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Noa Alarcón
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Charlie, nadie quiere jugar contigo

Cuando se presenta un juego como el de “Charlie, Charlie”, algo tenemos que decir. Hay razones de peso, bíblicas, que hablan de por qué esta clase de juegos son peligrosos.

PREFERIRíA NO HACERLO AUTOR Noa Alarcón Melchor 04 DE JUNIO DE 2015 18:52 h

En las últimas semanas se ha puesto de moda un juego cuyos participantes graban en video y suben a Vine y a otras redes sociales. Hasta aquí no hay nada raro. Pasa periódicamente porque Internet es un caldo de cultivo fabuloso para los contenidos virales y, como su propio nombre indica, los virus nos infectan el cerebro y nos hacen repetir consignas y hashtags cual monos lobotomizados.



La cuestión es que lo del “Charlie, Charlie Challenge” tiene pinta de ser una cosa un poco más siniestra que lo del cubo de hielo o las bromas a tus compañeros de piso. Es muy posible (muy, muy posible, realmente) que todo haya comenzado como otro intento de publicitar una película de terror. Hay medios que están empezando a avisar de una película de próximo estreno donde se realiza este juego. No es la primera vez que pasa. De hecho, las pasadas navidades los de Hasbro se llevaron abundantes críticas por comercializar cual Monopoly se tratase diversos tableros de ouija (los había incluso en rosa, para niñas) dentro de la campaña publicitaria de una nueva película de terror basada en, lo que ellos llaman, “su juego de mesa”.



Hay bastantes medios que explican con más o menos certeza de qué va el juego, así que nos vamos a saltar la explicación. Del mismo modo os recomiendo este blog y su explicación de por qué el cine de terror, por sí mismo, puede llevarnos a engaño en temas espirituales.



Junto a la preocupación de que una generación de niños esté invocando espíritus sin tomárselo en serio está la aparente despreocupación de la sociedad. Molesta porque es un contenido viral, porque está en todas partes. Sin embargo, se despacha con una rapidez y un absurdo incomprensibles. Puede que sea cierto, como dicen en medios tan importantes como El País o El Mundo, que sean corrientes de aire y vibraciones de la superficie donde se realiza las que muevan los lapiceros. Pongamos que es así. Pongamos que hay un pequeño porcentaje de veces en que los lápices se muevan debido a un extraño pero documentado fenómeno llamado efecto ideomotor. Pero ricemos el rizo y pensemos que hay una posibilidad, real cuanto menos, de que el lápiz se esté moviendo porque hay un espíritu, un ente detrás, con inteligencia, que responde a la llamada que se le hace.



Esta última opción es el verdadero problema del “Charlie, Charlie”; pero no es un problema porque pueda llegar a suceder, sino porque nadie se lo cree.



El bloguero Matt Walsh explicaba esta semana en un artículo que cuando puso un comentario acerca del juego en Facebook no se esperaba la respuesta que obtuvo. Es un tipo polémico, la verdad, pero no le falta razón. Dice que está acostumbrado a recibir burlas y comentarios hirientes (e incluso amenazas de muerte), pero no se esperaba encontrar a una gran cantidad de autodenominados cristianos que aseguraban que creer en el diablo y los demonios era una cosa del pasado, de tradiciones supersticiosas. En mi propia encuesta privada (y no es nada científica), preguntando por qué se da el caso de que los cristianos no se atreven a advertir a sus conocidos que en lo de “Charlie, Charlie” puede que se esté abriendo una puerta que luego no sabremos cerrar, me encontré con tres opciones:



1. Están los que no advierten del peligro porque no creen en él. Al igual que los trolls de Matt Walsh, son cristianos de chichinabo, que no saben lo que creen ni por qué lo creen, y si rozan algo de verdad se debe a la pura casualidad. Esa gente se deja influir por todo lo que les digan, sin someterlo a juicio. No al juicio de “si funciona (o si parece razonable) será verdad”, porque en eso se nos advierte que somos tan manipulables como un trozo de papel de aluminio. No, hay que someterlo al juicio de la Biblia, y ver si encajan todas las piezas, no solo algunas. Y no hacen nada de eso. Se dejan llevar. Si les dicen que el infierno está pasado de moda, se lo creen. Si les dicen que Dios o Jesús son en realidad unas fuerzas cósmicas, se lo creen. Ellos no tienen filtro.



2. Están los que se oponen a una realidad sobrenatural porque no quieren que se les relacione con los cantamañanas que ven demonios en todo y se pasan el día con el exorcismo en la boca. Y sí, es verdad que esa gente existe y da vergüenza ajena. Por ejemplo, los que defienden que existe el espíritu de la masturbación, o el espíritu del adulterio, que poseen y manipulan a las personas en contra de su voluntad (y hay que tener cuajo para defender eso); y cuando ellos aparecen la gente se desmaya adecuadamente. Esa clase de teologías son una herejía, hablando claro. Pero tan malo es eso como los que viven su fe no por Cristo, que es su origen y “perfeccionador”, sino en oposición a los demás que no son como ellos. Decir la verdad acerca de un abuso es algo muy bíblico, y muy sano espiritualmente, pero no tiene nada que ver con irse al otro extremo para disimular. Porque no viven con el temor del Señor, sino con el temor que se les relacione con los que le dan vergüenza, y ya me diréis qué clase de fe es esa.



