La fe y el miedo

^“¿Por qué tenéis miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién, pues, es este que aun el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:41).

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Siempre me llamó la atención que el Señor reprochara el miedo que tenían sus discípulos, cuando era absolutamente normal lo que ellos estaban sintiendo. Algunos de ellos eran pescadores y sabían que aquella tempestad podía llevarlos a la muerte, así que, para ellos, pedir ayuda al Señor era la única posibilidad de sobrevivir. ¿Cuál era entonces el problema? Muy sencillo: llegaron a pensar que sus vidas no le importaban al Maestro, porque Él seguía durmiendo en medio de la tempestad.

Primera gran lección: nuestras vidas sí le importan al Señor. Él sabe siempre lo que nos sucede y las dificultades por las que pasamos. Jesús sabía lo que estaba sucediendo.

Segunda gran lección: no debemos desesperarnos, Dios siempre llega a tiempo. Él tiene el control sobre todas las cosas, aunque aparentemente esté en silencio.

Tercera gran lección, la más difícil de comprender: El Señor nos cuida ¡aunque aparentemente duerma! Esa es la confianza que nos llena de paz. El viento, el mar y, también todas las dificultades que estemos enfrentando, obedecen al Señor y no pueden pasar por encima de Él. Podemos descansar en Él, aunque creamos que está durmiendo. Vivir por fe significa confiar siempre en lo que nuestro Salvador hace. 

Nos cuesta descansar porque siempre queremos arreglarlo todo, por eso necesitamos aprender a vivir dejando todas nuestras preocupaciones en las manos de nuestro Padre celestial, confiando completamente en Él. Dios nos cuida siempre, aunque aparentemente duerma o parezca estar ausente.

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