Por tanto debemos dejar claro que el capitalismo de Joseph Alois Schumpeter cuyas teorías económicas se centraron en el papel de los empresarios y en el futuro del capitalismo, tienen muy poco que ver con la posición calvinista del trabajo.
Deberíamos considerar a Calvino como el padre de la justicia económica, no ya porque creyese firmemente que la Tierra es del Señor y que todos sus recursos y maravillas deben ser compartidos, sino porque considerarlo padre del capitalismo está muy alejado de realidad. No pensaba Calvino que el 20% de la humanidad poseyese toda la riqueza y el 80 se muriese de hambre. Sus palabras eran estas:
“Los bienes materiales no son posesiones personales; son medios que sirven al bien común; los dones intelectuales individuales, el talento físico o la capacidad de creación artística encuentran su verdadero sentido apoyándose mutuamente dentro del conjunto de la sociedad.”
“El Creador quiso que todos los seres humanos lo supieran, puesto que unos y otros son miembros de la familia humana del mundo en virtud de su nacimiento y cada quien debe reconocer en cada uno de los demás a alguien de ‘su propia carne y hueso”.
Con ello se apunta mas a la liberación, la justicia y el bien común, que a todo intento de monopolio esclavizante y amontonamiento de capitales estériles en manos de unos pocos.
Además a Calvino se le ha ocultado en su inconveniente insistencia donde los cristianos han de hacer por su prójimo lo que desearían que su prójimo hiciese por ellos, incluso llegando al punto de sacrificar su vida, su honor y sus posesiones. Según algún comentarista “Calvino estaba profunda y personalmente convencido de que el cuidado de todos los dones del mundo con miras al bien común y la justicia, así como el amor en todas las relaciones humanas, no son optativos para ningún ser humano.”
Pero
del mismo modo se ha tergiversado su famoso autoritarismo, cuando él deseaba el retorno de la democracia y el espíritu comunitario de las iglesias primitivas. Sin embargo en esa constante paradoja, él contribuyó al afán de los burgueses y el florecimiento del capitalista. Lo que Calvino no quería del capitalismo y de la democracia es que fuese tan empobrecida como es la hoy y como una especie de barbarie que dice Walter Benjamín: “una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre, al tiempo que ese desarrollo de la técnica”. Un triunfo técnico que se hace posible a base de males, como la corrupción, el soborno, la prostitución, injusticia, desintegración, insolidaridad, y que parece obligar a atacar ese capitalismo como dice P. Bourdieu” en su terreno privilegiado, el de la ciencia, principalmente económica”.
Podríamos decir que Calvino, mas que ayatolá protestante, como se le ha llamado, era un hombre convencido de que la Ley de Dios era buena y por tanto quiso vivir esa realidad, utópica para algunos, como era ese Estado teocrático. Un Estado afirmado en el derecho y las leyes bíblicas que eran marcadas por los presbíteros y en Ginebra el Consistorio.
Lo que ocurre es que entre las paradojas del ser humano- “simul justus et pecator”,- se confundió, en muchas ocasiones, el placer de la vida como algo bueno hecho por Dios, con el vicio y la depravación. Se limitaba todo, se prohibía todo y se podía vivir en la hipocresía mas grande sancionando canciones indecorosas, el baile, el juego, los bares, las comidas, el lujo, el teatro, la ropa y hasta los cortes de pelo. Se llegó a establecer la pena de muerte a quienes caían en el lazo de la prostitución, el adulterio y la idolatría. Parecía que la belleza de la vida, la libertad delante de Dios, se habían convertido en mazmorra oscura. Todo estaba controlado en este Estado perfecto, frugal y ascético.
El dinero ahorrado se permitiría prestar a cambio de intereses. Estos intereses darían mas estabilidad al Estado que tendría recursos para usar en el bien común. Además la justicia económica de Calvino se basaba en que los bienes materiales no eran posesiones personales, sino medios que servían para el bien común. Se lograba así que Estado e individuos mirasen a los demás como prójimos objetos de ayuda. ¿Era mala esta propuesta? ¿No estaba enraizada profundamente en las leyes bíblicas de amor a Dios y al prójimo?
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