el mismo poder y la misma autoridad para sanar la impureza interior y para perdonar a un hombre pecador. Los publicanos colaboraban con los romanos, y por esto se les consideraba gente impura y pecadora. Jesús, al ver a Leví, le dice con su palabra de autoridad: «Sígueme». Leví obedece en seguida, dejándolo todo. Este publicano, que ha recibido el llamamiento eficaz, se convierte inmediatamente en un testigo de Jesús y da su testimonio a través de una cena. Así, comparte en una cena con sus compañeros su gozo por haber conocido y encontrado al Señor; en esta comida se halla presente Jesús junto a sus discípulos, así que esta cena simboliza la comunión que Dios quiere tener con los pecadores.
El mismo grupo que en el pasaje anterior hiciera preguntas críticas acerca del proceder de Jesús se dirige ahora a los discípulos, diciéndoles: «¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?». No obstante, el mismo Jesús les responde esta pregunta a través de una figura literaria que nosotros conocemos como «ironía». Parece que ellos están sanos (sin pecado) y no tienen necesidades (puesto que no reconocen su condición pecaminosa ante Dios), por eso no tienen necesidad del médico (Jesús). Los publicanos, por el contrario, reconocen sus necesidades y Jesús les «sana» interiormente y les salva.
Lucas une esta historia con otra pregunta crítica que han planteado los fariseos y escribas con respecto al hecho de que los discípulos no ayunan. De nuevo Jesús responde a esta pregunta, haciendo alusión a dos razones:
a. Los invitados a una boda no ayunan. ¿Y acaso no está el novio (Jesús) con ellos?
b. Nadie repara ropa vieja con un pedazo tomado de un vestido nuevo, y nadie echa vino nuevo en vasijas viejas; en ambos casos el remedio sería peor.
Con estas figuras Jesús quiere decir que con él ha llegado una nueva dispensación, el tiempo de pura gracia en el que la ley es cumplida en él. Persistir en el cumplimiento estricto de la ley sin reconocer lo nuevo (el evangelio de la gracia), es negar a Cristo.
* ¿Nos atrevemos a aceptar la nueva dispensación de la gracia con alegría en Cristo, o vivimos todavía bajo la ley?
SÍNTESIS APLICATIVA DE TEMAS IMPORTANTES
1. El «pescador de hombres» debe dejar de confiar en sí mismo y confiar humildemente en el Señor.
A Simón, un pescador de profesión, la orden de Jesús le resulta bastante extraña. Sin embargo, ya atisbamos aquí cómo el Señor ha obrado en la vida de este hombre, el cual, a pesar de su fracaso, obedece a la palabra de Jesús. Los resultados son impresionantes: la red por poco se rompe por la gran cantidad de peces.
Este milagro es una profunda enseñanza para Pedro y para los apóstoles (así como para nosotros), para que en sus labores en la obra de Dios no dependan de sus fuerzas y experiencias, sino de la dirección de Jesús por medio de su Espíritu Santo. Solo así veremos los frutos de verdaderas conversiones.
2. Jesús hace lo que nadie hace: sanar la enfermedad más impura que existe.
Un hombre enfermo de lepra decide entrar encubiertamente a la ciudad para ir al encuentro de Jesús. El solo hecho de tocar a un leproso convertía en inmunda a la persona que lo hacía, pero a nuestro Señor no le importa esto, ya que solo él carga con nuestras inmundicias. A este hombre su enfermedad le mantenía alejado de la comunión con su pueblo hasta que Jesús, sanándole, hace que pueda disfrutar de dicha comunión nuevamente. De igual manera, hay muchos hermanos que, ya sea por su pasado, enfermedad, una edad demasiado avanzada o algún otro motivo, no pueden participar de la comunión de los servicios cristianos, ¿qué estamos haciendo por ellos, para que no se sientan solos y abandonados sino aceptados y bien recibidos?
3. La sanidad del paralítico muestra claramente nuestra primera necesidad: el perdón de nuestros pecados.
La sanidad del cuerpo era y es una muestra de la misericordia de Dios para con nosotros, pero el ministerio de Jesús no tenía como fin la sanidad física sino la restauración espiritual, el perdón de los pecados. Así que lo que el hombre necesita primeramente no es ver restaurada su condición física, sino su relación con el Señor. Jesús no es un sanador que actúa sin compromiso, él es el Hijo de Dios que nos llama a la fe y al arrepentimiento. Es por esta razón que en el ministerio pastoral se deben poner las necesidades del hombre por orden de importancia: su relación con Dios es antes que nada.
4a. En el llamamiento de Leví se evidencia el porqué de la llegada de Jesús: llamar a los pecadores al arrepentimiento.
Los pecadores reciben a Jesús, pero los religiosos le rechazan. Muchos, al no querer reconocerse como pecadores (enfermos), no buscan la paz en Jesús. De esta manera, no conocen el gozo que se halla en Jesús, el Novio, sino que siguen como si solamente existieran reglamentos y mandamientos por cumplir. En cambio, los que reconocen a Jesús como su Salvador saben que el gozo de la salvación no depende de nuestra observancia estricta de la ley, sino únicamente de nuestro Señor y Salvador.
4b. Todo hombre, sin excepción alguna, es un enfermo espiritual ante Dios.
Muchas veces la religión adormece la conciencia de los hombres y no le permite darse cuenta de su verdadera condición ante un Dios santo. El hombre que afirma no necesitar un arrepentimiento se halla en la más triste situación.
La venida de Jesús se compara con la labor que realiza un médico para con sus enfermos; todos necesitan ser tratados por Jesús, ya que solo él puede curar el pecado que nos aleja de Dios. Una persona permanece en el pecado justamente cuando rehúsa aceptar que es un pecador que requiere urgentemente de Jesús.
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