Este análisis, quizás meticuloso para un artículo, se hace cada día mas necesario si queremos saber donde estamos y si merece la pena comprometer la vida en el mundo de hoy. Estamos asistiendo a una configuración posreligiosa donde la forma de vivir nuestra fe será dentro de una radical secularización, que sin ser la secularización un mal “per se”, nos obligará al compromiso y a mas dosis de imaginación en la proclamación del Evangelio.
La situación actual del cristianismo no es nueva ni peor que otras de la historia, sino que tanto la indiferencia religiosa, como el excesivo “clericalismo” en las iglesias, la increencia o la falta de compromiso, nos exigen revisar y hasta purificar no solo la imagen de Dios, sino de nosotros mismos.
¿En que se está convirtiendo el cristianismo? ¿Cuáles van a ser las tendencias de futuro? Sin duda alguna las tendencias tienen que ir a responder al reto de la injusticia masiva, de la desigualdad y marginación, ante las hecatombes padecidas en nuestro mundo por pueblos enteros que ya no cuentan para nada. Pero además de responder a la injusticia, se nos urge también a purificar nuestra fe, a desenmascarar nuestra falsa imagen de Dios y exigirnos el recuperar la capacidad humanizadora y la dimensión ética y práctica. El futuro está pues en el compromiso con la justicia y no solo en la experiencia de Dios, porque
“quien no ama a su hermano a quien ha visto ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1Juan 4:21) Pero también tenemos que reconocer que existe un desplazamiento continuo de situaciones que hacen que el cristianismo aparezca de forma diferente a la tradicional e histórica forma de ser cristiano porque el mundo Occidental está convulsionado.
Una serie de indicadores nos están mostrando estos días que la quiebra religiosa no solo está en las familias, en las escuelas, en las iglesias, en la cultura dominante o en la escasa participación en los procesos evangelizadores, sino que otros factores como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, la quiebra del relevo generacional de los líderes (pastores, enseñadores, evangelistas) en las iglesias, hace que la metamorfosis religiosa tenga difícil pronóstico.
Algunos han dicho que el “cristiano del mañana o será místico o no será nada”. Otros que el cristianismo perderá toda posibilidad de sobrevivir si no se asienta sobre la experiencia y la piedad. Esto nos indica que la supervivencia del cristianismo reside en tener un cristianismo personalizado, de experiencia personal (no colectiva, ni comunitaria) y fundamentado en la esencia de la fe (esperar contra esperanza
“porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” Hebreos 11:10)
Se dice, desde la iglesia católica, que el problema fundamental para el cristianismo actual no es solo la aparición de mediaciones en las sociedades postmodernas. Se dice que han aparecido múltiples creencias, prácticas rituales, zonas simbólicas y organizaciones institucionales, que son mediaciones de lo sagrado pero desde las cuales no se puede llegar al reconocimiento de la Trascendencia de Dios. El individualismo, la autonomía del hombre y la alienable dignidad del persona humana mas próximos al protestantismo, parecen ser el problema para la religión pues el individuo ya no quiere pertenecer de forma pasiva a un modelo de iglesia organizada, con sus ritos y prácticas morales y si quiere buscar el misterio de Dios desde la subjetividad.
En ambos casos, (católico y protestante en Occidente) lo que aparece en esta metamorfosis de lo religioso, es el redescubrimiento de lo místico y de vivir la Trascendencia de Dios en consonancia con el redescubrimiento de la subjetividad. El individuo no se sentirá alienado, no temerá perder su autonomía y libertad pues ahora lo que la religión aceptará son los carismas individuales, los diferentes ministerios, el modelo de fraternidad desde la igualdad. El Espíritu Santo adquiere un lugar central, pues las llamadas a la conversión son llamadas del Espíritu a las iglesias y a la reconversión de las instituciones.
La teología carismática o la espiritualidad carismática ¿ocupará el lugar de esta mística de la que hablamos? Lo que queda claro es que el mundo religioso está sometido a una radical transformación y no sabemos si de este gusano de seda podrá salir la mariposa de un cristianismo trasformador y trasformado por la Palabra de Dios.
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