Ayudar al que ha caído

En la película “Sucedió en Manhattan” (dirigida por Wayne Wang, 2002), Jennifer López hace el papel de “Carmen”, una mujer que trabaja en el servicio de habitaciones de un hotel. En un momento de la trama la echan de su trabajo, pero la sorpresa salta cuando su jefe más cercano, se va con ella porque sabe que ha sido tratada de una manera injusta. Sus palabras en ese momento son geniales: “Lo que hacemos no define quienes somos, sino como nos levantamos después de que caemos” .

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La vida es más injusta de lo que creemos. No tanto la “vida” en sí misma, como un regalo de Dios, sino lo que los seres humanos hacemos con ella. A veces caemos porque nos equivocamos al tomar decisiones; en otras ocasiones, son otras personas las que nos tratan de una manera injusta y nos hacen daño. Sea como sea, la diferencia no la establecen las circunstancias, sino nuestra reacción ante ellas. Lo que nos define como personas no son nuestras caídas, sino la manera de levantarnos. Dios lo sabe, por eso dejó escrita una promesa que jamás debemos olvidar: “El justo cae siete veces; y vuelve a levantarse, pero los malos caerán en la desgracia” (Proverbios 24:16).

Sea cual sea la situación por la que estamos pasando, es Dios el que nos ayuda siempre. Es el poder de su Espíritu el que nos levanta, Él es nuestro abogado aquí en la tierra, el que nos defiende siempre desde lo más profundo de nuestro interior, de la misma manera que el Señor Jesús es nuestro abogado en los cielos y no permite que los que nos acusan injustamente, terminen triunfando. Si estamos en un momento difícil (¡Que siempre los habrá!), debemos recordarlo y colocarnos en los brazos de nuestro Padre Celestial. No se trata de las veces que hemos caído, sino de cómo Él nos ayuda a levantarnos si confiamos en Él.

Por otra parte, déjame decirte que solemos ser demasiado crueles con los que han caído. Cuando estamos bien, parece que somos capaces de acusar a cualquiera cuando tiene el más mínimo problema. Dios no hace la vista gorda cuando nos equivocamos y caemos, pero la Biblia dice también que Él jamás nos deja en el suelo. No permite que un hijo suyo esté caído. Dios es el Dios de la restauración, por eso, en cierta manera, cada hijo suyo que cae, es una afrenta a su nombre.

Nuestra misión es parecernos cada día más a nuestro Padre celestial: Ayudar al que está cansado y al que está solo. No se trata únicamente de vivir de una manera justa (¡Que ya es bastante!), sino también de ponernos al lado del que está sufriendo. Aunque nos parezca que estamos haciendo muy poco, ayudar y levantar al que cae puede marcar la diferencia no sólo en la vida de esa persona, sino también en la historia del Universo.

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La mejor decisión que podemos tomar hoy es ser “agentes” de su gracia. Especialistas en ayuda incondicional. Héroes de las segundas oportunidades.