3. No creen en el peligro de este juego porque nadie, en sus años de iglesia, les ha explicado que existe un peligro real. No son como los primeros. Ellos saben que existe el mal, y que existen los demonios y el infierno, y que cosas raras pueden pasar; pero carecen del fundamento bíblico. Su fuente de información sigue siendo la televisión y la cultura popular, y aunque lo ponen bajo sospecha, no creen que haga falta ir más allá.



 



Es como lo de la maniobra de Heimlich. No necesitas estar todo el día haciéndola, pero no viene mal saber cómo se hace. Nuestra relación con el mundo daimónico no es algo del día a día, por regla general. No a ese nivel. Pero hay cristianos que ni siquiera aceptan lo que se explica en Efesios 6:11-12 de que nuestra lucha no es contra la carne y el hueso sino contra entidades que están en otro espectro de la realidad y pelean contra nosotros. He escuchado a más de uno decir que eso es en realidad una forma de explicar las cosas, pero que no es esencialmente cierto. Son los mismos que creen que decir que los que no creen en Cristo irán al infierno está pasado de moda.



A mí me da por pensar que no pueden ver al maligno porque lo tienen demasiado cerca.



No está de más tener un poco de información, porque cuando se presenta un juego como el de “Charlie, Charlie”, algo tenemos que decir. Hay razones de peso, bíblicas, que hablan de por qué esta clase de juegos son peligrosos. No es este el lugar ni el modo, pero sí puedo contaros una historia.



Hay un libro, no apto para cardiacos, que recomiendo leer a todos los que tengan clara su fe en Cristo y no tengan miedo de investigarlo todo y retener lo bueno. Se llama The Demonologist y es una extensa entrevista a lo largo de varios años con Ed y Lorraine Warren. No recomiendo ningún otro libro de los que puedan aparecer como sugerencias en Amazon o Casa del Libro, solo que leáis este hasta donde vuestro dominio del inglés lo permita.



Los Warren, para los que no sepan mucho del tema, fueron un matrimonio rodeado de polémica que allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado se dedicaron a estudiar fenómenos paranormales, se especializaron en demonología y durante muchos años se dedicaron a dar conferencias en centros de estudio y en universidades advirtiendo a las personas que querían escucharles sobre los peligros que décadas de espiritismo barato en Estados Unidos habían desperdigado por el país. Tenían un grupo de voluntarios que investigaban cosas paranormales y acudían a familias que sufrían situaciones en sus casas que se escapaban de lo que cualquier ser humano podría manejar. Ellos eran católicos (y aquí es donde algunos se sublevarán, pensando que los católicos son nuestros enemigos, como explico en el punto número 2 un poco más arriba), y sentían un profundo amor por Cristo, a quien ponían delante de cualquier cosa que hicieran. Sentían que su llamado de parte de Dios era trabajar con los que estaban metidos en la oscuridad.



Ellos fueron los que trataron el caso de la muñeca Annabelle, el de la película de terror. Y la realidad no solo no tiene nada que ver con esa película cutre sino que es mucho más aterradora. Todo empezó cuando un sacerdote se puso en contacto con ellos porque la dueña de la muñeca Annabelle había acudido a él buscando una solución a los fenómenos que se daban en su casa. No solo se movían objetos, no solo la muñeca parecía viva y se comunicaba, sino que “algo” había atacado físicamente al novio de una de ellas y la situación estaba escalando rápidamente. Cuando los Warren llegaron a la casa de esta pareja de enfermeras y se sentaron en su salón, descubrieron una de las primeras reglas de la actividad demoniaca: como dice en 1 Pedro 5:8, el enemigo siempre está rondando, buscando su oportunidad. Los Warren empezaron a hacer preguntas a estos jóvenes intentando averiguar exactamente cuándo habían comenzado los fenómenos, y ellos acabaron confesando que al principio de empezar los sucesos, por curiosidad, contrataron a una médium e hicieron una sesión de espiritismo en casa, y que allí se les reveló el supuesto fantasma de una niña llamada Annabelle que había muerto en aquella propiedad. Les dijo que le gustaba la muñeca y les pidió permiso para quedarse en ella. Y las dos enfermeras, acostumbradas a tratar con el dolor, no pudieron evitar sentirse emocionadas con la historia y dijeron que sí. O sea, le dieron permiso a esa entidad para quedarse. En verdad, como Lorraine Warren les explicó después, no había ningún fantasma, ni ninguna niña llamada Annabelle, sino una entidad demoniaca que necesitaba el permiso del ser humano para quedarse. En cierto momento del libro Ed Warren dice que los demonios buscan habitar el mundo humano porque el infierno es un lugar tan horrible que ni siquiera ellos quieren estar allí. Y eso recuerda mucho al relato de Jesús con los cerdos.



