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Los odiadores profesionales

En el mundo en que vivimos es más sencillo odiar. Es más sencilla la crispación.

AMOR Y CONTEXTO AUTOR 24/Noa_Alarcon_Melchor 09 DE AGOSTO DE 2021 14:13 h
Imagen de [link]Volodymyr Hryshchenko[/link] en Unsplash.

Siempre hay algo nuevo, o algo más, por lo que me gustaría ser un poco más como Jesús. Últimamente pienso que me gustaría parecerme más a él en cómo trataba con los críticos y los que le insultaban.



Muchos que hacemos cosas en público tenemos que lidiar con los odiadores profesionales, con gente que parece que no tiene otra cosa que hacer que venir a decir barbaridades a Internet. Están los que lo hacen por molestar. Están, además (y creo que es más grave) los que realmente creen las barbaridades que dicen. Los que piensan mal de todo, lo critican todo, les parece mal, deshonesto, y todo lo que no encaje en su esquema mental carece de aptitud o espíritu cristiano… todo. Prácticamente, cualquier cosa que hagan otros y a lo que ellos no estén acostumbrados. Miedo me da cuando uno de estos te escribe “Amén, hermana”. Algo malo tiene que haber pasado.



A veces da la sensación de que esto es nuevo, de que es una plaga moderna que nos agota mentalmente y drena nuestra capacidad para ser y estar en el espacio común de las redes sociales. De hecho, diversos estudios han analizado el hecho de que se suelen postear más comentarios negativos en redes sociales, y cuando el primer comentario es negativo, pocos comentarios positivos siguen. Por regla general, los que tienen algo bueno que decir se callan. En el mejor de los casos, te lo dicen en privado. Es el mundo en que vivimos: es más sencillo odiar. Es más sencilla la crispación.



Estar enfadado, ofendido, crispado, te hace sentir que tienes un objetivo y una justificación. Sí, estoy hablando de la salvación personal. Porque una cosa es que la teología nos hable de la salvación, y otra diferente lo que nosotros (como personas individuales, como sociedad) percibimos como salvación, redención o justificación. Se confunde la crítica legítima de una injusticia (que se puede hacer sin amargura, por pura verdad y justicia) con la ofensa permanente. Nunca lo diré suficientes veces, y es algo que siempre repito a mis hijos con la esperanza de que se acuerden de ello cuando sean mayores: se ofende el que quiere. Nadie “te ofende”, eres tú el que se ofende, y del mismo modo, el aprender a no ofenderse es una disciplina espiritual.



Y eso no significa que no te parezca una barbaridad lo que se está diciendo. O que no duelan las acusaciones. Lo que sucede es que tenemos el nivel de madurez emocional de un aguacate, por norma general.



De nuevo, el ejemplo de Jesús es maravilloso. Creemos que todo esto es nuevo, pero Nicodemo (Juan 3) también fue a él en privado a decirle lo que no se atrevía en público. Se enfrentó constantemente a las críticas de sus compañeros, los “judíos de bien”, porque los que creían en él eran los descarriados, los miserables, los pobres. Jesús, en su opinión, no era un maestro de verdad porque solamente se dedicaba “a contar historietas” (algo de lo que también me han acusado a mí últimamente, y me ha hecho reír).



¿Acaso Jesús no amaba a los que le perseguían? Creo fielmente que también murió por ellos. Pero no por eso dejó de decirles la verdad: “… no queréis venir a mí para tener esa vida… a vosotros os conozco, y sé que no amáis realmente a Dios… buscáis la gloria de los unos o de los otros pero no buscáis la gloria que viene del Dios único” (Juan 5:39-44). Hoy también Jesús ve a los odiadores profesionales, muchos de ellos cristianos, y les sigue diciendo lo mismo que les dijo en su momento a sus propios odiadores. Y les sigue ofreciendo, al mismo tiempo, la misma redención, la misma salvación verdadera, que va más allá de seguir las corrientes culturales del odio y la crispación, que pasa por tener un poquito de disciplina y habituarse a convivir con el fruto de verdad y amor del Espíritu que habita en nosotros.



Soy la primera que me tengo que bajar del carro de la amargura permanente. Yo también caigo en ese error en cuanto me despisto, porque vivo en este mundo y esta es mi cultura. Vivimos en un mundo roto, y no hay ninguna esperanza. Podemos intentar hacer ajustes para que la vida sea un poco más ligera, pero los de mi generación para abajo hemos crecido con la convicción de que no hay futuro, de que no podemos desear que la vida vaya a mejor, porque no lo hará. Y, sin embargo, resulta que, a diferencia de este mensaje, yo tengo una esperanza preciosa en Cristo, en el evangelio que está vivo, en el reino de Dios en el que suceden cosas inesperadas y maravillosas. No puedo desaprovecharla. No puedo ignorarla o despreciarla. Puede ser que de esa esperanza que no queremos o no podemos reconocer surja el verdadero cambio, la verdadera luz que necesita el mundo. Nosotros seguimos rotos, amargados, crispados. Pero en Cristo podemos ser otra cosa totalmente diferente. Podemos transmitir otra cosa totalmente diferente. Podemos incluso criticar y señalar la injusticia y el mal a la manera de Jesús (Juan 5:39-44) sin necesidad de caer en el odio. Existe ese camino y pasa por el evangelio.



A ver, hablo de todo esto para intentar encontrar un sentido a mis crisis periódicas que me hacen desear no volver a escribir nunca más, y dejar esta columna, y cualquier otro lugar público, solo por no tener que volver a enfrentarme a otro más de estos odiadores profesionales. Cada mensaje de desprecio, cada insulto, cada ironía amarga, me hacen daño, sinceramente. Me gustaría ir siendo cada vez más como Jesús para lidiar con esto. Pero sé que ser más como Jesús pasa por no dejar de decir la verdad: “Sé que no amáis realmente a Dios… buscáis la gloria de los unos o de los otros”. Era verdad entonces y es verdad ahora.



La verdad (decirla, buscarla) a veces no “arregla” las cosas, de primeras, pero trae muchísima paz. Leer estas palabras de Jesús me trae mucha paz. Son una explicación muy lógica y legítima. Los fariseos también se pasaban el día con la Biblia en la boca, como muchos que conocemos hoy, pero Jesús los conoce (qué paz hay en esa afirmación), y sabe que da absolutamente igual. No le engañan. Y mejor aún es saber que no es definitivo. Jesús les dejó a todos la puerta abierta, nunca dejó de insistir, como pasó finalmente con Nicodemo. Jesús los ama, a pesar de su odio constante. A pesar de que le odien a él. Y yo no solo tengo que aprender a que Jesús, al final, a pesar de todo, deja abierta la puerta del amor; no solo tengo que aprender que Jesús es amor, sino aprender a darle la vuelta a todo esto en mí misma y convertirme yo también en el amor práctico, de carne y hueso, de Jesús, para los demás.


 

 


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COMENTARIOS

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Luis brull torcal
10/08/2021
11:05 h
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Noa...hemos de "aprender" a dejar de lado los "medios días", cuando existen "días enteros". Se que es difícil, porque en el ADN de muchos (que también se llaman "creyentes") está el que les molesta TODOS los que no creen exactamente lo que ellos. De hecho...ellos son los que señalan QUIÉN tiene el Espíritu Santo, y quién no!. Es triste pero éso circulará siempre alrededor de TODOS LOS NACIDOS DE NUEVO. Encima... eres mujer...! Dios mío...cuando podremos "cruzar" finalmente el Jordán?. Ánimo
 



 
 
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