¡Aleluya!

Gran parte de la conocida película Doctor Zhivago (Dirigida por David Lean, 1965) se rodó en la España franquista de los últimos años. Como la trama de la película se desarrolla durante la revolución rusa, se dieron algunas situaciones muy curiosas. En una ocasión, a altas horas de la madrugada, la Guardia Civil se presentó en el rodaje preocupada por los cánticos que sonaban surgidos de la revolución comunista: algunos pensaron que Franco había caído, y en el pueblo donde se desarrollaba el rodaje aparecieron expresiones de alegría y fiesta. Más tarde se supo que todo era parte solo una escena de una película.

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“¡Aleluya!” Esa suele ser la primera expresión que todo el mundo dice en un momento de euforia, no importan las circunstancias. “¡Aleluya!” Cuando a alguien le toca la lotería; “¡Aleluya!” cuando la persona a la que amas, dice que sí a tu proposición; “¡Aleluya!” cuando tu equipo gana por fin; “¡Aleluya!” cuando te suben el sueldo; “¡Aleluya!” cuando los resultados de un análisis son buenos; incluso “¡Aleluya!” cuando alguien encuentra algo, o simplemente cuando el coche que está delante de ti va demasiado lento y de pronto toma una desviación y se va por otro camino. A veces muchos pronuncian esa palabra con sorna, como una ironía de las muchas que hay en la vida.

“¡Aleluya!” para todo. Todo el mundo lo dice, tanto creyentes como no creyentes. Lo que no todos saben es que esa palabra, “Aleluya”, es, literalmente: “Alabad a Dios”. Y si somos justos con la lengua hebrea, va mucho más allá que eso. La primera parte, Halel, significa “entusiasmarse”, estar orgulloso de alguien, asombrarse e impresionarse por algo o por alguien. La segunda, Yah, es el apócope del nombre de Dios. Eso es literalmente alabar a Dios, derrochar entusiasmo por él, vivir impresionado por lo que Él es y hace, estar “orgulloso” de conocerle y amarle. Lo que la Biblia nos enseña es que no es posible alabar a Dios de una manera fría o insensible. No se puede decir que le seguimos sin apasionarnos por Él. No podemos amarlo sin estar orgullosos de su carácter y sus obras.

Por si no lo sabías, la misma palabra “entusiasmo” se deriva del griego y significa “Estar en, dentro de Dios”. Cuando vivimos en Él, todo se transforma, y la grandiosa eternidad desciende a pasear con nosotros cada día. Es imposible estar con Él y no entusiasmarse.

Así que cada vez que decimos “¡Aleluya!” estamos alabando a Dios, mal que les pese a algunos que no creen en él, y sin embargo utilizan esa expresión. Por eso no puedo dejar de decirlo. ¡Y no necesito ningún motivo para hacerlo!

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¡Aleluya!

No es posible adorar a Dios de una manera fría o insensible