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La preparación de la encarnación

El nacimiento virginal de Cristo, el mayor de los portentos, indica que en Él si que tenemos al verdadero Salvador.

ATISBOS TEOLóGICOS AUTOR 765/Jose_Moreno_Berrocal 22 DE DICIEMBRE DE 2025 17:05 h
Foto: [link]Sincerely Media[/link], Unsplash CC0.

Algunos de los acontecimientos más importantes de nuestra vida suelen requerir una ingente preparación, por ejemplo, una boda no se improvisa, sino que se organiza con cuidado y mucha antelación.



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Del mismo modo, la encarnación del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, fue un evento tan extraordinario que Dios quiso prepararlo de antemano y con mucho esmero.



Esa planificación pasaba por el anuncio de la misma muchos siglos antes de que tuviera lugar. La anticipada noticia de su venida la encontramos en las páginas de las Sagradas Escrituras.



Así la encontramos en textos como Deuteronomio 18.15, en el que Moisés anticipa la venida del Mesías, de Jesucristo.



Más conocidos son algunos de los pasajes del profeta Isaías: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel, (y que significa Dios con nosotros)”, Isaías 7.14, o “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”, Isaías 9.6.



Otra célebre profecía es la de Miqueas: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”, Miqueas 5.2.



Estos, y otros tantos escritos veterotestamentarios, son bastante populares entre los que conocen algo de la Biblia. Demuestran la existencia de Dios, pues solo El puede anunciar el futuro con tanta exactitud.



Pero, lo que no se ha percibido tan bien es que, la encarnación del Hijo de Dios fue, asimismo, dispuesta por medio de milagros. En concreto, por una serie de hechos portentosos que, por su específica naturaleza sobrenatural, estaban preparando el terreno para la venida de Dios a este mundo.



Me refiero a otros nacimientos sobrenaturales. Así, por ejemplo, tenemos a Sara la mujer de Abraham, que dió a luz a Isaac siendo estéril y su marido de cien años (Génesis 11.30 y 21.1-5) De la misma manera, Rebeca la mujer de Isaac dió a luz a su hijo Jacob, siendo igualmente estéril (Génesis 25.21)



Asimismo, Raquel, la esposa de Jacob, no podía tener hijos (Génesis 29.31) pero finalmente tuvo a José. Posteriormente, tenemos a la madre de Sansón (Jueces 13.3) a la que el Ángel del Señor dijo: “He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo”, Jueces 13.3. Sansón sería uno de los jueces que salvaría a Israel.



Otra mujer que no tenía hijos era Ana, la esposa de Elcana. Dios se acordó de ella, nos dice el texto bíblico, y dió a luz a un hijo al que llamó Samuel (1ª Samuel 1.5,19,20) Este llegó a ser uno de los grandes profetas de Israel y el que ungió a David como rey.



Pero no es solo el Antiguo Testamento el que registra estos nacimientos sobrenaturales. Lucas, el médico amado, en su evangelio cuenta que el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo fue precedido por el embarazo de Elisabet, una mujer estéril y de avanzada edad, cuyo marido era también mayor (Lucas 1.7,9)



El portentoso nacimiento del que sería el precursor de Cristo, Juan el Bautista, hijo de Zacarías y de Elisabet, apuntaba así al de Jesús mismo, al milagro de los milagros, el de la encarnación del Hijo de Dios.



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Así se lo anunció el ángel Gabriel a la virgen María: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”, Lucas 1.30-35.



El estupor de María ante semejante anuncio: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón”, es comprensible. Por ello, resulta muy significativo que Gabriel inmediatamente añadiera estas otras palabras: “Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios”, Lucas 1.36,37.



Esta noticia, que María ignoraba, acerca del milagroso embarazo de su pariente Elisabet, es revelada a la virgen para que se de cuenta de que el Dios del Antiguo Testamento, el Dios de sus padres, de Abraham, Isaac y Jacob, seguía activo en sus días.



De hecho, Gabriel usa las mismas palabras que Dios mismo empleó para asegurar a Abraham que su mujer Sara daría a su hijo Isaac: “porque nada hay imposible para Dios” (Génesis 18.14) El Dios que hizo que acontecieran nacimientos sobrenaturales en la historia de Israel, es ahora el que lo hace con su parienta Elisabet.



Tenemos aquí una señal milagrosa, proporcionada a María, y que sirvió para fortalecer su fe en el hecho de que Dios haría con ella lo que le había prometido por medio de Gabriel. Es más, la misma Elisabet, llena del Espíritu Santo, confirma a María que lo que le ha acontecido es un obra divina, que “ se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”, Lucas 1.45.



La fe de María aparece, entonces, en el llamado Magnificat o canto de alabanza a Dios por la salvación que vendría al mundo por medio de Jesucristo, su Salvador (Lucas 1.46-55)



Resulta evidente que, aunque los nacimientos sobrenaturales anteriores, mostraban el gran poder de Dios, el de Jesús fue único y especial pues no hubo intervención de varón en su concepción (Mateo 1.20)



Y es que el fin ulterior de aquellos nacimientos era prepararnos para el mayor de los milagros: que Dios tomara carne como la nuestra, pero sin pecado.



Así, pues, el milagro del nacimiento virginal del Señor Jesús fue preparado cuidadosamente por Dios mismo, por medio de señales prodigiosas.



Y, por tanto, observamos un patrón de conducta divina muy definido, y es que cuando Dios va a llevar a cabo una obra de salvación, la presenta por medio de hechos sobrenaturales.



Los otros nacimientos trajeron al mundo a personas que apuntaban a Cristo, pero que, a la postre, solo pudieron traer salvaciones pasajeras y momentáneas al pueblo. Y, por esto, precisamente, el nacimiento virginal de Cristo, el mayor de los portentos, indica que en Él si que tenemos al verdadero Salvador:



“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”, Lucas 2. 8-11.



Por eso, el ángel instruyó a José y le dijo que pusiera a su hijo el nombre de Jesús, pues él salvaría a su pueblo de sus pecados, Mateo 1.21. El Hijo de Dios no sería un salvador temporal o político sino Aquel que se ocuparía de nuestra mayor necesidad, el perdón de nuestras ofensas a Dios.



Y esto lo haría por medio de su sacrificio expiatorio hecho una vez y para siempre en la cruz, Hebreos 10.10. Su sangre nos limpia de todos nuestros pecados por la fe en El, 1ª Juan 1.7-10.



La salvación no está a tu alcance. No la puedes obtener por tus méritos o esfuerzos; la reconciliación con Dios es una obra divina de principio a fin. Pero, las buenas noticias de la Navidad es que nos ha nacido un Salvador, Isaías 9.6. Uno que Dios ofrece al mundo para que el mundo sea salvo por la fe en El.



Dios ha mostrado que solo Él puede ser nuestro Salvador. Pon tu confianza en el Señor Jesús pues está escrito que “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”, Hechos 4.12.



José Moreno Berrocal es pastor y presidente del Grupo de Trabajo de Teología de la Alianza Evangélica Española.



 



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