Hace unos días finalizó la Semana del Refugiado, despertando la conciencia sobre la gran cantidad de personas desplazadas en todo el mundo a causa de la guerra, el cambio climático, la hambruna, la pobreza, la persecución, el terrorismo o los conflictos religiosos.

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Las actividades de este creciente movimiento mundial han celebrado las contribuciones, la creatividad y la resiliencia de los refugiados y solicitantes de asilo. Como estamos presenciando en Ucrania, las causas del desplazamiento están interrelacionadas.

Los titulares diarios nos han hecho conscientes de la amenaza de hambruna aguda en África y Asia debido al bloqueo ruso de las exportaciones de cereales de Ucrania. Esto, a su vez, hará que más millones de personas busquen la supervivencia mediante la migración.

La invasión de Rusia ha provocado que casi cinco millones de ucranianos crucen la frontera de su país para encontrar al menos un refugio temporal. Una cuarta parte de ellos han sido evacuados por la fuerza a Rusia.

Más de 780.000 ucranianos se encuentran actualmente en Alemania, casi 380.000 en la República Checa y 137.000 en Italia.

Haz una pausa por un momento para imaginar esos números: los refugiados ucranianos en Alemania son iguales en número a toda la población de Ámsterdam. Principalmente mujeres con hijos (ya que los hombres deben quedarse para defender la libertad de su país), necesitan vivienda, atención médica, educación, vida social, ingresos y alimentos.

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Aunque no están clasificados oficialmente como refugiados, otros siete millones son “desplazados internos” dentro de su propio país con necesidades similares. Eso es más que toda la población de Noruega, por ejemplo.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) define a un “refugiado” como una persona que ha huido de la guerra, la violencia, el conflicto o la persecución y ha cruzado una frontera internacional para encontrar seguridad en otro país.

ACNUR estima que, por primera vez en la historia registrada, los desplazados ascienden ahora a 84 millones de personas, con más de 26,6 millones de refugiados obligados a cruzar fronteras, y el resto siendo desplazados dentro de su propio país.

Permanente

Toda Europa está involucrada en la crisis de Ucrania. Todos estamos siendo afectados de una forma u otra. Aunque la Unión Europea ha concedido a los ucranianos el derecho automático a permanecer y trabajar en sus 27 países miembros durante un máximo de tres años, muchos quieren volver a casa lo antes posible.

De hecho, ya lo han hecho cerca de tres millones, actualmente a un ritmo de 30.000 diarios. Kyiv ha vuelto ahora a dos tercios del nivel de población anterior a la guerra.

Acoger a los refugiados, vengan de donde vengan, es ahora una parte permanente de la vida europea. Este no es un fenómeno pasajero cuando termine el conflicto ucraniano, por largo que sea.

Si bien los ucranianos han sido recibidos con compasión en la mayoría de los lugares, dada la brutalidad de la invasión de Putin, los europeos no están recibiendo calurosamente a muchas otras personas desplazadas.

Sin embargo, de todas las personas, los cristianos deben ser conscientes de las instrucciones de Jesús de que al ofrecer refugio, comida, bebida, vestido y consuelo ‘a los más pequeños de estos mis hermanos’, estamos ministrando a Cristo mismo (Mateo 25:34-6).

La Biblia claramente llama al pueblo de Dios a dar la bienvenida a los extranjeros (Deuteronomio 24:14). Eso significa estar preparados para salir de nuestras zonas de confort, ofrecer amistad a los extranjeros, independientemente de su fe, y darles la bienvenida a nuestras comunidades.

El ministerio de la hospitalidad trae consuelo, paz y esperanza al corazón, la mente y el alma de los desplazados.

Sanación

El tema de la Semana del Refugiado de este año fue la ‘sanación’, respondiendo a la experiencia de los refugiados de triple trauma de: 1) tener que dejar el hogar y a los seres queridos, dejando ir lo familiar, 2) arriesgarse a realizar viajes peligrosos hacia un futuro incierto, y 3) a menudo enfrentando la indiferencia, la hostilidad y el rechazo en su tierra de exilio.

Los refugiados luchan con una sensación de pérdida y perturbación. Necesitan ser sanados de experiencias dolorosas para reconstruir sus vidas desde cero.

Nuestras comunidades de fe necesitan ser esos lugares de sanación. Eso requiere tener la intención de dar la bienvenida a los refugiados. Dios puede usarlos para enriquecer nuestra fe y nuestra vida a medida que desarrollamos relaciones juntos.

Aquí comparto motivos de oración, sugeridos por Refugee Highway Partnership:

- por las necesidades esenciales de seguridad, vivienda, agua, alimentación y atención médica.

- para que los pacificadores lleven la paz a países donde las guerras, la violencia y la persecución obligan a las personas a abandonar sus hogares.

- por una esperanza y un futuro para nuestros hermanos y hermanas desplazados por la fuerza que viven en circunstancias difíciles y con un futuro incierto.

- por las mujeres y los niños refugiados, entre las personas más vulnerables del mundo, que constituyen más de la mitad de la población mundial de refugiados.

- por los jóvenes refugiados, lejos de casa, incapaces de regresar a casa (menos del 1% de la población refugiada del mundo alguna vez es reasentada).

- por los países que acogen refugiados, el 80% de los cuales se encuentran en países en desarrollo como Pakistán, Irán, Jordania, Líbano, Turquía, Kenia, Chad y Etiopía.

- por ACNUR y las agencias no gubernamentales que atienden a refugiados y personas desplazadas internamente (IDP, por sus siglas en inglés), que a menudo luchan por obtener los fondos necesarios para brindar sus servicios.

- por Refugee Highway Partnership, una red internacional dinámica y creciente de individuos, iglesias y agencias cristianas que están encontrando formas de ayudar a las iglesias locales a buscar el bienestar y la protección de las personas desplazadas por la fuerza.

Jeff Fountain, director del Centro Schuman de Estudios Europeos. Este artículo se publicó por primera vez en el blog del autor, Weekly Word.