Los niños concebidos fuera de las circunstancias normales son plenamente aceptados e integrados en la historia de Dios. Un artículo de Jasmine Phull.
En el libro de Génesis se nos cuenta la historia de una pareja de ancianos, más allá de la edad fértil, a la que Dios promete un hijo (Génesis 15). Esperan muchos años sin señales de un descendiente y su fe en la promesa de Dios flaquea. Finalmente, Sara, la esposa, insta a su marido Abraham a concebir un hijo con su esclava más joven, Agar (Génesis 16:1-4). De Abraham y Agar nace Ismael, que no es el niño milagroso prometido por Dios, sino uno nacido de la intervención humana.
Es fácil leer esta historia como un fracaso de la confianza, de la desobediencia de Abraham y Sara al plan de Dios debido a su falta de fe. O tal vez podemos verlo como una narración que nos dice algo sobre la subyugación de las mujeres esclavas y la poca disposición que poseían sobre sus propios cuerpos, ya que podían ser utilizadas por sus úteros y su fertilidad. Si bien estas dos lecturas pueden aportar ideas productivas del texto, me gustaría considerar la historia de Abraham, Sara, Agar e Ismael a la luz de una cuestión diferente: la de la intervención humana en el proceso de reproducción.
Con el desarrollo de las Nuevas Tecnologías Reproductivas (NTR), las opciones valederas para quienes desean y luchan por concebir un hijo son mayores que nunca. Las parejas con problemas de fertilidad, las parejas del mismo sexo y las personas que desean tener hijos y no tienen pareja, disponen ahora de una amplia variedad de tratamientos y procedimientos para facilitar su deseo de tener un hijo. Entre ellas se encuentran la medicación para la fertilidad; la criopreservación de los óvulos, el esperma y los embriones; la donación de esperma y óvulos; y, por supuesto, la subrogación. Esta puede ser genética o gestacional: la subrogación gestacional implica el uso del útero de otra mujer para llevar un embrión concebido sin su material genético, mientras que la subrogación genética implica que la subrogada proporciona tanto el óvulo como la gestación. La historia de Agar puede leerse como un ejemplo bíblico de subrogación, ya que su vientre fértil se utiliza en lugar de la matriz estéril de Sara, aunque su voluntad de participar en este proceso es cuestionable.
Algunas de las preocupaciones éticas de los cristianos en torno a las NTR pueden no ser del todo diferentes a las que tuvieron que afrontar Abraham y Sara. La intervención humana en el proceso reproductivo, tan a menudo considerado como uno de los aspectos más “naturales” de nuestras vidas, ¿representa una falta de confianza en Dios y un fracaso a la hora de aceptar circunstancias que, si no son ordenadas por Dios, son permitidas por él? Dentro del texto bíblico hay una cierta ambivalencia hacia las acciones de Abraham y Sara, ya que no se afirman ni se condenan. No obstante, lo que sí es cierto es que Ismael, el hijo de Abraham y Agar, es bendecido por Dios. En Génesis 17:20 se lee: “Y en cuanto a Ismael, te he escuchado: Lo bendeciré, lo haré fructificar y aumentaré su número. Será el padre de doce gobernantes, y lo convertiré en una gran nación” (Génesis 17:20). Independientemente de la forma de su concepción, la vida de Ismael es honrada y bendecida por Dios. Los hijos son un regalo de Dios y le pertenecen en última instancia (Génesis 33:5, Génesis 48:9, Salmo 127:3, Salmo 139:13, Mateo 18:1-6). Una vez que estas vidas han sido engendradas, sea como sea, Dios las amará y las apreciará.
Desde luego, esto no responde a la preocupación de que tal vez no deban llevarse a cabo tales intervenciones en primer lugar. Sin embargo, la historia de Abraham y Agar y la respuesta de Dios al nacimiento de Ismael, sugieren que los niños concebidos fuera de las circunstancias normales son plenamente aceptados e integrados en la historia de Dios. Naturalmente, hay muchas más cuestiones que abordar en relación con el uso de las NTR, incluida la distinción definida por Denis Alexander entre las tecnologías utilizadas con fines de curación y las diseñadas para intentar superar las limitaciones humanas. De todos modos, es posible concluir con certeza que el Dios de Abraham, Sara, Agar e Ismael puede bendecir y bendecirá a los niños nacidos, en nuestro tiempo, de circunstancias complejas, desordenadas y potencialmente ambiguas desde el punto de vista moral.
Jasmine Phull es una de las participantes en el Programa de Postgrado SAGE 2020/21 del Jubilee Centre. Es licenciada en Ciencias humanas, sociales y políticas por la Universidad de Cambridge.
Para leer el ensayo de investigación completo de Jasmine y para ver un vídeo de su presentación en la Conferencia SAGE 2021 haga clic aquí.
Este artículo se publicó originalmente en la web del Jubilee Centre y se ha reproducido con permiso.
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