Una crónica de las jornadas “Algo más”, celebradas por GBU Barcelona a principios de febrero.
La semana del 5 al 8 de febrero se llevaron a cabo las Jornadas evangelísticas de GBU Barcelona, este año bajo el título “Algo más”. Dicho nombre buscaba contrastar aquello que el mundo dice acerca del sufrimiento, el amor, la ciencia y la salud mental, frente a lo que Dios dice, poniendo un marcado énfasis en que la oferta del cristianismo es siempre más significativa, eficaz y satisfactoria.
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Las actividades se realizaron en la Universidad Pompeu Fabra, lugar de encuentro de varias facultades. La última vez que se realizó una jornada en la UPF, fue el 2017. Este año, el desafío no fue fácil, y los estudiantes que prepararon las jornadas de este año tuvieron que sortear todo tipo de obstáculos, tales como conseguir permisos, prepararse teológica y apologéticamente para enfrentar el ya tradicional “Interroga un cristiano”, movilizarse, invitar, diseñar y planificar.
Dichas jornadas son una instancia para poner a correr la creatividad por la causa de Cristo. Los estudiantes idearon todo tipo de acciones que pueden usar para captar la atención de aquellos a quienes intentan alcanzar. Entre las estrategias que se llevaron a cabo no podía faltar el clásico “Si Dios existiera ¿qué le preguntarías?”. Esta iniciativa consiste en colocar una pizarra en la que los estudiantes de la facultad tienen la posibilidad de plasmar sus dudas y pensamientos acerca de la deidad.
[photo_footer]¿Qué preguntarías a Dios?./ GBU[/photo_footer]
Las preguntas pueden abarcar desde la superficialidad más cotidiana hasta la profundidad más compleja. Algunos preguntaban, por ejemplo, si España ganaría el mundial 2026. Otros, dirigían su atención a tópicos más transcendentales. La pregunta de “¿Por qué Dios permite el sufrimiento?” se hizo presente una y otra y otra vez en aquella pizarra, y es que esta pregunta en particular representa para muchos el gran impedimento, la gran bandera roja que apuntaría a la no existencia de Dios.
Sin embargo, es prudente mencionar lo que Andy Wickham, el conferenciante invitado para estas jornadas 2024, pudo notar, y es lo que parece ser un cambio de dirección en la pregunta acerca del sufrimiento. Andy notó que, si años anteriores la pregunta más repetitiva por los escépticos era “¿Qué evidencias puedes enseñarme de que Dios existe?”, después de la pandemia se ha tornado a “¿Por qué Dios permite mi sufrimiento?”
La pregunta también deja de ser general para convertirse en personal. Ya no es “¿por qué Dios permite el sufrimiento?” sino “¿por qué Dios permite mi sufrimiento?”. Andy también se dio cuenta de la necesidad de elaborar una apologética cultural que responda eficazmente a los tremendos retos sociales que enfrenta esta generación.
[photo_footer]Andy Wickham, de Fundación Pontea, tuvo a su cargo algunas conferencias./ GBU[/photo_footer]
La vida ahí afuera, fuera de nuestras iglesias locales, es una batalla sangrienta. Las universidades que antes eran consideradas como el centro del conocimiento y la educación, ahora son el ágora del adoctrinamiento ideológico. Atrás van quedando el pensamiento crítico, la moral y la tolerancia de pensamiento, se van reemplazando por el estatus quo. Hoy, miramos atrás con nostalgia cuando las primeras universidades fundadas (Harvard, Princeton y Yale), constituyeron los centros intelectuales más influyentes de Occidente hasta el día de hoy.
Los educadores se tomaban en serio su trabajo pues “entendieron que el clima moral y ético de sus escuelas, facultades y universidades moldearían a sus generaciones futuras y, en última instancia, podrían decidir el curso de la nación”[1] y no se equivocaron, pues una gran cantidad de sus egresados se convirtieron en ministros evangélicos, mientras que otros se dedicaron a las profesiones tradicionales tales como medicina, abogacía y docencia. Esta época dorada nos recuerda que la universidad moderna que fue ideada por protestantes y tenía como objetivo capacitar ética e intelectualmente a los jóvenes que más tarde incidirían con su inteligencia y su ética en la sociedad.
