Aún cuando en gran parte es un libro de autorreferencia, o precisamente por serlo, la lectura de sus 455 páginas constituye una obra memorable. En ella hay ingenio, inteligencia, humor, drama y una poderosa memoria.
Especies en Extinción, por Juan Cruz, Tusquets editores, Barcelona 2013, 455 páginas.
El malagueño Vicente Espinel, militar y escritor, músico y cantor, después de decir que los libros hacen libre a quien los quiere bien, desbordó su pasión por ellos en esta alabanza lírica:
¡Oh, libros, fieles consejeros, amigos
sin adulación, despertadores del entendimiento,
maestros del alma, gobernadores del cuerpo,
guiones para bien vivir y centinelas para bien morir!
En absoluto exagero al escribir que todos los adjetivos que emplea Espinel son aplicables al hermoso libro de Juan Cruz.
Cruz publicó hace cinco años uno de esos libros que deslumbran y se quedan a vivir con nosotros: EGOS REVUELTOS. Razonando aquél título decía que no había visto a ningún escritor sin ego. “No existe, -escribía- ninguno, todos tienen (lo tienen incluso quienes no lo parezca tenerlo) alguna dimensión de esa luz interior oscura, que se enciende con un reflector distinto, pero no siempre, el reflector de la envidia”. Según Cruz, el ego forma parte de la personalidad del escritor. La literatura es el ego escrito. Pablo Neruda era de este género”.
Por las páginas de EGOS REVUELTOS desfilan afamados escritores a quienes Cruz conoció personalmente: Borges, Bowles, Cortazar, Benet, Susan Sontag, Günter Grass, Semprum, Cabrera Infante, Ayala, Azcona, Severo Sarduy, Eduardo Haro, Vázquez Montalbán, Umbral, Camilo Cela y otros.
A lo largo de cuarenta años de relación con escritores Cruz descubrió que a todos mueve la pasión, la vocación, “pero el motor principal es el ego”.
El nuevo libro de Juan Cruz es menos crítico y más autobiográfico. El autor, canario, nació en Puerto de la Cruz, isla de Tenerife, en 1948. Desde joven practicó el periodismo. Primero en EL DÍA, de la capital tinerfeña, y desde 1976 trabaja en Madrid para el diario EL PAÍS. Entre 1992 a 1998 fue director de la EDITORIAL ALFAGUARA, de aquí su conocimiento tan directo de los escritores. Es autor de varios libros. EGOS REVUELTOS, que tiene como subtítulo “una memoria personal de la vida literaria”, obtuvo el XXII Premio Comillas 2009.
ESPECIES EN EXTINCIÓN, también llamado “Memorias de un periodista que fue editor”, es parecido a EGOS REVUELTOS. Parecido pero distinto. En este segundo libro hay, evidentemente, crítica literaria. Pero también autobiografía. Juan Cruz cuenta su vida en Canarias desde los años tiernos, sus amigos, sus correrías infantiles, su juventud. Los dos seres que le dieron vida, el padre y la madre. Su primera esposa, Pilar García, de la que acabó divorciándose. Sus otras mujeres, entre ellas la narradora y poetisa extremeña Dulce Chacón.
Nada de particular. La memoria y la autobiografía siempre han ido de la mano, son nombres que tienen el mismo sentido. La autobiografía es un género literario que ha de trabajarse en tanto que la persona vive. Después de la muerte se convierte en biografía. Casi lo mismo, pero el autor ya es otro. Libre para escribir mentiras o verdades, ocultar los hechos o exagerarlos, ponderar o denigrar al personaje. “Todos los grandes hombres tienen sus discípulos, más es siempre Judas el que escribe su biografía”, decía Oscar Wilde.
