Visitar a un amigo, visitar el cementerio

“El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre” Proverbios 27:17

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Un día estaba paseando con mi hija Kenia, y hablando sobre la amistad, me dijo algo que no olvidaré: me comentó que, para muchas personas, un amigo es como ir al cementerio. Hay gente que va a visitar la tumba de un ser querido para llorar y desahogar sus penas; para decirle cosas que nunca ha dicho y después sencillamente desaparece durante meses porque sabe que la persona muerta no va a contestarle ni pedirle nada. Hay personas que nos tratan así, cuando te necesitan vienen, hablan, se desahogan, te cuentan todo lo que sienten… y después desaparecen sin ni siquiera escucharte; no contestan a tus mensajes durante semanas y no vuelven a hablar contigo hasta que necesitan volver al cementerio para llorar y desahogarse. En principio me pareció una imagen un poco cruel, pero la verdad es que me hizo pensar.

La amistad es una vía de doble sentido. No se trata solo de lo que nosotros sentimos y necesitamos. El versículo del libro de Proverbios nos recordó que el hierro se afila con el hierro, es decir, la persona que nos ama nos ayuda a ser mejor. Se trata de dos personas, no de una relación unilateral o de un tipo de ayuda dirigida siempre en la misma dirección. Las dos personas lloran, las dos se alegran, las dos están cuando necesitan estar, las dos contestan lo mensajes, las dos hablan y escuchan.  

De otra manera, si solamente usas a una persona para que te ayude y luego la olvidas, es como si fueras al cementerio. Los amigos muertos no pueden considerarse amigos. Necesitamos vivir la amistad tal como Dios nos ha enseñado: para ayudarnos, para disfrutar cuando estamos bien, para llorar juntos, para hablar y escuchar, para preocuparnos unos por otros. De eso se trata la vida.

Recibe el contenido de Protestante Digital directamente en tu WhatsApp. Haz clic aquí para unirte.