La fortaleza de los buenos

“Strawsberry fields” Era el nombre de un centro del Ejercito de Salvación muy cercano a la casa en la que se había criado John Lennon en Liverpool, el hogar de su tía Mimi. En alguna entrevista, John dijo que no se había inspirado en ese nombre para su célebre canción “Strawsberry fields forever”; no sabemos si no quería verse relacionado con una iglesia evangélica en la que se ayudaba a todos los necesitados, pero seguro que el inconsciente de su niñez estaba ahí, dentro de su corazón.

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Ayudar, preocuparse por los demás, dar, proteger, suplir las necesidades de otros, ser bondadoso… puede parecer que vivir de esta manera no está de moda hoy, pero son cualidades imprescindibles en nuestro mundo. Las personas buenas son los que hacen la diferencia, los héroes desconocidos de Dios, los que la historia termina por aclamar aunque en el momento en el que ayudar a otros, pocas cosas parezcan tener mucho sentido.  

Como hemos comentado en varias ocasiones, nos da la impresión de que en este mundo los que triunfan son los que se hacen valer por si mismos y usan todos los medios para ganar, sin importarles en absoluto la bondad de sus actos. Muchos ni siquiera dudan un momento en hacer daño a quién sea con tal de alcanzar el poder; pero, déjame decirte una vez más que los héroes reales son otros.

¿No lo crees? La historia siempre termina reconociendo la fortaleza de los buenos. Como T.R.Glover definió de una manera genial, hablando del momento en el que Pablo se encuentra encarcelado por el emperador Nerón, el apóstol tendría todo el derecho a pensar: “Llegará el día en el que los hombres llamarán a sus perros “Nerón”, y a sus hijos “Pablo”. La ironía de la historia nos enseña que la bondad termina triunfando aún en un mundo lleno de maldad.

 Es así, la bondad es imprescindible en nuestra vida. De ninguna manera podemos olvidar ni menospreciar su valor: Esa es una de las razones por las que el Espíritu de Dios llena nuestro corazón de su propia bondad (Gálatas 5:22-23).  Nunca olvides que cualquier acto bueno de cualquier persona o cualquier criatura en el mundo, es un reflejo del carácter de Dios. Cuando amamos a Dios, queremos ayudar a otros, ¡esa es la primera consecuencia de nuestro amor!

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Cada cosa que hacemos, cada palabra de bendición, cada acto de bondad, cada abrazo que damos, cada minuto de nuestro tiempo que empleamos en amar y mostrar gracia a los que nos rodean tiene trascendencia eterna y no pierde su recompensa.

Un día, Dios hará que la humanidad conozca nuestro nombre.