Periodista por vocación y de profesión, Juan Cruz plantea en este libro las obligaciones que se impone –o debe imponerse- el constructor de artículos, empeñado a diario en enterarse de cuanto pasa en el mundo y darlo a conocer en palabras. Esto requiere un estado de ánimo que ha de vencer el pesimismo, por muy adversas que sean las circunstancias, y mantenerse siempre en una alerta optimista. El periodismo es una profesión que o te engancha o te aburre. El periodista cumple su misión o se larga. El periodista a quien aburre escribir o traiciona su misión está renunciando al oficio más bello que existe en la tierra.
Yerran quienes anuncian –estarían mejor callados- que los periódicos están señalados por la guadaña de la muerte. Que internet y otros medios parecidos escalen la altura que quieran, no podrán con los periódicos. El papel no morirá o por lo menos tardarán siglos en encontrar su cadáver. Por el hecho de que el papel que se emplea en prensa y en libros viaje en la incertidumbre, los derrotistas se equivocan al anunciar a cada paso su abismo. Esto no sucederá en nuestra generación, ni en la próxima, y tal vez sobreviva al Apocalipsis final, porque el último libro de la Biblia no menciona para nada internet, a cambio sí trata del libro, de los libros en plural, cuya existencia se da por segura después de que los cielos se derrumben con estrépito, los elementos del mundo queden pulverizados por el fuego y la tierra desaparezca.
He percibido en ESPECIES EN EXTINCIÓN lo que no se da en EGOS REVUELTOS. Juan Cruz ha cumplido 66 años. ¿Nostalgia? ¿Melancolía? ¿Duda ante el futuro cuando otro puñado de años caiga sobre la vida? No sé. Lo que sí he leído han sido sus constantes alusiones a la brevedad de la vida y sus especulaciones sobre la muerte.
Cruz recuerda al argentino Daniel Reguera: “se me está haciendo noche en mitad de la tarde”. Y repite en varias páginas la verdad que el inimitable mejicano José Alfredo Jiménez, por quien demuestra entusiasmo, grita en una de sus canciones: “se empieza siempre llorando y así llorando se acaba”. Hasta los ríos, en frase de Borges, se detienen cuando se acaba la vida. En un instante, en un soplo de viento, como está escrito en la Palabra, mientras das la mano, mientras miras los ojos de quien te saluda, la vida entera sale a tu encuentro y la muerte canta una alegría por sevillanas.
No es tan grave, ni tan insólito. Lo dijo el brasileño Guimarâes: Morimos para demostrar que hemos vivido.
Según lo que Juan Cruz escribe, antes de acercarse a la edad de la jubilación ya le rondaba la idea de la muerte y hace suya una frase de su amigo Tomás Eloy, buen periodista: “Hace ya tiempo descubrí, no sin sorpresa, que los azares del periodismo me acercaban con persistencia al tema de la muerte”. Añade Cruz: “esta frase tiene que ver con mi propio caso. Desde muy joven sentí la pérdida como una amputación que sólo se puede atenuar recordando, trayendo a la realidad de la escritura los retratos que me miran”. Consuelo inútil, señor Cruz. La muerte no amputa una pierna, amputa el esqueleto entero, por dentro y por fuera. Y no hay muro que la detenga. En otro sentido, nada desaparece definitivamente. Todo se transforma de gloria en gloria. La Escritura, sabiduría divina, contiene dos frases tremendas, definitivas: está establecido al ser humano que muera. Y no valen armas en esta guerra. La batalla contra la muerte la tenemos perdida desde que se nos escapa el primer grito a la vida.
Dice Juan Cruz, justificando este segundo libro de memorias, que sólo cuenta lo que ha vivido. Y lo cuenta tal como lo recuerda.
Aún cuando en gran parte es un libro de autorreferencia, o precisamente por serlo, la lectura de sus 455 páginas constituye una obra memorable. En ella hay ingenio, inteligencia, humor, drama y una poderosa memoria. De tener que elegir entre EGOS REVUELTOS y ESPECIES EN EXTINCIÓN vacilaría mi pensamiento. Me quedaría con estos dos sublimes querubines encarnados en palabras.
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