Cuando explota una estrella

Todos se gastan la vida buscando algo que perdieron y no saben qué es;

Una Verdad tan infinitamente clara como Orion, que solo de noche puedes ver.

Y si solo de noche, no es porque aquella Verdad se oculte de nosotros,

es solo que no siempre lo esencial es visible a nuestros ojos.

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Vivimos necesitando algo que el hombre aún no ha podido inventar,

parece que ni la rueda ni la imprenta nuestros corazones pudo saciar.

Si la necesidad se crea o existe es difícil de resolver,

lo cierto es que el hombre necesita algo y no sabe bien qué es.

Cada cosa creada en el universo obedece al llamado de una voz,

bastó una simple orden de su boca y en ex nihilo él creó.

No ha querido esconderse, ha dejado de manifiesto su intención:

que todo el mundo le conozca, por las evidencias en la creación.

Aun las profundidades del mar, los agujeros negros y el ADN,

dan cuenta de su gran ingenio, sus grandes obras le preceden.

El libro de instrucciones para la vida se escribe solo con 4 letras,

toda nuestra información genética contenida en tan solo una pequeña molécula.

Qué destreza y sutileza revelan ese gran diseño,

la mejor máquina del mundo no podrá igualarlo ni con mucho empeño.

Las líneas en nuestro dedos, las llaman huellas dactilares,

¿Quién se tomó la molestía de dibujarlas con tan preciso detalle?

Las matemáticas y la geometría son un reflejo de su increíble inteligencia,

y de que todo esté sujeto bajo las leyes de la naturaleza.

¿Quién ordenó esas leyes, y por qué no podemos cambiarlas?

¿Por qué nadie nos preguntó por ellas siquiera antes de ordenarlas?

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Parece que todo el universo fue preparado para nuestra llegada,

a nadie se le preguntó si en Neptuno o en plutón quería establecer su morada.

Las plantas hacen fotosíntesis y los animales siguen la cadena trófica,

el hombre no tendrá que preocuparse de dar funcionamiento a este tipo de cosas.

Las neuronas en equipo, todas ellas funcionando en plena armonía,

para ejecutar tareas esenciales para la vida que ninguno de nosotros podría.

Al azar nada le debemos; ¿qué produce él si no caos?

La materia solo puede crear a partir de lo que ya ha sido creado.

Una gran máquina es el cuerpo, el mejor invento jamás diseñado

el superhombre de Nietzsche no podrá superar jamás al ser humano.

Si solo somos genes que deben transferirse a la próxima generación,

¿cómo explicaba Sagan en casa que ama a su esposa más allá de la reproducción?

Qué sentido tiene la moral en un mundo relativista,

¿de dónde proviene nuestra constante sed de justicia?

Si no hay verdades absolutas y todo lo que hay son puntos de vista,

pronto empezaré a dudar si es posible siquiera que yo exista.

¿Quién puso sentido de eternidad en los corazones?

Solo la especie humana se pregunta por los orígenes y sus razones.

¿Por qué nos aferramos a la vida si nacemos sabiendo que hemos de morir?

Parece que el hombre se resiste, como alegando: esto no debería ser así.

Los eruditos se asombran por el milagro del lenguaje,

les sorprende que es innato en todos y previo a nuestro aprendizaje.

La música, un idioma universal presente en toda cultura,

el placer que nos produce apunta a una más elevada y completa partitura.

Hay infinidad de religiones, todas señalan una gran verdad,

que el ser humano precisa irremediablemente de algo que adorar.

Pero sigue el hombre sintiendo esa soledad cósmica,

las promesas de sus dioses son tan falsas como cómicas.

En el gran mercado de ofertas se exhiben las mejores propuestas,

cada uno se lleva a casa su dios, elige el que más se le parezca.

Seguimos dominando complejas máquinas pero no nuestros corazones.

¿No será que eso que busca no lo venden los mejores postores?

Este que creó en ex nihilo es el mismo que nos trajo a existencia,

quien no necesita presentarse, pues es el único Dios por excelencia.

El fín último del hombre, nunca ha estado escondido,

fue creado para adorar a aquel Dios y ser pleno en Su hijo.

Porque el hombre, hijo de ira, estaba muerto en sus pecados,

se dirigía hacia el abismo, sin el consuelo de sus dioses baratos.

Hasta que se alteró la narrativa, irrumpió en la historia un: “¡Pero Dios!”

El mundo ya no fue el mismo, por el gran amor con que nos amó.

La belleza de aquel hijo sobrepasa los tesoros del mundo,

todo existe para él, desde lo más visible hasta lo más profundo.

Cuando su nombre es proclamado la creación cantan una canción:

el más hermoso de los hombres, es Jesús el precioso Señor.

Incluso la brillante Sirius palidece ante su esplendor y gloria,

los mares y vientos le obedecen, Jesús gobernador de la historia.

Aun con toda su grandez y deidad, en su primera venida,

se humilló y soportó el dolor, por darnos vida nos dio su vida.

Más Dios previendo los hechos, le rescató de la muerte,

el bien supremo del hombre es glorificarle y disfrutar de él por siempre.

El deseado de las naciones, nos ofrece vida y perdón,

aquello que el hombre tanto anhela es Jesús el salvador.

Los átomos de nuestro cuerpo, vivieron alguna vez en alguna estrella.

Cuando una de estas explota, despide polvo cósmico tras ella.

Este polvo esplendoroso, nada sería si Dios no lo hubiese animado.

La respuesta a la canción de Nach, ¿Qué soy?, está en el creador y no en lo creado.

Más que residuos de supernovas, fuimos hechos a Su imagen,

hasta que satisfecho está en el Señor, el corazón del hombre es insaciable.

Jeniffer Díaz tiene estudios realizados en marketing y actualmente estudia teología en la Facultad Internacional IBSTE.