En el libro se recuerda una y otra vez que estos fenómenos no suceden a no ser que alguien, voluntariamente, movido por un engaño o una trampa, haya aceptado dejar entrar a estas entidades.



En otro caso, uno de los más espeluznantes del libro para mí (y cuentan que fue de los peores en la vida de los Warren), cuentan qué ocurrió en 1974 en casa de los Beckford. Los padres eran unas personas muy religiosas, fieles a su iglesia (de alguna denominación protestante, pero no dicen más), que intentaban proteger a sus hijos adolescentes de los peligros de la sociedad y evitaban que se relacionasen mucho con otros jóvenes de su edad. La niña, Vicky, aburrida y sintiéndose sola, decidió solucionarlo subiendo al desván de la casa a jugar con una ouija. Estableció contacto con alguien que ella pensaba que era un espíritu de un adolescente muerto. Durante semanas hablaban todos los días de cosas insustanciales por medio del tablero y él se ganó la confianza de la muchacha hasta que ella aceptó dejarle vivir en su casa. Y fue entonces cuando la pesadilla comenzó. Os aseguro que no hay película de terror que se atreva a querer contar la verdad de esta terrible historia (con final feliz, eso sí), pero el simple relato de los hechos es peor que cualquier estreno hollywoodiense lleno de bombo y efectos especiales.



Por eso os digo que si conocéis a alguien que defienda que lo del “Charlie, Charlie” es una inocentada, un engañabobos, deberíais decirle que en realidad, aunque no lo pretenda, tal vez esté abriendo alguna de estas puertas al otro lado. Nos tocará sufrir las burlas y quizá el desprecio de los que no estén dispuestos a admitirlo, pero ya Jesús nos dijo que estas cosas podían pasar. Da absolutamente igual que esa persona se defienda diciendo que no cree en ello o que no tiene mala intención, porque a las entidades del otro lado eso no les importa. Es más, si pueden engañarte haciéndote creer que son otra cosa, lo harán.



Solo Cristo se presenta lleno de luz y con la verdad por delante, sin fisuras ni dobleces. Todo lo demás, sea humano o no, está corrompido.


 

 


4
COMENTARIOS

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Pablo
06/06/2015
14:30 h
4
 
Leo pocos artículos que me dejen plenamente satisfecho. Hay mucha sabiduría en éstos párrafos, y mucha valentía. Pero la verdad siempre gana. En fin, mi enhorabuena al escritor(a). El análisis de los 3 puntos es muy bueno :). Sobre el tema, pues decir que si eso se hace en España, ya podemos cambiarnos el nombre por S&G, porque el espiritismo es el único tabú que quedaba por abrir y profanar descontroladamente.
 
Respondiendo a Pablo

Android
05/06/2015
21:41 h
3
 
Charlie charlie, el si/no (Ouija), verónica, mediums, etc... son prácticas que abren puertas reales a un mundo que desconocemos y que aterroriza. Pero lo peor de todo no es sólo la actividad demoníaca terrorífica, sino que aleja completamente a los que la practican (aunque no abran puertas) del Señor. Llama mucho la atención el pasaje de Saul y la bruja de Endor.... ¿Por qué no nos dejamos de tonterías de ocultismos y tal? ¿Por qué no dejamos de ofrecer frutos de la carne?
 
Respondiendo a Android

EZEQUIEL JOB
05/06/2015
00:43 h
2
 
Realmente peligroso, con mucho peligro para los que los practican. Cuando son incrédulos es mas fácil que Dios los perdone porque "no saben lo que hacen" (Luc23:34), pero no por eso vamos a decir que no es peligroso. La cosa se pone "grave" cuando "cristianos" practican esas cosas, y lo hacen a sabiendas de que La Biblia prohíbe, he visto casos en que han muerto sin poder arrepentirse, parecería pecado de "blasfemia" (1Jn5:16)(Heb10:26-27)(Luc12:10)(Heb12:16-17). Oremos por nuestros hijos. Amén.
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

Alfonso Chíncaro (Perú)
04/06/2015
20:49 h
1
 
Vergüenza para mí. Resulta que en casa de creyentes, algunas visitas quisieron realizar esta actividad por puro juego y... Aunque dos personas (una evangélica y otra católica) declararon abiertamente que esa actividad era peligrosa y que se "abrían puertas", yo me quedé callado sin saber qué decir, a pesar de que se pidió mi opinión. Lo pienso un poco y creo que encajo más o menos en el motivo 2. Si no fuera por las otras dos personas, los muchachos allí y la casa hubieran estado en peligro.
 



 
 
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