El cristianismo, contrario a lo que se piensa, es una cosmovisión coherente con la realidad que nos libera para pensar, nos permite ver el panorama desde un lugar lo suficientemente alto para juzgar sabiamente, para impactar el mundo con valores sólidos que hacen justicia a la verdad y no a las ideologías. Por ello, este empeño por construir una única narrativa en las universidades es destructivo, pues fomenta la cultura de la cancelación, elimina el sano debate y castiga el intercambio de opiniones, aunque estas sean constructivas.
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Encuestas norteamericanas sugieren que “un 62% de los estudiantes norteamericanos cree que el clima social de su universidad les impide decir lo que piensan y un 41 por ciento es reacio a hablar de temas políticos en clase. Un 85 por ciento de los que se autoidentifican como progresistas no tendría reparo en denunciar a un profesor si dijera algo que les pareciera ofensivo”[2]. En España, algunos docentes están abogando por la libertad de cátedra[3] y luchando para volver a proveer a los estudiantes universitarios ambientes sanos en los cuales intercambiar ideas, sin temor a perder sus empleos o ser sancionados.
En todo este caos opresivo, vemos una oportunidad para que el evangelio de Jesús traiga verdadera libertad. El mensaje del evangelio se levanta como un himno contracultural, como el manifiesto de vida que proclama no el estatus quo, no el amoldamiento, sino la particularidad, porque Jesús nos encuentra en donde estamos y redime lo que está muerto en nosotros para luego usarlo para su causa.
Esta realidad también nos ayuda a reflexionar en la importancia de repensar la apologética. Desde la fundación del cristianismo, la iglesia ha tenido que hacer frente a diversas ideologías tanto dentro como fuera de sus paredes. Los retos pendientes de nuestro tiempo son diferentes a los de aquella generación. Las preguntas ya no parecen estar tan volcadas a la existencia de Dios o la historicidad de Cristo, aunque apreciamos y animamos a los apologetas a continuar renovando y puliendo estos argumentos. Sin embargo, los gigantes que se levantan hoy y que están destruyendo la vida de innumerable cantidad de niños y adolescentes son, solo por mencionar algunos, la ideología de género, aborto, feminismo, que constituyen un problema de salud integral. La apologética tiene una tarea pendiente.
En este contexto hostil, la labor que lleva a cabo GBU a través de las jornadas universitarias es más que valorable, porque vuelve a construir puentes entre la cultura y la fe evangélica, promoviendo un ambiente tolerante para el debate público y desmitifica la idea de que la fe es un valor privado que no debe incidir en la vía pública.
[photo_footer]La universidad acogió algunas charlas./ GBU[/photo_footer]
Así por lo menos lo constata Sara Ramón, una estudiante de la UPF que se interesó por las actividades de las jornadas. “Vengo de una familia mayoritariamente atea y no he tenido ningún tipo de educación religiosa. Hace tiempo que me interesa la Biblia y aprender sobre Jesús, e iba leyendo, pero quería dar el paso de contactar con alguien para poder aprender, debatir con otra gente y no sabía cómo. Me daba miedo acercarme a alguna comunidad cristiana y ser rechazada, pero la verdad es que lo que más me sorprendió era cómo de abierta fue la gente de GBU. Dispuestos tanto a escucharme como a hablarme con tranquilidad y de forma abierta. Me sentí muy cómoda y aunque me siento un poco fuera de lugar porque mi fe no es férrea o tan definida como la de algunos, estuve muy a gusto y me sentí muy afortunada de encontraros y haber podido dar el paso”.
El testimonio de Sara nos recuerda que Jesús no está lejos de la universidad. No puedo evitar recordar la obra de Francis Schaeffer, quien con su esposa Edith, abrieron durante años las puertas de su casa en los Alpes suizos para recibir estudiantes universitarios confundidos, sedientos de respuestas, inconformes con el discurso ideológico del momento, para buscar respuestas en Jesús. Sin duda Schaeffer llevó el debate a otro nivel y no se conformó con la mera idea de ganar discusiones. Considerado como un premonitor de los tiempos futuros, escribió en el 1970 que “la iglesia evangélica parece estar especializada en ir siempre a la zaga (atrás). Finalmente hablamos ahora sobre las presiones de crisis de raza entre blancos y negros, sobre la urbanización. Desde luego son problemas reales, pero el problema más grande con el que habremos de enfrentarnos, según yo lo veo y puedo estar equivocado, en los próximos treinta años, es la revolución con represión. La sociedad va a cambiar. La iglesia de hoy debe ir preparándose frente a los problemas de mañana en lugar de discutir los de hace 20 o 30 años…[4]”
Notas
[4] La iglesia al final del siglo XX, Francis S.107
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