“El color de mi cristal”, nuevo libro de esta escritora, filósofa y líder evangélica.
Llega a mis manos el libro “El color de mi cristal”, de Yolanda Monroy Herrera. Yolanda está casada y es madre de cuatro hijos. Es escritora, periodista, licenciada en filosofía pura, conferenciante y presidenta del Consejo Nacional de las Iglesia de Cristo.
Ya de por sí me atrae la portada, preciosa, colorida; el título, atractivo también, (la importancia de la perspectiva con que miras, el enfoque) y sobre todo, sobre todo -repito intencional- me atrae enormemente su autora: Yolanda Monroy. ¡Cuántos recuerdos a mi mente y qué emoción!
Tengo poco tiempo para leer libros, lo confieso, y este lo he leído prácticamente del tirón. He disfrutado leyendo, me lo he pasado pipa con la lectura, he aprendido nuevas cosas, sobre todo matices super interesantes en cuanto al papel de la mujer en la iglesia, he conocido más a Yolanda…. en fin…ahora os cuento más despacito, porque me sale todo a borbotones. Ha sido mucho lo que este libro ha traído a mi presente.
El libro tiene dos partes bien diferenciadas: una primera parte de recopilación de sus conferencias, impartidas en los Encuentros Nacionales de las Iglesias de Cristo (a la que pertenece y de la que -como dije- es Presidenta del Consejo Nacional); y una segunda parte, de recopilación de sus breves artículos sobre temas diversos. Estos artículos se publicaron por primera vez en la Revista Restauración y después Alternativa 2000. Pero son conferencias y artículos atemporales, llenos de principios válidos actualmente y siempre. Y en relación a las conferencias, que son todas ellas sobre el papel de la mujer en la iglesia, que valgan para hoy también dice mucho de Yolanda Monroy. Me explico mejor: fue una adelantada en aquella época de los años 90. Sus artículos y conferencias sobre el tema de la mujer eran una novedad, fruto de una mujer coherente y valiente.
Y voy a confesar algo. Los que me conocéis sabéis que una de mis grandes cargas y pasiones es el tema de la igualdad y la mujer. Soy pastora, desde hace 20 años, pero mi llamamiento a servir en el Reino de Dios siempre ha ido unido al llamamiento de proclamar la igualdad de la mujer, al llamamiento a ejercer la pastoral y cualquier otro don, sin techo de cristal, de las mujeres. Igualdad espiritual ante Dios, e igualdad en el desarrollo de nuestros dones sin excepción, dentro y fuera de la iglesia.
Hoy confieso públicamente que la primera vez que oí hablar de este tema en profundidad y desde una perspectiva bíblica, fue a Yolanda Monroy. Sí, digo “escuché” porque llegaron a mis manos unos “casetes” de aquellos antiguos, allá por el año 1995/6. Eran creo, 3 casetes, que me entregó Juanjo Bedoya, fiel amigo, de las grabaciones de las Conferencias nacionales de las Iglesias de Cristo, que me enviaba Juan Antonio Monroy., siempre defensor del ministerio de la mujer. El título era “El papel de la mujer en la iglesia”. Aún lo recuerdo escrito a mano sobre la funda del casete. En esa época de mi vida (recién salidos de una secta mi familia y yo), cogí ese casete y lo devoré. Lo escuché 20 veces, o más…en serio. Y tomé apuntes, e investigué sobre el tema. Aquello me impactó. Yolanda me ayudaba a razonar y entender que la igualdad de la mujer era un principio bíblico, era parte de las ideas de Dios, y que el llamado “machismo” era consecuencia del pecado y que distorsionaba el papel de la mujer. Y también me ayudó a entender que había en la historia de la iglesia un pasado sin el cual “no podemos entender el presente”, decía ella. “Para dar visión de futuro, hay que conocer el pasado, lo cual nos ayudará a entender el presente”. “El conocimiento sin duda, nos ayuda a comprender”. Esas recuerdo que eran frases suyas literales. Y en concreto en el tema de la mujer me impactó su afirmación: “Si antes, en la época de Pablo, de la iglesia primitiva, era un escándalo que la mujer predicara o ejerciera otros dones en la esfera pública, hoy es un escándalo que no la dejen hacerlo”. ¡Bravo Yolanda! Frase que quedó grabada en mi mente.
