Se ha destacado mucho el impacto de Thomas Merton y Teilhard de Chardin en el estilo expresivo de Cardenal, pero lo cierto es que desde una época muy temprana se anunciaba lo que vendría a cristalizar en el Cántico cósmico.
No había luz
la luz estaba dentro de las tinieblas
y sacó la luz de las tinieblas
las apartó a las dos
y ese fue el Big Bang
o la primera Revolución.
Palabra que nunca pasa
(“el cielo y la tierra pasarán…”)[1]
E.C., Cántico cósmico, “Segunda cantiga”
Ernesto Cardenal ha agregado su nombre a una larga lista de sacerdotes-poetas latinoamericanos, entre los que se puede mencionar, a vuelo de pájaro, a Azarías H. Pallais (Nicaragua), Ángel Gaztelu (Cuba), Manuel Ponce (México), Osvaldo Pol (Argentina), José Miguel Ibáñez Langlois (Chile, severo crítico de Cardenal) y, por supuesto, al obispo hispano-brasileño Pedro Casaldáliga, sin olvidar al puertorriqueño Ángel Darío Carrero. Ciertamente, no todos han alcanzado el nivel literario o místico del autor de Versos del pluriverso, pero la tradición poética y religiosa a la que pertenece sin lugar a dudas ha dejado una honda huella en el continente.[2] Esa tradición viene desde España, pues no se puede olvidar que muchos sacerdotes transterrados, hábiles para expresarse en verso, han recalado en muchos de nuestros países dejando escuela y seguidores valiosos.
Es el caso de Ángel Martínez Baigorri (1899-1971), quien hizo de Nicaragua su segunda patria (adonde falleció) y allí escribió buena parte de su obra, además de iniciar a otros poetas notables como Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez, Pablo Antonio Cuadra y el propio Cardenal, varios de ellos alumnos suyos en el Colegio Centro América.[3] Ángel poseído es el título de una recopilación poética que lo muestra en toda su dimensión “místico-conceptista”.[4] La influencia de este autor forma parte de la “prehistoria” de la poesía mística tan peculiar que desarrollaría Cardenal con el paso del tiempo.
Se ha destacado mucho el impacto de Thomas Merton y Teilhard de Chardin en el estilo expresivo de Cardenal, pero lo cierto es que desde una época muy temprana se anunciaba lo que vendría a cristalizar en el Cántico cósmico. Ejemplo de la orientación “exteriorista” y de concentración cercana a la mística son los poemas que escribió en el monasterio de Gethsemani, Kentucky. Otras influencias reconocidas en su trayectoria en los diversos ámbitos de su pensamiento son: José Porfirio Miranda, a quien debe el énfasis sobre el carácter revolucionario del cristianismo[5] y, posteriormente, en su seria afición por aspectos científicos, Bohm Poincaré y Richard Dawkins, entre otros.[6] López Baralt refiere que Cardenal incluso ha sido invitado “a expresar sus puntos de vista en el prestigioso Instituto Max Planck de Alemania, aventura singular que el poeta eleva a poema en sus libros tardíos”.[7]
Sobre la amplia evolución de esta vertiente poético-místico-científica, la estudiosa puertorriqueña agrega:
Cardenal ya venía celebrando los misterios de la ciencia en su Cántico cósmico, bien que siempre más de la mano de Teilhard de Chardin que de Darwin, pero su vocación científica ha hecho eclosión, como adelanté, en tiempos recientes. En sus Versos del pluriverso actualiza las reflexiones de los antiguos contempladores de las estrellas como Boecio, Ibn Gabirol y fray Luis de León desde las nuevas teorías astrofísicas y las leyes de la termodinámica. También pondera la relación de las emociones más hondas, como el amor y el deseo, a la luz de la nueva neurociencia.[8]
En otro momento, señala: “Superando incluso a Teilhard, habrá de fundir las teorías de Darwin no sólo con el pensamiento cristiano, sino con el misticismo”.[9] Ante semejante síntesis formal, ideológica y teológica, el atrevimiento cardenaliano resuena con una voz madura en el Cántico cósmico, en consonancia con la búsqueda persistente de que da fe toda su obra. Acaso por ello, con justa razón, José María Valverde dijo sobre esta poesía en expansión: “Ernesto Cardenal no es simplemente un poeta; su lectura nos cambia el mundo y nos llama a cambiar nosotros mismos ante el mundo”.[10]
Escuchemos otros ecos contemplativos, literalmente, de dicho Cántico:
Seres esencialmente cósmicos:
No podemos excluir a la tierra de la eternidad.
