Querría pedir un favor

No considero que tenga el don de evangelista, o de apóstol, o como sea que alguien llame al que va y habla. Nunca me siento capacitada ni cómoda con ese papel. Y, sin embargo, desde mi incapacidad, sí estoy segura de tener un llamado. En casa, Dani (mi marido) y yo nos sentimos llamados a ser testigos de nuestra fe en medio de los ilustrados, los académicos, los escritores y literatos, y esa gente en general que hace mucho dejó la senda cultural cristiana para derivar a otra clase de creencias y labores. Con ellos trabajamos y nos relacionamos habitualmente y, de una forma peculiar que sé que proviene de Dios, a pesar de nuestras faltas, los amamos. 

Es en estas conversaciones, en este trabajo cotidiano, donde el Señor ha puesto nuestra misión, y donde nos capacita para hacerla, de maneras diferentes. A mí lo que me sorprende siempre es la capacidad de Dani (casi nunca voluntaria) de que acudan a él a hacerle las preguntas complicadas acerca de la fe y el cristianismo quienes se están empezando a plantear cosas. Y Dani siempre sabe dar una respuesta, cuanto menos, sincera, en términos entendibles para quien no sabe absolutamente nada de jerga evangélica. Y hasta aquí llega nuestro llamado: hablamos, conversamos, escuchamos, “estamos” sin más, a menudo, siendo testigos de que ser cristianos es vivirlo. Plantar la semilla y dejar que el Jardinero la cuide y la haga crecer.

Sin embargo, ocurre un problema con esto. No sabéis lo difícil que es a veces acercarse a cierta gente con esta sencillez, y con la fe abierta. Qué difícil es acercarse a los escritores, los académicos, que están con mil cosas en la cabeza antes que pensar que, en el fondo, lo que necesitan es encontrarse con Jesús. Lo que ocurre es que a veces, de parte de otros cristianos (evangélicos, sobre todo) estas personas que son nuestro campo de misión sienten una hostilidad y un rechazo que mina totalmente cualquier acercamiento al Padre.

Muchos cristianos se quejan de que reciben burlas y hostilidad por su fe de esta clase de personas, pero no son conscientes de cómo ellos también se burlan y son hostiles hacia los demás, “los de fuera”, los que, por ejemplo, hablan en lenguaje inclusivo porque buscan cierta justicia que les falta, los que intentan derribar barreras culturales de un modo que la gente de la iglesia evangélica no entiende. No se dan cuenta de que con la guerra de guerrillas dialectales y la burla a cuestas no están defendiendo ninguna fe, sino poniendo barreras para hacer accesible el evangelio a todo el mundo en una sociedad fragmentada, de territorios aislados. Una burla más, un enfado más por redes sociales, y en vez de ver al otro que no entendemos como alguien a quien Dios ama y quiere alcanzar, lo vemos como “nuestros enemigos”, “los que vienen contra los cristianos para acabar con nosotros”, cuando esos son los que más necesitan el evangelio. Claro que son hostiles: no conocen a la fuente del amor. Pero la solución no es devolvérsela, ni ser más hostiles que ellos.

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Amar al prójimo es, precisamente, que el Señor te da a ti la capacidad de no ser piedra de tropiezo en la Gran Comisión. Pero si estás todo el día quejándote de que el otro no acepta tu forma de ver el mundo, viéndolo como un enemigo (porque los medios lo dicen, y lo repiten, y nos lo creemos), estás participando en una ridícula guerra de guerrillas cultural que, sinceramente, no sirve para nada. No sirve para la causa del evangelio sino (lo siento) para la obra de Satanás.

¿Cuántos romanos se convirtieron cuando comprendieron el ministerio de Jesús? ¿Acaso nuestros “enemigos” de hoy son peores que aquellos enemigos? La guerra de guerrillas cultural esta que nos traemos entre manos es un desperdicio para la Gran Comisión. Os lo digo desde lo que vivo y conozco.

No es un “nosotros o ellos”, ni un “nosotros contra ellos”, ni un “ellos contra nosotros”. Debería ser un: “Yo tengo la gran bendición de conocer el amor inmedible de Dios y necesito que otros encuentren también esta felicidad, negándome a mí mismo si hace falta”. Pero no me hagáis mucho caso que, como sabéis, yo no soy evangelista.

Pensadlo, nada más, si podéis hacernos este favor: no reíros por redes sociales, no predicar desde la burla y el odio. Nos facilitaréis muchas cosas. Si ellos son hostiles, vosotros no tenéis que “serlo más”. No tenéis que “defenderos de las afrentas” porque no es lo que nuestro Señor nos enseñó a hacer. Amar como medida de todas las cosas es una de las acciones más valientes y radicales de la vida cotidiana, y sé que tiene la capacidad de cambiar el mundo. Sé que nos han enseñado un cristianismo que crece odiando. Sé que nos han dicho que la medida de nuestra fe está en cuánto odiamos los pecados ajenos. Pero es mentira, recordad las palabras del Señor al que seguís. Nuestra fe se mide en unidades de amor, que el propio Padre provee en nuestra incapacidad.

Si os veis incapaces de hacerlo, no os pido que améis a esta gente. Ya lo hacemos nosotros, y esperemos que valga. Pero sí os pido que dejéis de expandir la hostilidad y la crispación por redes sociales. Al menos, a nosotros y nuestra pequeñita misión particular nos ayudaría mucho. Sé que es un favor grande, pero pensad en la recompensa eterna que tiene. Os pido que améis antes y en vez de burlaros, enfadaros y atrincheraros en vuestra zona cómoda. Si el Espíritu está con vosotros, no es tan difícil.