¡Indignaos!

A mi consulta vino una niña encantadora con su madre. Parecía muy estresada, pero no entendí bien el motivo de la consulta. Finalmente me señaló algo en su rostro:

–¡Mire, mire qué mal!

Confieso que no vi nada. Insistió:

–¿Pero no ve qué pelos?

No vi más que una mínima pelusa, ciertamente normal, y así se lo hice ver. Eso la desesperó y su cara se arrugó de decepción. Algo se me estaba escapando, porque era evidente que estaba angustiada, pero yo no sabía muy bien por qué. Finalmente la madre me clarificó la situación:

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–Está muy angustiada porque ella se pregunta si en realidad no será un niño en vez de una niña.

No señores, el tema no tiene ninguna gracia. La tranquilicé, le hice ver que no había ninguna razón para sus dudas y creo que fui eficaz, pero por dentro me fue creciendo una progresiva indignación que podréis comprender.

El Dr. Carlos Arango, médico psiquiatra, acaba de denunciar el boom de jóvenes que ahora dicen por moda que son trans, pero no lo son; a nadie se le escapa que la razón está, entre otras, en esas actividades extraescolares en las que se promueven en los niños dudas sobre su identidad sexual.

• ¿Quién fue el adoctrinador que sembró esas dudas en mi paciente en una sesión de "educación para la diversidad"?


• ¿Quién la manipuló para que se preguntase si realmente es niña o niño?


• ¿Quién fue el irresponsable sacerdote de la ideología queer que extendió una confusión inútil e infundada en la cabeza de escolares como ella?


• ¿Quién fue el incompetente que vende como progreso tonterías sin base científica?


• ¿Quién le metería la angustia en el cuerpo a mi encantadora paciente con el cuento de que “hay niños que nacen con vulva”? Y se quedó tan ancho/a/e, pero ¿qué precio tiene la angustia definitivamente infundada de mi niña?


• ¿Qué precio estáis pagando vosotros los padres por tragar con las imposiciones dogmáticas de estos predicadores que venden dogmas como progreso, confusión como libertad? El precio es la vida de vuestros hijos, su alegría, su libertad.

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Durante semanas, mi pequeña dejó de jugar con muñecas (esa "lacra de la sociedad machista") para deprimirse ahogada en preguntas y dudas definitivamente innecesarias, estúpidamente inútiles. Esa niña puede ser la tuya o la mía. ¿Y vais a permanecer impasibles? ¡Indignaos!