Pero también la imagen de Calvino, al que se llega a llamar el “déspota de Ginebra”, se ha malinterpretado y pintado con tintes lóbregos, no ya en los años de las guerras religiosas, sino también cuando en 1936, Stefan Zweig, escribió su ensayo “Una conciencia contra la violencia. Castellio contra Calvino”, cuando en realidad se refería al déspota dictador Hitler.
Pero los datos exagerados para pintar al dictador, se reflejan en hechos aislados de Calvino, para dar un sentido de muerte y tragedia a la vida, a la belleza, a la alegría, al canto y las efusiones amorosas, y mostrar la terrible figura de un inquisidor - frío, calculador, incapaz de goce alguno- hasta hacerse repugnante.
Sin embargo muy poco de este Calvino hay en sus hechos y en sus escritos. Cuando, por ejemplo, defiende la propiedad privada esta resolviendo una de los problemas no resueltos aún en el día de hoy. Cuando el Salmo 24:1 dice que “Del Señor es la tierra”
deja claro que nadie puede poseerla a perpetuidad y poseerla como inversión de capital explotador, sino que debe ser adjudicada periódicamente a quienes la necesitan. “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es, y vosotros como forasteros y extranjeros sois para mí.”Lev 25:23. Calvino añade ese plus bíblico a la teoría política del derecho a la propiedad. Del mismo modo, su visión de nuevo orden social está relacionado con el Nuevo Testamento y en el contexto de las exigencias de Jesús al joven rico a quien le invita a sobrepasar los diez mandamientos y buscar la vida eterna desde la entrega y abandono de sus bienes. “Vende lo que tienes y dalo a los pobres” Mat.19:21
Es el mismo sentido dado por la primera comunidad cristiana: “Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hechos 2,44-45. ¿Es esto tiranía, despotismo o la única solución al problema del hambre en el mundo y de toda injusticia social?
En los primeros escritos de los padres de la Iglesia, la propiedad es más comunitaria que individual y ello generó problemas de gran calado religioso. Ambrosio obispo de Milán (+ 340) cuestionó la propiedad privada y mantuvo la comunitaria, recordando que la tierra fue creada como propiedad común para todos. “Por qué ustedes, los ricos, se adjudican un derecho exclusivo a la propiedad?” “No es parte de tus bienes lo que tú des al pobre; lo que le das le pertenece.” Si ahora la propiedad privada lleva al capitalismo materialista, entonces la propiedad comunitaria creó problemas de autosuficiencia de las necesidades materiales y generó el movimiento eclesiástico. Los que siguieron al pie de la letra la invitación de Jesús, vendían sus bienes y se retiraban del mundo viviendo como ermitaños, como monjes mendicantes o estableciéndose en conventos. Otros se preocuparon de los pobres exclusivamente y crearon una aparato eclesiástico y organizaciones comunitarias de ayuda, que de alguna manera necesitaban a los ricos para su mantenimiento. De esta manera se permitía la expansión capitalista y el lucro se hacía mas benevolente.
Pero sin duda el más cercano a Calvino es Tomás de Aquino: “La comunidad de bienes se atribuye a la ley natural; por cierto no en el sentido de que la ley natural dictara que todas las cosas deban ser comunes y que nada pueda poseerse como propiedad, sino en el sentido de que no existe ninguna distribución de la propiedad según la ley natural; y que la misma se originó más bien por el consenso humano, que pertenece a la ley positiva. Por tanto, el derecho especial a la posesión no es contrario a la ley natural, sino que constituye un complemento hecho por la razón humana.”
El calvinismo aunque admite la propiedad privada, deja que cada cual tenga su responsabilidad de administrador delante de Dios. Por eso no hay una aportación protestante sobre la legitimidad de la propiedad inmobiliaria o la participación de los empleados en el capital productivo, por lo que todo se reduce a esa máxima bíblica de 1ª Cort, 7:30 “tener como si uno no tuviera nada”. La declaración pública de la Iglesia Evangélica en Alemania intitulada “El bien común y el egoísmo” (1991) analizaba la propiedad privada y la comunal: “Los bienes de la tierra deben servir a todas las personas y a todas las criaturas. Por ello, hay límites para la disposición sobre la propiedad como para la fundamentación de derechos propietarios.
Se requiere de un cuidadoso examen para determinar en qué casos servirá al bienestar de la totalidad mejor la propiedad privada y en cuáles lo hará más bien la propiedad común. La propiedad privada fomenta la conciencia del compromiso concreto vinculado con la posesión de determinados bienes; la propiedad común subraya el hecho de que el uso de determinados bienes es vital para todas las personas.
Actualmente estas preguntas se vuelven especialmente significativas en vista del aprovechamiento de entorno natural. Aquí aún radican problemas, en gran parte no aclarados, relacionados con los límites de los derechos individuales. Como espacio vital natural del ser humano y de todos los seres creados, la tierra no es una propiedad de la humanidad sobre la cual se pudiera disponer de manera arbitraria. Al respecto, aún deben hallarse los caminos para limitar de manera eficiente mediante la responsabilidad por el correcto empleo la libertad para el aprovechamiento de las reservas naturales de la tierra (Nº 137)”. Son las mismas respuestas a las mismas preguntas. Es un debate que exige una ética bíblica, que no es tiranía sino desprendimiento.
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