Fidelidad inquebrantable

“Pero tú, Señor, eres Dios compasivo y misericordioso, lento para la ira y grande en amor y fidelidad” (Salmo 86:15).

A Bob Cousy le encantaba jugar a baloncesto desde que era niño, pero con trece años se rompió el brazo derecho y todos creían que su carrera como jugador había terminado. Lo que hizo Bob fue aprender a tirar con el brazo izquierdo mientras se recuperaba, de tal manera que, con el tiempo, llegó a dominar el balón con las dos manos y eso le llevó a ser uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA. 

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Lo que muchos no saben es que, tiempo después de retirarse, Bob desapareció de la escena pública e incluso no asistía amuchas de las celebraciones en su honor, porque solo quería cuidar a su esposa Marie desde el mismo momento en el que a ella se le diagnosticó Alzheimer. Estuvieron casados 63 años. No le importó en absoluto lo que pensaran los demás, ni lo que (aparentemente) estaba perdiendo. Un ejemplo de fidelidad impresionante: una superestrella del baloncesto, abandonándolo todo para cuidar a la mujer que amaba. 

De eso, precisamente, se trata el amor: tiene que ver siempre con la fidelidad. Si amamos, estamos al lado de quien nos necesita. La historia me hizo recordar a nuestro Salvador, el Señor Jesús, capaz de abandonarlo todo por ti y por mí; no solo para salvarnos, sino también para cuidarnos y no abandonarnos nunca. 

Cuando el amor se une a una fidelidad inquebrantable, ese amor viene de parte de Dios y llena por completo nuestra vida y entonces… aprendemos a vivir.

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