El director de la revista
Mundo desconocido había estado con su esposa, Mercedes Castellanos, en el norte de la India en 1975. Allí había visitado no sólo el supuesto sepulcro de Jesús, sino también el de Moisés y María. El popular presentador de
Catalunya Radio aseguró haberse encontrado incluso con “el descendiente directo de Cristo”, que vendría del matrimonio de Jesús con una María, que no era la Magdalena de Dan Brown y su
Código Da Vinci. Puesto que Jesús habría sobrevivido a la cruz, que no sería más que una puesta en escena de Pilato, para evitar su muerte. Curado de sus heridas, viajaría a Oriente, en busca de las tribus perdidas de Israel. Su madre María le habría acompañado, pero no habría logrado llegar a la India, por lo que habría sido enterrada en Pakistán. Su hijo moriría a una edad muy avanzada, cuando tenía ya más de cien años, siendo sepultado en Srinagar, la capital de Cachemira.
Esta idea aparece ya en una secta islámica llamada los
ahmadies, que tiene en el profesor de Historia de Cachemira, Hassnain, uno de sus principales representantes, como demuestra el prólogo que acompaña el libro que ahora se reedita. A veces se ha llamado a Faber-Kaiser musulmán, pero en realidad no lo era. Había estudiado Filosofía y Letras, pero había hecho algunos trabajos sobre astronáutica, que le habían hecho merecedor de un premio en este campo, pero era sobre todo divulgador de temas de seudo-ciencia sobre extraterrestres en la línea de Von Däniken. Su revista y su programa de radio hablaba sobre esoterismo y fenómenos paranormales. Muchos de aquellos temas son todavía populares, gracias a periodistas como Iker Jiménez o escritores como J. J. Benitez y el propio Sánchez-Dragó.
¿ES JESÚS «YUZ ASAF»?
Los
ahmadies son una secta islámica nacida el siglo XIX en Pakistán, aunque hoy día tiene seguidores en Londres, Berlín o Los Ángeles. Su fundador se llamaba Mirza Ghulam Ahmad y venía de un lugar llamado Qdian. Libros como el de Khwaja Nazir Ahmad,
Jesús en el Cielo sobre la Tierra o
La verdad sobre la crucifixión se distribuyen ahora gratuitamente en muchas mezquitas y centros islámicos como material evangelístico. Creen como todos los musulmanes, que Jesús es un profeta, pero piensan que vivió y murió en Cachemira.
Yuz Asaf es el nombre que dan los ahmadies a Jesús. Lo adoptaría él mismo, después de sobrevivir a la crucifixión y viajar a Cachemira. El significado y origen del nombre no es muy claro. Yuz, algunos piensan que significa Jesús o guía, pero Asaf hace referencia a alguien que se ha curado de la lepra. Algunos lo convierten así en “dirigente de los curados”. Se identifica así con
Isa, el nombre que da el
Corán a Cristo. Su presencia en Cachemira se basa según Kersten en más de veinte documentos, pero como en todo este tipo de historias, la mayoría están perdidos o son ilegibles, excepto los más recientes, como el libro del siglo XIX del fundador de los
ahmadies.
Un documento del siglo XVII de Khwaja Hassan Malik,
Tarikh-i-Kashmir, tendría una inscripción que dice que Yuz Asaf entró en Cachemira el año 78, pero como suele ocurrir en estos casos, ningún crítico ha logrado todavía consultarlo. La tumba de Cachemira, cerca de Srinagar, tiene eso sí, un monumento en piedra llamado el Trono de Salomón, con cuatro inscripciones. Las dos últimas son las dos más interesantes, pero fueron dañadas tras la conquista de los
Sikhs en 1819. Un historiador musulmán de Cachemira, dicen que las tradujo al persa en 1413, declarando que:
En este tiempo Yuz Asaf se proclamó profeta. El año cincuenta cuatro.
Este pudiera ser un año del reinado de Godapatta, pero los defensores de esta teoría no se ponen de acuerdo en cuándo sería esta fecha. Según el alemán Kersten, sería el 107, pero según el profesor Hassanin, el 78. La última línea diría:
El es Jesús, profeta de los Hijos de Israel
LA TEORÍA DEL DESFALLECIMIENTO
Otros, como Eduard Meier, creen que la tumba está en un monte a las afueras de la ciudad. Se basa para ello en la información que ha recibido al ser supuestamente
contactado por extraterrestres. Meier editó un documento en 1978, que supuestamente descubrió el año 63, llamado el
Talmud de Jmmanuel. Asegura haberlo traducido al alemán del arameo en 1974, pero como suele pasar en estos casos, está ahora destruido. En él,
Jmmanuel o sea Jesús, cae en un trance profundo en la cruz, por medio de una técnica de meditación que en el hinduismo y budismo llaman
samadhi, como si uno estuviera fuera del cuerpo.
Por lo que aunque sería traspasado por una lanza,
José de Arimatea descubre que no está muerto. Lo envuelve en un lienzo y lo lleva a la tumba, donde amigos hindúes le ayudan a revivirlas con sus medicinas e hierbas, saliendo tres días después del sepulcro por una puerta secreta.
La base de todas estas teorías es la idea de que la muerte en la cruz se solía producir después de varios días, mientras que Jesús sería bajado, sin haberle roto las piernas, relativamente pronto, el mismo día de su crucifixión. Se suele citar por eso a Josefo y un caso en que tres prisioneros judíos fueron crucificados, sin haber muerto. El historiador romano dice que con el permiso de Tito, fueron atendidos y sobrevivieron.
Así que tras tan sólo unas horas en la cruz, para autores como Obermeier, “Jesús estaba en coma”. Para demostrar su supervivencia, tanto él como Karsten, así como su divulgador en España, Faber-Kaiser, tienen que recurrir hasta a la
Sabana de Turín, denunciada como un fraude por el mismo obispado de Troyes en el mismo siglo XIV, ya que no coincide ni con el relato del
Evangelio según Juan.
JESÚS MURIÓ EN LA CRUZ
Las evidencias de la cruz sin embargo están ahí. Jesús no había comido ni dormido nada, antes de su ejecución. Estaba debilitado por la pérdida de sangre que había sufrido tras una terrible flagelación (1 Pedro 2:24). Le habían travesado las manos y los píes. No había manera en que podía haber sobrevivido a la cruz, ya que ni si siquiera pudo llevar el madero hasta el Gólgota (Mateo 27:32). Según la mayoría de los estudios médicos de la crucifixión, el margen de duración de la muerte de tres o cuatro horas a tres o cuatro días, tiene que ver con la intensidad de la flagelación.
Es cierto que Pilato se sorprendió de la rapidez de su muerte (
Marcos 15:44), pero unos soldados tan experimentados en crucifixiones como los romanos, no rompieron sus piernas, porque le vieron ya muerto. La sangre y el agua que salieron de su costado es una evidencia positiva de su muerte. Esa era la manera cómo los soldados se aseguraban que había realmente muerto. La lanza probablemente perforó, no sólo uno de sus pulmones, sino también el corazón, asegurando su muerte.
Por eso
Jesús dice: “Yo soy el que vivo, y estuve muerto” (Apocalipsis 1:18). Y los cristianos “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”, creemos que al que ascendió a los cielos, “la muerte no se enseñorea más de él” (Romanos 6:9).
MULTIMEDIA
Pueden escuchar en eMision.net la entrevista de Esperanza Suárez a José de Segovia y al médico Pedro Tarquis sobre “
La pasión de Jesús, ante la medicina y la Biblia” (audio, 8 Mb).
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