El mundo en nuestras manos

A veces hablamos de las oportunidades que tenemos en la vida, y cómo todo puede cambiar en un momento. Matt le Blanc, el conocido actor, podría decirnos mucho sobre eso porque fue al casting de la serie Friends, cuando sólo le quedaban once dólares en el bolsillo. Con la primera paga que le dieron cuando fue contratado, compró comida, porque era lo que más necesitaba. El contraste fue que en los últimos tres años (la serie se dejó de emitir en el año 2004, después de su décima temporada) ganaba ¡Un millón de dólares por episodio!

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Vivimos en un momento “raro” de la historia. Todos coinciden en afirmar que en el primer mundo, a finales del siglo pasado, estábamos inmersos en la cultura del consumismo, pero ahora… creo que esa manera de vivir nos ha llevado a la cultura del descontento. Si no tenemos el último modelo en cualquier tipo de aparato, ya no somos felices. Tenemos más de lo que hubiéramos podido imaginar hace sólo diez años, pero vemos los anuncios en los medios de comunicación y creemos que no podemos ser felices sin ese determinado coche o aquel teléfono, o la ropa de tal marca, o… Muchos se pasan la vida pensando en lo que no tienen. Nuestros valores han cambiado completamente, ya no queremos cambiar el mundo ni ayudar a los demás; simplemente nos miramos a nosotros mismos porque todo lo que nos importa son nuestros sueños y nuestros intereses.  

Mientras vivimos así, los problemas del día a día (muchos de ellos sin ningún sentido), terminan venciéndonos. El aburrimiento, la rutina y la soledad  acaban siendo nuestros compañeros permanentes y la mayoría de las personas no quieren salir de casa, porque viven “acompañados” por los medios de comunicación, internet, redes sociales, etc. El mundo entero a nuestro alcance (incluidos nuestros “amigos”) en unos quince metros cuadrados. Mientras tanto, vivimos sumidos en la incomprensión, porque nadie sabe lo que estamos pasando y no tenemos a ninguna persona con la que hablar. No solo nos sentimos incomprendidos. ¡En algunas ocasiones parece como si el mundo entero no tuviera sentido para nosotros!

Las cadenas del sinsentido siguen siendo las más terribles: vivimos en una cárcel y muy pocos quieren reconocerlo. ¡Pero Dios puede liberarnos! “Haré pedazos el yugo que llevas encima y romperé tus cadenas” (Nahúm 1:13). ¿Sabes como lo hace normalmente? Dándonos fuerzas para seguir adelante, para que podamos hacer nuestro trabajo de una manera fiel. Por eso el éxito no debe ser nuestro dueño. Las grandes multitudes no deben cegarnos, porque muchas veces, el hecho de que miles nos aclaman no significa que estamos haciendo algo bien. Lo que es bueno es lo que permanece: las chapuzas pueden tener miles de seguidores, pero duran pocos días. 

Alcanzamos la libertad del alma cuando hacemos bien nuestro trabajo y aprendemos a descansar en el trabajo de Dios.