Y sigue diciendo: “No concedemos derechos a algunas personas, como a los niños sin nacer, a los embriones humanos, y se lo vamos a conceder a los monos. Vivimos en una sociedad o ridícula o dislocada, loca”.
Y es que los “derechos simiescos” desde Darwin hasta hoy han progresado en la medida que la teoría de la evolución se ha convertido en dogma.
No es solo que se pretenda proteger a los grandes simios, evitar el maltrato o ser utilizados en actividades circenses, que es muy loable, sino que siempre aparecen en forma de credos y dogmas de fe las implicaciones de la evolución de las especies. Por eso dirá Joaquín Araujo que “le duela a quien le duela, los seres humanos somos grandes simios” y Francisco Garrido dirá que “estar orgulloso de los propios orígenes es de bien nacidos”. Son personas intelectuales y de renombre que no ponen en duda la teoría de la evolución. Se considera esta teoría como algo sumamente irrefutable y dentro del humanismo científico y por tanto lo que se oponga es anticientífico, retrogrado y producto de la religión.
Se dice que la teoría de la evolución une y vincula los diferentes procesos biológicos en un todo coherente, explica el origen de la adaptación, la complejidad y diversidad de los organismos y es de tal índole su consistencia que ningún científico serio podría desconocerla. Con palabras tan solemnes, ningún lego como yo se atrevería a deshonrar el carácter “científico” del hecho natural de la evolución. Sin embargo no me prohibirá tal teoría preguntarle humildemente por qué V.G.cada día cambia el mecanismo de selección natural desde las premisas de variabilidad, sobreproducción, competencia y supervivencia, a otros como el azar y la necesidad del premio Nobel de medicina Jacques Monot .
Y no quiero que me llamen revisionista contemporáneo y uno de los elementos de la avalancha de hostilidad anticientífica y oscurantista religiosa, sino que simplemente decir que en Paleontología, Geología, Biología, etc. se puede ver con toda facilidad que la evolución no goza de ningún apoyo científico.
Sólo que se analice, desde la verdad científica, por qué hasta ahora no existe ni un solo eslabón de la cadena evolutiva, cuando debería haber infinitos, según Darwin, en los testimonios fósiles. Podría haberse encontrado algún pez con cara de cocodrilo, un perro con cara de caballo, etc. pero nada de eso, todo se ha encontrado según su especie y género.
Además los cambios en las especies son cambios que involucionan, no se reproducen, en vez de evolucionar hacia una especie mejor. ¿Por qué hoy no se experimenta ningún cambio de especie, ninguna evolución en la que V.G. al hombre le salgan alas para volar? Esto sería un gran cambio. Pero no hay nada comprobable, científico, verdadero. La mayoría de los fósiles encontrados son muy pequeños y reconstruyen imágenes de seres ridículos para llamar la atención.
Las mismas dataciones del universo y del hombre parten de principios erróneos, pero se siguen añadiendo millones de años cada día porque se dan cuenta los teóricos de la evolución que, aún la mas sencilla célula, requería no solo un Diseñador inteligente, un Creador del universo, sino muchas casualidades en formulas infinitesimales de combinaciones durante mucho tiempo.
La cultura evolucionista está atrapando también a los creyentes con los juegos de si se puede acomodar y conformar (armonizar) Génesis con la teoría de la evolución. Se dice que “Dios habría podido utilizar la evolución como método de creación” pero no se trata tanto de poder de Dios como de carácter moral de Dios revelado en la Biblia. Se ataca al diseño inteligente no sólo porque se enfrenta científicamente a la evolución, sino porque inculca la idea de que nuestra existencia no es fortuita, sin propósito, sin origen ni destino.
El Monismo será el intento más sistemático y consistente de explicar las cualidades sobrenaturales del Universo aparte de su Creador trascendente y personal (Romanos 1:18-32), pero tal pretensión “científica” del hecho evolutivo es falsa.
El evolucionismo no es una conclusión científica, como falsamente afirman la inmensa mayoría de sus propagandistas, sino una premisa filosófica materialista, una visión del mundo ateísta o monista mezclada con datos científicos hábilmente seleccionados.
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