Tal como lo escribió el genial italiano Giovanni Papini, Dante conoce a Dios como justicia en el infierno, como misericordia en el purgatorio y como amor en el paraíso. Aquí Dante se deja llevar totalmente por la inteligencia, la voluntad y el sentimiento, por todo aquello que constituye la verdadera vida del espíritu.
La primera visita de Dante en su amplio recorrido por el mundo de ultratumba es al infierno. Llega de la mano de Virgilio, el poeta latino de los tiempos de Cristo, ya citado. En la puerta del infierno el poeta lee grabadas estas palabras:
“Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor, por mí se va hacia la raza condenada; la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”.
Al contemplar la tristeza en el rostro del poeta italiano, el guía romano le aclara: “Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente que ha perdido el bien de la inteligencia”.
Dante describe el infierno en forma de un cono con la punta hacia abajo y los nueve círculos en los que los condenados eran sometidos a castigo, según la gravedad de los pecados cometidos en vida.
En uno de los círculos, en forma de palacio, se encuentra Lucifer. Lo describe como un demonio de tres cabezas y dentro de la boca de la cabeza principal está Judas. La cabeza mordía al que fue discípulo de Cristo mientras él traidor gritaba de dolor.
En el infierno Dante encuentra a muchos personajes antiguos y a otros de su época. Los traidores son considerados los peores pecadores entre todos.
EL PURGATORIO
Dante y Virgilio salen del infierno y llegan al hemisferio sur, que se creía por completo bajo las aguas. En medio de las aguas hallan la montaña del purgatorio.
El purgatorio se divide en siete cornisas, según el esquema de los siete pecados capitales. Aquí las almas expían sus pecados para purificarse antes de entrar al paraíso.
La montaña del purgatorio tiene forma escalonada. En cada escalón se redime un pecado. Quienes lo redimen están contentos porque tienen esperanza de abandonarlo un día y subir al paraíso.
El guardián del purgatorio es el severo Marco Porcio Catón, famoso guerrero romano que vivió en el primer siglo antes de Cristo.
Catón señala a Dante el camino que ha de seguir a condición de recorrerlo humildemente, con ojos claros y afecto puro.
Al iniciar su estancia en el purgatorio Dante invoca a las musas y escribe:
El mundo le mostré de condenados
y mostrarle las almas ahora intento
que purgan en tu reino sus pecados.
En su recorrido por el purgatorio Dante encuentra temporalmente retenidos, entre otros muchos, a los que vivieron excomulgados por el Vaticano, a los que tuvieron pereza de arrepentirse, a los príncipes y políticos que faltaron a las finalidades naturales de sus deberes para con el pueblo, algunos papas, abades y clérigos.
Los episodios del purgatorio carecen del vigor y relieve que caracterizan a los del infierno y los del paraíso.
EL PARAÍSO
Terminado el recorrido por el purgatorio, Virgilio y Dante tienen que despedirse, porque el poeta latino no es digno de conducirlo en el paraíso.
Aquí entra en escena Beatriz, mujer de la que Dante estuvo locamente enamorado en vida. La escritora francesa Etienne J. Delécluze, dice que “en el ámbito universal se conoce a Beatriz como una de las más grandes musas de la historia. Fue esta mujer –añade- quien inspiró a Dante para escribir una de las más grandes obras de la literatura mundial”.
El paraíso de Dante comprende los nueve cielos del sistema telemaico. En el cielo de las estrellas fijas, Dante es examinado por San Pedro, San Juan y Santiago. A la entrada huye la sombra de Virgilio, quien lo acompañó por los dos reinos de las lágrimas y aparece Beatriz. Los bienaventurados que moran en tan dichoso lugar salen al encuentro de Dante clasificados en espíritus seculares, activos y contemplativos.
Allí, en el reino de la inmortalidad y la felicidad, el poeta ve sus deseos cumplidos. Beatriz muerta a los 25 años, aparece sin velo, radiante, conduce a Dante por todas las estancias del paraíso, donde ella se encuentra, lo guía, lo instruye. Una de las alocuciones más expresivas y poéticas de la DIVINA COMEDIA la pronuncia Beatriz cuando explica a Dante, en el canto XXIX del paraíso, la visión de los distintos grupos angélicos. El mundo se origina, viene a decir, porque Dios es amor. El mundo es un espejo de Dios.
Si el amor de doña Inés salvó a Don Juan al pie de la sepultura, el amor de Beatriz fue la salvación de Dante. En el canto XXIX de paraíso, Beatriz dice a su protegido:
No por ser de algún bien nuevo provisto,
que absurdo es, más que por su esplendor
resplandeciese el pronunciar “subsisto”,
sólo en su eternidad y a su sabor,
sin tiempo, y como él solo comprendía,
se abrió en nuevos amores el Amor.
Tal como lo escribió el genial italiano Giovanni Papini, Dante conoce a Dios como justicia en el infierno, como misericordia en el purgatorio y como amor en el paraíso. Aquí Dante se deja llevar totalmente por la inteligencia, la voluntad y el sentimiento, por todo aquello que constituye la verdadera vida del espíritu.
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