Centrar todo el discurso cristiano en los valores supone una pérdida de la riqueza del evangelio. Supone centrar el evangelio en ideas y creencias, y no en una persona.
Pequeños fragmentos de una semana más.
De nuevo me veo frente a personas que utilizan el discurso de los valores cristianos como arma arrojadiza. Sus valores, tan sagrados e inamovibles, me suponen una carga, y no un alivio. Su obsesión por los valores (por la supuesta pérdida, porque los demás no los aprecian ni los tienen) se convierte en su causa y su evangelismo. Y a veces no sé cómo decirles amablemente que su militancia aparta a la gente del Señor, no la acerca. Centrar todo el discurso cristiano en los valores supone una pérdida de la riqueza del evangelio, porque en ningún lugar de la Biblia se habla de valores (literalmente). Supone centrar el evangelio en ideas y creencias, y no en una persona, que es su razón natural. Supone basar tu fe en conceptos inamovibles, mientras que todo lo que pertenece a Dios está en movimiento.
Los valores son una interpretación moderna, que tienen su lugar, pero no deben ocupar el centro de la conversación. Frente al discurso beligerante y guerrillero de los valores cristianos, me pregunto si podríamos recuperar la enseñanza de las virtudes cristianas, como aparecen en 2 Pedro 1:3-7. Los valores son inmutables, binarios, se tienen o no se tienen, pero las virtudes están en crecimiento. El pasaje de 2 Pedro es precioso en el modo en que nos explica en pocas palabras que el crecimiento espiritual nos conduce al amor y al conocimiento de Cristo, y es un conocimiento que nunca se acaba de indagar.
La paciencia, el dominio propio, son el camino hacia el amor y, lo digo completamente en serio, necesitamos mucho de eso. Necesitamos recuperar la paciencia como una virtud espiritual, mucho más que adscribirnos a ideas o conceptos abstractos y defenderlos por encima de todo el mundo. Quizá esto no sea un problema para muchos; pero para mí, como madre, realmente lo es. Nunca falta quien viene a juzgar mi maternidad bajo el prisma de la clase de valores que ellos creen o no creen que estoy enseñando a mis hijos, juzgando nuestras decisiones según sus valores inmutables, y creándonos problemas. Los buenos valores deberían ser los principios forjados en el caminar diario con Dios, y por eso prefiero enseñarles a mis hijos a que crezcan en sus virtudes antes que el adscribirse nominalmente a una serie de valores abstractos. Pero da igual que lo haga o no, cuando el que viene contra ti juzgándote lo hace de esa forma binaria e inmadura, tan lejos del corazón de Cristo.
Con respecto al corazón de Cristo, en casa hemos hablado mucho esta semana de irnos de las redes sociales, no permanentemente, pero sí como ayuno regular. Pero sigo insistiendo en que las redes sociales no son buenas ni malas, sino que siempre serán un reflejo de las personas que las habitan. Yo encuentro muchas cosas buenas en ellas, y no me las querría perder. Por ejemplo, el otro día una escritora a la que sigo contaba que con mala fe alguien había arrojado un cerdito en la finca de una familia amiga (ellos viven en el campo), y que las dos vacas que tienen en su finca lo habían adoptado y no dejaban que nadie se acercase. Sé que puede parecer una historia absurda, o banal; y, sin embargo, te acerca al corazón de Cristo, a la verdad de que la realidad no puede consistir nada más que en lo aparente. Pero también está todo lo malo del corazón del ser humano aquí. Por ejemplo, cada poco me llegan insultos a los comentarios de uno de los pocos videos que tengo en el canal de YouTube, hablando sobre por qué el texto de 1 Timoteo sobre la mujer y la predicación puede interpretarse de otro modo de manera legítima. Es increíble que tanta gente se anime con tanta facilidad a soltar necedades sin sentido, de forma anónima, y también es increíble su poca variedad en los insultos. Pero no voy a cometer el error de cerrarlo todo y aislarme por la necesidad de unos cuantos de airear su violencia interior. Es un camino difícil, pero cada insulto me sirve para pensar en la naturaleza amorosa de Dios. Yo solo lidio con esto de vez en cuando, y me afecta. Pero tenemos un Dios que es consciente constantemente de todo el pecado, las tropelías, la violencia verbal y física, los abusos de estas personas… y aun así los ama. ¿No es maravilloso observar, aun sin poder comprenderla, esta medida de su amor? Quizá no sea el pensamiento más ortodoxo, pero me ayuda a salir del paso.
También las redes sociales tienen un inconveniente muy grande para mí: la publicidad. La publicidad te muestra un mundo que está allí fuera, en el que yo, supuestamente, debería estar, pero que cada vez entiendo menos. Puede que no todo sean malas decisiones de los publicistas y campañas con poco tino. Puede que el desagrado que me causa cierta clase de publicidad sea causa de ese aprender a buscar primero el reino de Dios, o al menos intentarlo y cómo eso te transforma. Cuanto más cerca están tu corazón y tu mente del reino de Dios, más lejos estás de la influencia de cierta clase de publicidad. Por ejemplo, el otro día no dejaba de salirme un anuncio sobre una revista, o web (no sé qué son ni qué venden) que te invitaba con el eslogan “Todo lo que necesitas para una casa con estilo”, y te vendía una cafetera que, supuestamente, hace el café muy rápido. “Tu café expreso o capuchino en menos tiempo”. Me lo quedé mirando un buen rato, intentando resumir todo lo ridículo que me parecía. Puede que haya quien esté muy preocupado por el estilo de su casa, pero me parece muy triste preocuparse por eso cuando la vivienda es un bien necesario tan inaccesible para una gran parte de la población hoy día. A nosotros nos cuesta tanto poder mantener el alquiler de nuestro piso, que es una bendición enorme de Dios como pocas cosas en la vida, que con tener esta casa para mí y mi familia ya me parece bastante, aunque aún nos falten muebles, aunque muchas cosas estén a medias y utilicemos cajas como mesillas de noche. El estilo, y el lujo, no tienen por qué ser lo que esta revista dice, ni tienen que depender de cuánto dinero te gastes en decoración, o en cafeteras. Me pregunto por qué insisten en que el lujo es tener tu capuchino hecho nada más levantarse, para salir corriendo, y no se considera lujo el tener un tiempito todas las mañanas, nada más levantarte, para poder prepararte con calma el desayuno. Tener la salud, la capacidad mental, el tiempo. Me pregunto cuándo se nos convirtió la vida en un enemigo contra el que luchar.
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