Heredamos de Dios diferentes características, entre ellas la capacidad de imaginar lo no creado, la capacidad de inventar historias y crear mundos.
Por Alex Dixon Fajardo Cisternas
El universo es un lugar inmenso, imposible de ser medido y explorado por una sola persona ni por una sola generación. No solo eso. Nuestro propio planeta no ha podido ser explorado completamente. A modo de ejemplo, el 95% de las profundidades del océano no han sido exploradas. Los descubrimientos son cada vez más sorprendentes. El universo y el planeta ofrecen criaturas y mundos que parecen sacados de una película de ciencia ficción.
Para los que creen en un dios creador, la creación resulta ser aún más maravillosa, al pensar que hubo un ser que diseñó el mundo y que estableció las reglas que rigen a la vida. En esta nota mencionaré unos pocos ejemplos de lo que me ha fascinado, y que me ha hecho pensar que Dios, al crear este universo, – pido perdón si soy atrevido con esta afirmación – fue guiado por una pasión similar a la que muestra un escritor, pero con un espíritu mayor.
El tiburón boreal es un animal del cual la información que se posee aún es muy reciente. Este tiburón es de las especies más longevas del mundo, se han encontrado especímenes que alcanzan los 400 años de edad y se piensa que podría superar los 500 años de vida. Tiene un lento desarrollo, crece cerca de un centímetro al año, y puede llegar a medir hasta 6 o 7 metros de longitud. Alcanza la maduración sexual a los 150 años de edad y, por último, es un depredador que se desplaza muy lento, es prácticamente ciego, aunque tiene un gran olfato. Su hábitat está entre la superficie y los 2000 metros de profundidad. Realmente viene de otro mundo.
El universo en su totalidad es asombroso, y creo que es una gran terapia el dejarnos sorprender por su inmensidad. No se puede afirmar con facilidad cuántas galaxias hay en el universo. Hace una década se calculaba que existían entre 100 y 200 millones. Tras los registros del telescopio espacial Hubble, ya se sabe que esta cantidad es 10 veces superior, lo que quiere decir que existen 2 billones de galaxias (2 millones de millones). La cifra ya es imposible de dimensionar, pero esto no se detiene aquí.
Nuestro sistema solar está ubicado en la conocida Vía Láctea. Solo en esta galaxia, que es nuestro hogar, se calcula que existen otras 300 mil millones de estrellas. Y si tratamos de calcular el número de estrellas, la cifra es simplemente imposible de ser comprendida por nuestra mente. El número de posibilidades de vida fuera de la tierra oscila entre “0” e infinito. También es imposible de determinar. Las galaxias tienen sus propias características y hay estrellas de enorme tamaño y con una intensidad de calor superior a la de nuestro sol. Pero no soy un experto ni pretendo sentar cátedra, solo los animo a dejarse fascinar.
Esta inmensidad nos hace cuestionarnos, ¿realmente hay un ser tan grande capaz de diseñar todo esto? ¿Realmente hay un ser con el poder de crear el universo? Podemos pensar que no existe un ser tan poderoso y eterno, y en esa postura podrían estar los ateos o los agnósticos. Algunos quizás sean equilibrados, quizás piensen que ningún ser podría crear esto, pero sí creen que este universo ha dado a luz una conciencia superior. En otra esquina se encuentran los que creemos que Dios es tan y más grande que el mismo universo, y que su inteligencia y creatividad supera de forma infinita nuestra mente. “Él” es capaz de crear el bosque sin perder de vista el árbol, y viceversa, todo en perfecto equilibrio.
Dejando de lado por un momento la admiración por el bosque, volquemos nuevamente nuestra vista por los detalles de este lugar. En nuestro planeta viven una gran cantidad de animales bastante particulares, algunos parecieran haber sido sacados de una historia infantil, y uno de estos es el ornitorrinco, que pareciera ser una mezcla de castor, pato y nutria. Si su apariencia no fuera suficiente, cuenta con ciertas características que lo hacen único. Por ejemplo, hay solo dos tipos de mamíferos que se reproducen por huevos: los equidna y los ornitorrincos. Estos últimos también serían unos de los pocos mamíferos que pueden producir veneno. Viven en túneles que ellos mismos construyen y utilizan una técnica de electrolocalización para capturar a sus presas. Sin duda, son un animal especial, y si hubo un ser que utilizó toda su creatividad y poder para crear el universo, aún tenía algo guardado para algunas de las criaturas más pequeñas de la tierra.
Cuando empezamos a notar la diversidad del mundo y el nivel de detalle que hay en él, podemos afirmar que el ser humano jamás creará algo igual. Los que amamos la ciencia ficción y la fantasía épica podemos sorprendernos por la increíble capacidad de ciertos autores de crear mundos tan diversos, con sus propias reglas, razas y su propia historia. El mundo desarrollado por Tolkien es admirable: diseñó mapas, una mitología propia, milenios de historia y, además, construyó lenguas para sus razas, algunas de las cuales son enseñadas en los círculos de sus fans más adeptos. Tolkien es una muestra ejemplar de una capacidad casi divina de crear y diseñar mundos y universos, sin perder de vista ni el bosque ni el árbol.
El relato bíblico afirma que la humanidad fue hecha “a su imagen” (Génesis 1), y no se refiere a un sentido físico-orgánico, más bien a un sentido espiritual y mental. Heredamos de “Él” diferentes características, entre ellas la capacidad de imaginar lo no creado, la capacidad de inventar historias y crear mundos. Al pensar en Dios cuando creó el universo, imagino una figura de Tolkien que, con pasión, rigurosidad y ensimismamiento, creó un mundo perfectamente lógico, con capas y capas de detalles. Solo una pasión tal lograría asombrarnos al ver tanto el bosque como la hoja más pequeña del árbol más insignificante.
Millones de seres humanos han dejado este mundo sin conocer apenas una pequeña parte, y muchos más partirán sin si quiera haber logrado conocer el “árbol” en el que viven. Para cualquier persona sería imposible conocerlo todo. Ni si quiera toda una generación lo lograría. Entonces, ¿cuál es el propósito de un mundo tan vasto? Probablemente este universo tiene propósitos eternos, que lograremos comprender pasando el umbral de la vida y la muerte. Una teoría descabellada que se me viene a la cabeza es que en la eternidad se agendarán una serie de tours para terminar – o empezar – a conocer este mundo inmenso. Quizás, hasta seremos parte de la creación de nuevos mundos. La capacidad de Dios por ampliar los límites de la ciencia y el conocimiento es infinita.
No puedo dejar de pensar en esta premisa: Dios es un escritor de ciencia ficción. La ficción, entonces, tiene algo divino en ella, no es mero entretenimiento. La ciencia ficción es una forma de acercarnos a lo que podría ser o es, usando lo poco que conocemos ahora como herramienta. Es imaginar y soñar algo que podría ser posible, y crearlo, y permitir que otros lo experimenten como real.
Por otra parte, las obras de los autores de ciencia ficción, generalmente terminan por cumplirse. Ése es el caso de las obras de Julio Verne. Podría decirse que el escritor de ciencia ficción es un profeta moderno que, sin saberlo, anuncia la infinita capacidad creativa y expansiva de Dios.
Alex Dixon Fajardo Cisternas – Periodista – Valparaíso (Chile)
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