Esas luces allá arriba, la Jerusalén Celestial.
Si en matemáticas son infinitos los números,
los pares y los impares
¿por qué no una belleza infinita y un amor infinito?
Es una constante en la naturaleza
la belleza.
De ahí la poesía: el canto y el encanto por todo cuanto existe.
La tierra podría haber sido igual
de funcional, de práctica,
sin la belleza. ¿Por qué pues?
Todo ser es suntuario. ¿Necesario acaso que dieras
tan lujosísimas joyas
a tan efímeros peces
saltando este atardecer en el plan del bote?
Ámame, y si soy nada,
seré una nada con tu belleza en ella refractada.
Al fin y al cabo de la nada nació todo, nada vacía llena toda ella
de urgencia de ser.
Amor ciertamente fuera de este mundo sublunar.
Con esta vocación de algunos de un amor sin cromosomas...
Tu belleza te permite ser tirano.
Mirando en la noche esos mundos lejanos,
lejanos también en el pasado.
Estrellas del pasado. (Y el tiempo
es distinto para cada una de ellas.)
Alfa de Orión 5.000 veces más brillante que el sol.[11]
[1] E. Cardenal, Cántico cósmico. [1989] Guadalajara, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, 1991, p. 28.
[2] Cf. Juan Martínez Fernández, “Ernesto Cardenal y su obra poética”, en Tres caminos y nueve voces en la poesía hispanoamericana contemporánea. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, pp. 197-335, http://media.cervantesvirtual.com/s3/BVMC_OBRAS/ff1/fb1/2e8/2b1/11d/fac/c70/021/85c/e60/64/mimes/ff1fb12e-82b1-11df-acc7-002185ce6064.pdf; y L. Cervantes-Ortiz, “La luz y la llama: apuntes sobre la poesía de tema religioso en América Latina”, en El salmo fugitivo. Antología de poesía religiosa latinoamericana. Ed. corregida y aumentada. Terrassa (España), CLIE, 2010, pp. 33-34.
[3] Ángel R. Fernández, “Presencia de un poeta español en Centroamérica”, en Príncipe de Viana, núm. 203, Pamplona, septiembre-diciembre de 1994, p. 695, www.navarra.es/appsext/bnd/GN_Ficheros_PDF_Binadi.aspx?
[4] Cf. Rosa María Paasche, Ángel Martínez Baigorri: místico conceptista. Gobierno de Navarra, 1992; y Á. Martínez Baigorri, Ángel poseído. Introd., sel. y notas de J. Bautista Bertrán. Barcelona, Ediciones 29, 1978. Cf. los poemas de Á. Martínez Baigorri incluidos en L. Cervantes-Ortiz, El salmo fugitivo, pp. 151-157.
[5] L. López-Baralt, “Una vida sub especie aeternitatis”, en El cántico cósmico de Ernesto Cardenal. Madrid, Trotta, 2012, p. 23.
[6] Ibid., p. 45.
[7] Idem.
[8] Idem.
[9] Ibid., p. 67.
[10] J.M. Valverde, “Prólogo” a E. Cardenal, Antología. Barcelona, Laia, 1978, p. 12.
[11] E. Cardenal, “Cantiga 5. Estrellas y luciérnagas”, en Cántico cósmico, pp. 46-47.
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