Dan Brown aparece siempre en las fotos vestido de manera informal. Suele ir con pantalón caqui o vaqueros, un polo o jersey de cuello alto y una chaqueta de
tweed. Su imagen nos resulta ya algo habitual, pero rara vez va acompañada de voz alguna, puesto que no ha dado ninguna entrevista desde enero de 2004. Su biógrafa dice que sintió que hacía el ridículo cuando apareció en un programa de televisión que había hecho un concurso para averiguar unos “códigos” escondidos en la portada de
El Código Da Vinci. Tras revelar en pantalla que algunas de las letras de las solapas habían sido “oscurecidas”, admitió ante el presentador de la ABC, Charles Gibson, que “técnicamente, esto no es un verdadero código, sino sólo un lenguaje oculto”...
Esto no es más que un ejemplo de cómo Brown juega el lenguaje. Nos habla de símbolos y su significado, cuando no hay símbolo o clave alguna. Dice que “todas las descripciones de obras de arte, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces”, pero luego resulta que para los todos los hechos que él presenta, “evidencia no es lo mismo que prueba”. Su literatura es evidentemente de ficción, pero habla de ella como de una cuidadosa investigación histórica, que ha llevado durante años con excepcional rigor. Sus críticos son feroces, pero él siempre contesta con una desarmante elegancia. No hay duda que estamos ante un encantador de serpientes…
EN BUSCA DEL ÉXITO
Brown ha estado casi toda su vida vinculado a una academia, o sea un centro de enseñanza secundaria que hay en la antigua costa de Nueva Inglaterra, en una ciudad llamada Exeter. Es allí donde su padre era profesor de matemáticas y su madre tocaba el órgano, cuando nació en 1964, pero también donde él mismo ha enseñado inglés, literatura y redacción, hasta hacerse tan rico, que ya no necesita trabajar el resto de su vida… El autor de
El Código Da Vinci es en cierto sentido un tipo característico de Nueva Hampshire. Su espíritu elitista y exquisita educación, ha hecho que este estado tenga una larga tradición de sociedades secretas, como las que fascinan a Brown. Aunque su sueño fue siempre tener éxito...
El secreto de su motivación parece estar en su esposa Blythe, que ha creado toda su carrera, desde que le conoció en el negocio de la música. Brown intentó hacerse un nombre como cantautor en Los Ángeles, donde llegó a grabar algunos discos y conoció a su esposa, que se convirtió en su agente. Lo que hizo por su música, lo ha hecho también por sus novelas. Es ella quien se ha ocupado siempre de la publicidad, ha escrito las notas de prensa y organizado entrevistas con productores y periodistas. Aunque muchas de estas cosas están ahora en manos de su agente y editor, es todavía ella quien le ayuda a investigar cada tema, proporcionándole documentación…
¿INVESTIGADOR?
Porque
¿de dónde saca Brown la información? Al principio de
Internet, pero le encontraron tales errores a su primera novela, que sólo usa ya la correspondencia electrónica.
“Mucha gente me dice: Internet tiene que ser muy útil, ¿verdad?, pero bueno en realidad no lo es, porque muchísima información que se encuentra en la red es imprecisa y absurda”. Para Brown, “es casi más difícil bucear en toda esa extraña mezcla para seleccionar lo poco de verdad que aparece en Internet, que ir a París y, a través del Louvre, localizar expertos en Leonardo Da Vinci y conversar con ellos, o leer libros de reputados historiadores”. Sus lecturas son por eso “casi exclusivamente obras de ensayo”, aunque generalmente de autores esotéricos.
Cuando estudiaba español e inglés en la Universidad de Amherst, pasó un año en la Universidad de Sevilla. Es allí donde escucha la estrafalaria idea de un profesor de arte sobre la posibilidad que Maria Magdalena estuviera representada como Juan en
La Última Cena de Da Vinci. Su mujer resulta conocer también esa teoría, ya que era aficionada al mismo artista. En algunas entrevistas se ha referido a ella como historiadora del arte, pero su pasión en este sentido es autodidacta, no académica. Su rigor por ello no es muy diferente al que demuestra en su descripción de Sevilla en su primera novela,
La fortaleza digital. El
cuadro que hace tan absurdo de esta ciudad, es tan divertido que nadie pensaría que hubiera estado realmente allí…
ESCÉPTICO, PERO CREYENTE
A Dan Brown le gusta decir que comienza a investigar los temas de sus novelas como un escéptico, pero acaba como un creyente. Si hay algo por lo tanto que no se puede decir de sus novelas, es que son simples historias. Aunque muchos le intentan defender, diciendo que es solo un escritor de novelas, no hay duda que él no ve así su trabajo. Habla de él como una tarea de divulgación, para la que dedica años de estudio, hasta llegar a un conocimiento, que intenta transmitir por medio de la ficción. Ve así su misión como una tarea didáctica, aunque sea en un contexto de entretenimiento.
Su biografía dice que recibió una educación cristiana”, concretamente episcopal. “Cantaba en el coro de la iglesia, asistía a la escuela dominical y pasaba los veranos en un campamento cristiano”. Es más: “Hasta el día de hoy, trato de vivir mi vida obedeciendo los principios básicos de las enseñanzas de Cristo” ¿Cómo se convierte entonces en el blanco de la crítica eclesiástica?
Según Rogak: “Los editores saben muy bien que la polémica vende libros y rezan para que aparezca una figura rebosante de indignación que haga un llamamiento público para que se boicotee un libro”. Aunque “por supuesto, a los impulsores del boicot suele salirles el tiro por la culata y las ventas se disparan, lo que hace las delicias tanto de las editoriales como de los autores”.
Hoy en día Brown es uno de los autores más vendidos de todos los tiempos. Ha publicado más de veinticinco millones de su novela en cuarenta y cuatro idiomas, pero sufre una increíble parálisis, por lo que se desconoce cuándo será capaz de hacer otro libro.
Su quinta novela se supone que se desarrolla en un contexto masónico de Washington, pero
La Llave o Clave de Salomón lleva ya varios años anunciada, sin que se tenga la menor idea de cuándo aparecerá. Alguien ha dicho que “el éxito ha arruinado más escritores que el fracaso”.
De cualquier forma, El Código Da Vinci quedará siempre como un fenómeno de estudio, que revela una auténtica búsqueda espiritual. Pero si la fe cristiana ha sobrevivido a las obras de tantos de sus enemigos, no hay duda que lo hará también a las novelas de un escritor de Nuevo Hampshire…
MULTIMEDIA
Otro artículo de José de Segovia sobre este mismo tema:
Jesús y El Código da Vinci AQUÍ
Conferencia de José de Segovia sobre
Falsedades del Código Da Vinci AQUÍ (audio, 7 Mb)
Trailer de la película “El Código Da Vinci” AQUÍ (video, 5 Mb)
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