Disfrutar

La famosa torre Eiffel debe su nombre al ingeniero que la diseñó para la exposición universal del año 1889. Con 320 m. de altura, el edificio más conocido de París estuvo a punto de ser derribado después de la exposición porque a muy pocos les gustaba. Con 15.000 piezas de metal soldado y su apariencia innovadora, la ciudad se llenó de protestas no sólo de sus habitantes, sino también de los artistas. Decían que podría ser alcanzada por un rayo y muchas personas fallecerían. Con el paso de los meses el gobierno decidió dejarla porque encontraron que al ser tan alta, era el lugar ideal para poner una antena de telegrafía, aunque nadie estuvo de acuerdo con esa decisión…Hoy es el símbolo de Francia.

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Muchas veces no somos capaces de disfrutar con nuestro trabajo, o con la labor que otros han hecho. Somos especialistas en encontrar defectos a todo y a todos. Esa es una de las razones por las que no sabemos ser felices, porque en lugar de admirar y emocionarnos, juzgamos. En vez de asombrarnos, murmuramos.

Dios es completamente diferente a nosotros: la Biblia dice que cuando creó el universo y terminó su trabajo, admiró lo que había hecho y descansó. Vio que todo era bueno y disfrutó de lo que había creado. Como un artista que contempla la obra de sus manos, Dios abrazó la creación con admiración para enseñarnos a descansar. Para demostrar que el descanso es parte del trabajo, para decirnos de una manera clara que solo podemos ser felices cuando tomamos tiempo para disfrutar de lo que hemos creado.

Déjame decirte que uno de nuestros problemas es no haber aprendido a vivir como nuestro Padre Celestial. ¡Parece como si no fuéramos capaces de hacerlo! Cuando nosotros trabajamos siempre tenemos más proyectos que comenzar, siempre queremos hacer más y ganar más porque vivimos en la cultura del éxito, de la competitividad, del querer tener más que nadie, de los números. Vivimos esclavizados por nuestra ambición. ¡Por eso no aprendemos a descansar ni estamos satisfechos con nuestro trabajo! No somos capaces de contemplarlo y decir: “Está bien”, como Dios lo hizo; siempre tenemos más que hacer, nunca encontramos un final. No podemos disfrutar, descansar o jugar con nuestra familia. 

Sin embargo Dios nos hizo también para eso. El pecado trajo la competitividad y nos quitó el descanso. Dios nos regaló la capacidad de jugar, el enemigo nos esclaviza con la trascendencia de las supuestas pérdidas y la tensión de abrazar lo que creemos que nos pertenece.

Hoy es el día perfecto para comprender que necesitamos descansar físicamente y espiritualmente ¡Y solo Dios puede ayudarnos a hacer ambas cosas! Fíjate: “Que tu amor me sirva de consuelo... muéstrame tu ternura y hazme vivir” (Salmo 119:76-77). Cuando descansamos en la ternura del Señor, todo tiene sentido. Cuando admiramos lo poco que podemos hacer sin preocuparnos de lo que pueda suceder en el futuro… abrazamos la eternidad.