La belleza no necesita justificación

Charlotte Rampling es una actriz francesa conocida por sus interpretaciones en películas tan famosas como La duquesa, Bajo la arena o La piscina. En una reciente entrevista a la revista Imágenes de la actualidad, hablaba sobre los primeros años de la vida diciendo: “Uno no se da cuenta de qué es la juventud hasta que la pierde (…) cuando eres joven puedes utilizar la belleza a tu favor o abusar de ella, es un regalo de Dios”.

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Cuando observamos el mundo natural debemos reconocer que hay un tipo de belleza que es objetiva, todos pueden llegar a reconocerla sin demasiado esfuerzo; pero también tenemos que darnos cuenta de que normalmente la belleza está en los ojos del que la observa. Algo que es agradable para una persona puede no serlo para otra. Dónde algunos afirman ver una belleza sublime, otros pueden pasar de una manera  completamente desapercibida.

Sea como sea, la belleza es un regalo de Dios. Pocas cosas podemos hacer sino intentar cuidarla. Es curioso, porque ese hecho delata que existe un Creador: cualquier proceso natural, evolutivo, casual o impersonal no se habría preocupado por afirmar la belleza de las cosas; sólo lo útil tendría sentido. Pero aún así, cuando el Creador nos muestra algo asombroso, eso alcanza no solo a la apariencia, sino también al interior de todo lo creado. Dios crea la belleza, simplemente porque se desprende de su carácter, no necesita ninguna justificación. En ese sentido, Dios solo puede crear belleza ¡Él no puede hacer nada que no sea bueno!               

Dios nos hizo de tal manera que, parte de nuestra felicidad brota al observar la belleza de lo que nos rodea, porque incluso lo que no nos atrae aparentemente, derrocha belleza interior ¡Así podemos ser nosotros! ¡Eso va más allá de una frase hecha! No solo podemos disfrutar de la belleza, sino también compartirla desde nuestro corazón. Estamos hechos a la imagen de Dios.

Solo un “pequeño” detalle más: la verdadera belleza siempre es admirada, no es capaz de verse a sí misma ¡No puede ser orgullosa! Dios la crea para “regalarse” a los demás; ese es el objetivo de toda la creación. ¡Porque esa es la esencia de su propio carácter! Santiago, el hermano carnal del Señor Jesús, no tenía ninguna duda al respecto: “Todo lo bueno y perfecto que se nos da, procede de arriba, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Jamás recordaremos lo suficiente que debemos aprender a disfrutar de Dios y su creación. Empaparnos de la belleza de su carácter y de todo lo que Él hace. Solo cuando le amamos a Él, comprendemos que todo lo que hace es bueno. Incluidos nosotros.

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Solo llegamos a comprender nuestro valor cuando vivimos en los brazos de nuestro Padre celestial.