Un movimiento que arrastra a millones de personas, pero que va dejando tras de si montones de mutilados espiritualmente, desencantados y desorientados por su falta de conocimiento de las Escrituras y un crecimiento desproporcionado de la espiritualidad.
Sin embargo este movimiento que se ha infiltrado en casi todas las denominaciones protestantes y católicas, no es nuevo y los intentos en la historia de la espiritualidad han tenido numerosas formas ligadas a esta religiosidad extática. Dentro del protestantismo los seguidores de Münzer, los anabaptistas de la reforma radical y mas tarde los cuáqueros, con su doctrina de “la luz interior”, los “tembladores”, el pietismo y el “movimiento de santidad”, suponen un avivamiento con formas diferentes que proclaman la “vida victoriosa”, una vida “mas elevada” y una entera “santificación”.
Para algunos analistas, esta experiencia interna y personal, de intenso placer místico, de experiencia del poder del Espíritu, del bautismo de fuego, de la doble unción, en su esencia no es mas que catolicismo romano, incrustada en la teología clásica de Roma (Edwuard O’Connor. “El Movimiento Pentecostal en la Iglesia Católica”). Lo demostraría la incidencia dentro del romanismo este movimiento “carismático”, que ni sorprende a los eruditos católicos, ni buscan apartarse del pentecostalismo “evangélico” ya que buscan sendas de ecumenismo y unionismo antes inimaginables.
Según estos analistas del movimiento neopentecostal o carismático, este se habría desarrollado y tomado forma en 1906 en Los Ángeles, California, en uno de los avivamientos del ministro de color W.J. Seymour, siendo las Asambleas de Dios y la Iglesia de Dios las principales denominaciones seguidoras, hasta convertirse en 1993 en la familia mas grande de Protestantes en el mundo.
Con William J. Seymour, de treinta y cinco años de edad, afro americano, predicador del movimiento “Santidad”, “torpe como orador, falto de destrezas sociales… de escasa preparación académica… con un ojo ciego”, que abrazó el mensaje de Parham, empezaría el verdadero movimiento carismático. Un grupo de bautistas de Los Ángeles, California, tras haber aceptado las doctrinas del movimiento “Santidad”, invitó a Seymour a ser su pastor. Al llegar, en su primer mensaje afirmó que hablar lenguas es la “evidencia bíblica” del bautismo en el Espíritu Santo. Un reportero del periódico “Times” visitó la nueva iglesia en Azusa Street, informando que “afro americanos, con unos pocos blancos… practican los ritos más fanáticos, predican las teorías más descabelladas, y se agitan a sí mismos hasta crear un estado de frenesí loca fruto de su celo peculiar”. Referente a Seymour el reportero escribe: “Con su ojo duro fijado en algún pobre incrédulo el viejo grita desafíos y reta que responda. Se amontonan anatemas sobre quienquiera tenga la osadía de cuestionar las enunciaciones del predicador”. En septiembre de 1906 la iglesia de Azusa Street reclama trece mil “conversiones”, y que el movimiento se extendía rápidamente dondequiera. Sin embargo esta chispa de originalidad y locura en aquellos cultos interminables, con experiencias incalificables y retadoras no estuvo exenta de división y racismo en Azusa Street. Parham les visita, les censura y es rechazado. La congregación casi se extingue y se cierra el local.
Pero lo que ha fascinado a los historiadores de la iglesia por décadas, es cómo la “Misión Apostólica de Fe” de la calle Azusa, que tenía tres servicios al día durante los siete días de la semana, y el periódico de Seymur que se enviaba gratuitamente a 50.000 suscriptores, pudieron propagar tan rápidamente alrededor del mundo aquel bautismo en lenguas, hasta convertirse en una de las mayores fuerzas del cristianismo.
¿Como era posible que a Charles Fox Parham, un “neófito” en asuntos espirituales, con solo dieciocho años de edad cuando empezó a predicar la doctrina de “lenguas extrañas” como evidencia necesaria del bautismo en el Espíritu Santo se le diese tanta autoridad y credibilidad ? ¿Seguirle ciegamente? El que ejerce autoridad en la iglesia ¿no se aconseja que no debe ser “un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”? (1 Timoteo 3:6). Aun los diáconos han de ser “sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles” (1 Timoteo 3:10). ¿Cómo era posible que William Seymour, el “profeta de Pentecostés”, que lleva el mensaje de Parham a Los Ángeles, es un hombre casi sin letras y que impone sus interpretaciones a gritos, lanzando anatemas, haya provocado uno de los mayores incendios del sentimiento y la emoción, arrastrando tras de si y trastornando al intelecto y la capacidad de raciocinio de cualquiera? ¿Acaso esa expectación ardiente de experimentar lo sobrenatural, como la que practicaban las familias Edward Lee y Richard Asberry no era una provocación a la santidad de Dios? Las campañas de avivamiento, de “santidad y salvación” en muchos países, en particular Hawai, Japón, México, Chile, Puerto Rico, Brasil y Noruega, ¿ pueden significar que Dios no hace acepción de personas y donde quiere usa a las clases pobres, analfabetas o de poca preparación académica, carentes de conocimiento bíblico, aunque acepten sin discernir todo lo que les den envuelto en sentimiento y aparente espiritualidad?
Este movimiento de Azusa era una mezcla de la religión de Santidad de los blancos americanos con los estilos de adoración derivados de la tradición Afro- Americana de los días de la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos. Una adoración tan expresiva que incluía danzas y gritos comunes entre los blancos Apalaches y los negros del Sur y que su mezcla con la música, las lenguas y los dones, crearon una nuevo Pentecostalismo que demostró ser mas atractivo.
Supuso una excepción al racismo imperante por su aspecto interracial, donde el fenómeno de negros y blancos juntos bajo un pastor negro, asombraba a los observadores. Este espíritu de la asamblea de la calle Azusa de Los Ángeles, donde todas las etnias estaban representadas, fue captado por Frank Barleman uno de los participantes, cuando dijo que “la línea de color fue lavada por la sangre”. El historiador de la Universidad de Yale, Sidney Ahstrom dijo en 1972 de Seymour “que fue el líder negro mas influyente en la historia religiosa de América” A su lado estaría Carlos Parham como cofundador del Pentecostalismo mundial.
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