En otras palabras: el fundamento en Dios no solo es racional sino que es la mejor explicación de la realidad del hombre.
Se puede hacer ciencia mundana, natural y autónoma de la vida, del hombre y del cosmos, pero este modelo debería ser impregnado por la idea de Dios fundamento y creador de todas las cosas porque sería la mejor explicación posible y satisfactoria de la imagen de lo real. Se dan explicaciones de todo tipo desde la ciencia y no se dan cuenta que de alguna manera se filosofa y se explica la realidad desde parámetros religiosos.
Cuando se habla de volver al pasado si viajásemos a una velocidad mayor que la luz, el científico se enfrenta con el problema del tiempo, con un universo sometido a un devenir continuo. Se dirá que el “big bang” es el inicio del devenir y nos encaminamos hacia un futuro que se deviene, pero esta explicación tan aparentemente simple del pasado, presente y futuro se construye a partir de la noción de causalidad. Es decir que el futuro emerge de enunciado causa-efecto y todo lo que se predice en la historia y en la vida de los hombres tiene tantas explicaciones filosóficas como teológicas.
Sin embargo el dios de los filósofos cada día es menos racionalista en el análisis de la esencia divina y algunos filósofos como el inglés Richard Swinburne instan a la ciencia a que argumenten y tengan a la religión como uno de sus temas de estudio. Es curiosa la premisa de Swinburne: “la ciencia no puede comenzar a estudiar la religión sin reconocer primero la existencia de Dios”. Esto implica que la argumentación sobre Dios es a posteriori porque a Dios se piensa siempre de acuerdo con nuestros argumentos para considerar su existencia y que debe tener las propiedades de personalidad, eternidad, libertad u omnipotencia así como de creador y sustentador de todo, que le permitan ser fundamento del mundo porque la esencia de Dios es eterna.
Para Swinburne, que acepta la leyes físicas como constantes que intervienen en el comportamiento de las partículas, si cualquiera de los valores del binomio energía-masa cambiara, el mundo desaparecería y no podría darse. Por tanto la casualidad de que las diferentes constantes adquieran ese valor determinado para que todo funcione en este mundo tal y como lo conocemos, sería porque la mano de Dios le sostiene. Así el planteamiento de Swinburne no solo es que digas lo digas y hagas lo que hagas, cuando llegues al límite te encontrarás con Dios, sino que este filósofo considera que todo avance del conocimiento vendrá de la mano de la hipótesis de que Dios existe.
Pero también algunos científicos consideran a Dios producto del cerebro humano. Algún artículo apuntaba a ser el cerebro el último refugio de Dios y que los creyentes tendríamos que cuestionarnos nuestra fe, pues según se afirma, las neurociencias aportan claves para entender los conceptos básicos de las creencias tradicionales como el libre albedrío, el determinismo del comportamiento humano y también las creencias religiosas y morales.
Lo cierto es que la ciencia metida en el berenjenal del azar y la necesidad de la biología evolutiva, con la probabilidad, el determinismo de los eventos macrofisicos clásicos y mas modernamente los microfísico-cuánticos, con las diversas formas de interacción, causalidad, evolución y fin de los estados fisico-biológicos, va a tener que
considerar la acción divina como algo absolutamente congruente en la explicación científica del mundo.
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