Aprendiendo a esperar

Los célebres Bee Gees establecieron su residencia en Miami después de haber recorrido medio mundo con sus canciones. Barry Gibb era el principal compositor, pero llegó una época en la que los temas nuevos no fluían y muchos pensaban que estaban “acabados” para la música. Barry cuenta que todos los días al salir de casa e ir a la ciudad tenían que pasar por un puente que tenía unas estructuras de cemento y metal, de tal manera que iban sonando diferentes ruidos, dado que las estructuras no estaban colocadas a la misma distancia, lo que daba lugar a un ritmo discontinuo que duraba varios segundos. Cuando pasaban el puente a más de 80 kms por hora, ese “ritmo” parecía una secuencia de música funky, así que, después de escucharlo una y otra vez, compusieron sobre él el tema principal de la película Saturday night fever, uno de los mayores éxitos musicales de la historia.

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La verdad es que es una historia apasionante, porque ellos fueron capaces de “oír” lo que otros jamás habrían escuchado, creando belleza musical de algo aparentemente inocuo, un verdadero contraste con lo que está sucediendo en el día de hoy, en el que no importan demasiado la belleza ni tampoco la fidelidad de lo que está bien hecho: lo único que nos preocupa son los resultados. 

Vivimos en la tiranía del éxito, deslumbrados por lo inmediato. No importa si hay que cambiar lo que sea, o renunciar a cualquier principio importante, con tal de que podamos ganar algo. De nada sirven la paciencia para esperar ni el hecho de intentar hacer las cosas bien, tomando el tiempo necesario para que lo que hacemos sea bello y pueda tener trascendencia de alguna manera. ¡Queremos el éxito, y lo queremos ya! Nadie aguanta la espera.

Pero conforme va pasando el tiempo en nuestra vida, aprendemos que la paciencia suele ser una de nuestras mejores amigas… aunque desgraciadamente está muy infravalorada. Casi nadie la quiere como acompañante, porque todos queremos tenerlo todo ahora mismo. Y lo mismo sucede con las relaciones: si alguien hace algo que no debe, jamás le damos una segunda oportunidad ¡Ni hablar siquiera de una tercera! 

Sin embargo nunca debemos olvidar que el hecho de tener al Espíritu de Dios dentro de nosotros se demuestra cuando somos pacientes (Gálatas 5:22-23). Por eso es tiempo de recordar aquella famosa poesía:

"El que espera, desespera

Y el que desespera, no alcanza.

¡Por eso es bueno esperar,

y no perder la esperanza!

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Solo cuando somos pacientes aprendemos que la verdad permanece. Únicamente cuando abrazamos a los demás comprendemos que todos podemos equivocarnos. Solo cuando aprendemos a esperar y confiar, conquistamos lo eterno… día a día.