Los años setenta

El fallecido cantante David Bowie hablaba a comienzos del año 2001 sobre lo que significaba el cambio de siglo, y dejó una afirmación importante: “Los años 70 fueron el inicio del siglo XXI”. Realmente fue así, la rapidez de los cambios en esos años y todo lo que ocurrió tanto a nivel tecnológico y social, como moral y espiritual, lo certificaron.

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Desde esos años setenta todo sucede mucho más rápido de lo que pensamos: la vida ya no se disfruta sino que se vive con estrés, no hay tiempo para parar, ni siquiera para ver el camino que hemos recorrido ni los objetivos que hemos alcanzado;  siempre hay algo nuevo que hacer, alguna meta nueva a la que aspirar… Lo que está llevando a la gran mayoría de las personas a terminar sus vidas completamente agotadas, y muy poco satisfechas.

No hemos aprendido a disfrutar del “camino”; solo nos preocupan las metas.

Casi sin darnos cuenta, hemos caído en los lazos del consumismo, que se basa siempre en establecer nuevas exigencias que no son imprescindibles en absoluto. Prácticamente todos en el primer mundo tenemos nuestras necesidades resueltas, pero la sociedad de consumo nos hace creer que necesitamos mejores aparatos, más comodidad, cambios en nuestra apariencia, etc. Los medios de comunicación nos obligan a comprar creando en nosotros la desazón y al frustración de no tener aquello que nos dicen que merecemos y deberíamos tener. Lo que sucede a partir de ese momento, es que la gran mayoría de las personas viven completamente insatisfechos con lo que hubiera hecho inmensamente felices a nuestros padres, sin ir más lejos.

¿Te has parado a pensar en lo que nos ocurre? Cuando compramos algo, durante un tiempo somos “felices”, hasta que esa satisfacción desaparece para crear la ansiedad por otra cosa nueva. Siempre hay un objeto mejor, o más grande, o que tiene mejores cualidades, etc, ¡Vivimos permanentemente insatisfechos!

La publicidad ha llegado incluso a definir a las personas por las marcas de los objetos “hombre Audi” o “mujer Prada” son simples detalles en un mundo que señala a todos bajo la dictadura del “Tanto tienes, tanto vales”. Esa es una de las razones por las que la insatisfacción ha llevado a muchos incluso al suicidio.

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Solo hay alguien que puede llenar nuestro corazón, y es quién conoce nuestra hambre, nuestro deseo de eternidad, nuestra necesidad de significado y cariño… ¡Ese Alguien es Dios mismo! Sus palabras son muy claras:  “Vienen días en los cuales mandaré hambre a la tierra; no hambre de pan ni sed de agua, sino hambre de oír la palabra del Señor” (Amós 8:11).

Solo Dios puede satisfacer nuestro corazón de una manera eterna; todo lo demás dura apenas unos días. No lo olvides.