Y en esas conferencias dio un repaso a toda la historia de los filósofos griegos y romanos y sus ideas y visión de la mujer, y cómo influyeron en pensadores y teólogos tan importantes en la iglesia como los primeros padres, como Tomás de Aquino o Agustín de Hipona.
Escucharla a ella abrió mis ojos y mi mente en cuanto a la situación de la mujer, el origen de la desigualdad y la mala hermenéutica que se había hecho hasta ahora de ciertos textos “oscuros” sobre la mujer. La cultura machista (porque es una cultura) es la que hemos dejado que influya en la hermenéutica de textos sobre la mujer. Y no a la inversa. La libertad e igualdad de la mujer como principio bíblico y la restauración de Jesús de ese principio ha sido distorsionado por interpretaciones influenciadas por toda una cultura grecorromana en la se desarrolló la iglesia primitiva.
Y no hemos sabido interpretar y conocer a Jesús en su trato a la mujer. Hemos leído los textos bíblicos sobre la mujer con el cristal de prejuicios sociales y culturales. Y sin aplicar, como dice ella los dos principios básicos para una buena hermenéutica: interpretar pasajes oscuros a la luz de los claros, estudiar todos los pasajes sobre el mismo tema, y tener muy presente el contexto.
Hoy en su libro Yolanda nos dice lo mismo con esta frase:
“No queremos ir detrás del mundo, y no debemos hacerlo. La cuestión es si permitir a la mujer ejercer el ministerio que Dios le ha concedido es ir detrás del mundo, o todo lo contrario. Tal vez estamos yendo detrás del mundo prohibiéndole que lo haga. Porque como todos sabemos, el mundo, durante siglos, ha puesto a todas las mujeres bajo la dominación de los hombres, y sigue haciéndolo en la actualidad en muchos países. Y tal vez esa forma de pensar del mundo la hemos metido en la iglesia, En el Reino de Dios. Un Reino que por lo menos en toda la Biblia, no hace diferencias entre personas, porque su Rey no las hace” (.Pg. 45)
En fin, que sus estudios, comentarios y hermenéutica sobre el tema de la mujer no tienen desperdicio. Porque además de ser brillante, es abrumadoramente lógica y coherente para llegar a sus conclusiones. Una mente sin duda de filósofa (lo es de carrera universitaria también).
En cuanto a sus artículos, son breves, lo cual es genial, pero cumplen el dicho de Gracián: lo bueno si breve, dos veces bueno. Sabemos que es más complejo escribir bien con brevedad que alargarnos. Los temas son universales, profundos, llenos de chispa y estilo natural y fresco. Nos abre su corazón y su mente, se sincera, hace crítica de la buena sobre algunos temas como por qué lloró Jesús, Amor de Dios de madre, los sermones que damos a Dios cuando oramos la muerte…y termina hablando sobre el origen del mal (¡valiente!) dialogando con el lector. De este artículo me acuerdo perfectamente, leyéndolo en Alternativa 2000 hace muchos años, impresionada por su forma de razonar y hacer teología (aunque ella dice que no es teóloga).
En fin, que tenemos entre manos un libro bueno, que se lee rápido y escrito por una gran mujer.
Ella en su introducción dedica el libro a su madre y a sus hermanas. Detallazo que no se me escapa. A mujeres luchadoras y entregadas. Y termina su presentación breve diciendo:
“…deseo que este libro pueda ser de bendición para los lectores y arroje luz sobre el tema tan discutido del papel de la mujer en la iglesia y que aún no se ha resuelto. Con un exceso de fe espero que se pueda llegar a un acuerdo antes de la venida de Cristo y no entremos en la ciudad celestial pidiendo la separación de barrios para hombres y mujeres”.
El tema está aún verde. Falta mucha educación y formación. Falta mucho cambio de mentalidad hacia la visión de la mujer. Botón de muestra es que esta mujer, Yolanda Monroy, llena de dones y capacidades para invertir en el Reino, sea tan poco conocida. No digamos que no hay mujeres, digamos que las hay pero en el anonimato. ¿Por qué será?
Desde Seneca Falls estamos intentando avanzar. En parte, Yolanda Monroy ha tenido algo que ver en el embrión de esta Plataforma.
Para pedidos, escribir a: Heraldo de la Verdad, Apdo. de Correos, 143. 28830 San Fernando de Henares (Madrid). Precio 10€
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