¿En quién creemos?

Javier Bardem es uno de los actores españoles más reconocidos en todo el mundo. Aunque ha protagonizado muchos filmes, la verdad es que su interpretación del villano de Skyfall 007 fue un de las que más fama le dio. Siempre que le preguntan por sus creencias espirituales suele responder lo mismo, al menos lo ha hecho en varias ocasiones diferentes: “Yo no creo en Dios, pero sí en Al Pacino”.

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Aunque a veces tomemos a la ligera lo que Dios es y hace, siempre deberíamos pensar que si vamos a rechazar a Dios, necesitamos una buena excusa. La mejor que podamos inventar, porque un día tendremos que decirla en el momento más trascendental de nuestra vida, cuando estemos delante de Él: tendrá que ser algo que realmente funcione ¡si llegamos a creer que eso pueda ser posible! Muchos se han convencido a sí mismos que sus excusas serán suficientes delante de Dios.

Decimos que una de las claves en la historia de la humanidad es la resurrección del Señor Jesús. Si realmente Él venció a la muerte, tendríamos que comenzar a pensar que eso no es algo accesorio o intrascendente ¡Todo lo contrario! Es imposible tomarlo como una broma. Sé que se han puesto muchas excusas sobre la resurrección, pero la más increíble es la que el sumo sacerdote urdió junto los demás responsables de la región de aquel tiempo, supongo que la recuerdas: dijeron que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús mientras los soldados romanos que custodiaban la tumba estaban dormidos (Mateo 28:13).

Aparte del hecho de tener que confiar en la palabra de alguien que te dijo que vio algo mientras estaba dormido (¡y no hizo nada para impedirlo!), la pregunta es muy simple: ¿A quién prefieres creer? ¿Quién sería un mejor testigo en un juicio? ¿Alguien que dice lo que cree que sucedió “mientras dormía” (los soldados), o a alguien a quién no le importa morir para defender su testimonio (los discípulos)? Creo que no cabe ninguna duda.

Cuando nos ponemos la “armadura” en nuestra vida, una de las piezas claves es el casco. El “yelmo” de la salvación que protege nuestra cabeza (Efesios 6:10-18), el que nos libra de las dudas de los ataques infundados de quienes quieren hacernos creer que Dios no existe, sin darse cuenta de que Él siempre está ahí; lo sabemos no sólo porque creemos en lo que dice la Biblia, sino también porque la historia lo demuestra.

Por eso a Dios no le preocupa en absoluto defender su existencia: Está ahí y con eso basta. La realidad habla por sí misma. Creamos o no creamos, no podemos olvidar el hecho de que fuimos creados por Él, y que solo nos encontramos a nosotros mismos cuando volvemos a Él. Esa es la razón por la que sus preguntas son tan directas para nosotros: “¿Por qué cuando llamé nadie me respondió? ¿creísteis acaso que yo no sería capaz de rescataros? ¿creísteis que no podría libraros?” (Isaías 50:2). Es el momento de dejar de creer en quién sabe qué, y comenzar a confiar en Dios.