El perdón libera

Michelle Pfeiffer y Jessica Lange son dos de las principales protagonistas de la película Heredarás la tierra (A Thousand acres 1997), dirigida por Jocelyn Mooor House. La historia narra las luchas entre tres hermanas y su padre, debido a la propiedad de la heredad de mil acres que tiene la familia. El problema es que el hombre había abusado de sus dos niñas mayores, y al final de la vida todo lo que les preocupa a ellas es quién se quedará con las tierras, incluso hasta tener que resolver todo en un  juicio; quieren que su padre pague por sus culpas de una manera u otra. El proceso es muy largo, y al final, cuando el Juez le concede las tierras a las dos mayores. el padre es un anciano con Alzheimer que prácticamente no sabe dónde está; pero al salir de la corte, su segunda hija le grita una y otra vez “¡Perdiste las tierras!”, y le dice a todos ”Quiero que lo comprenda, que se entere que ha perdido”. Esa es su venganza.

Cuando alguien nos hace daño, podemos escoger qué actitud vamos a tomar. Sabemos que la justicia es inexorable, tarde o temprano llegará, en esta vida o en la otra; pero nuestra actitud marca lo que sucede dentro de nuestro corazón. Si queremos venganza, viviremos para siempre anclados en el pasado, odiando a todos y llenando de amargura nuestra vida. En cierta manera, le estamos dando el derecho a quién nos hizo daño una vez, a seguir repitiéndolo día tras día, en un proceso que no tiene final. Lo que era un mal temporal, incluso siendo irreversible, acabamos por convertirlo en un sufrimiento para toda la vida. 

Conforme pasa el tiempo, la herida se va haciendo más grande, porque no queremos olvidar. Más tarde es más importante el enfrentamiento en sí, que el daño que nos han hecho. El querer tener la razón acaba matándonos, porque somos capaces de defenderla a cualquier precio, y creemos que sólo seremos felices, no cuando nos venguemos, sino cuando nuestro “enemigo” asuma nuestra venganza. Ese es el motivo por el que muchos viven queriendo hacer daño como sea, y cuando no pueden hacer otra cosa, hablan a todos de lo terrible que ha sido el comportamiento de quién les ha herido.

Sólo el perdón nos libera de una manera total y plena. La justicia puede ayudarnos, pero en muchas ocasiones, incluso cuando conseguimos disfrutarla en esta vida, no es más que una pequeña venda en las heridas de nuestra alma. Perdonar es intentar seguir el ejemplo del Señor, que siempre quiere restaurar a las personas y poner paz en las relaciones. Cuando perdonamos, nos parecemos a Él, y esa sensación de ser como nuestro Padre nos llena de paz, tanto a nosotros, como a nuestros enemigos. 

Cuando perdonamos, demostramos que confiamos en que Dios siempre actúa en el momento exacto, tal como nos prometió: “Tú espera, aunque parezca tardar, pues llegará en el momento preciso...” (Habacuc 2:3). Sabemos que Él hará justicia y aprendemos a no preocuparnos por nada.

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[title]Por un año más[/title]

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