El lenguaje, campo de batalla: la lengua no es sexista, es el uso de la lengua el que es sexista:
La lengua no es la realidad, sino una representación de la realidad. La lengua no es sexista, es el uso de la lengua el que es sexista. Creo que la lengua actual, por lo menos las lenguas romances (derivadas del latín vulgar) representan o reflejan una realidad machista donde domina el varón y predomina una visión androcéntrica, invisibilizado a la mujer por siglos. Lo cierto es que la realidad está cambiando y vamos hacia la normalización de la presencia de la mujer en todo: política, cargos, profesiones, religión… Dice Ignacio Bosque (1): “El lenguaje puede usarse, en efecto, con múltiples propósitos. Puede emplearse para describir, ordenar, preguntar, ensalzar o insultar, entre otras muchas acciones, y, desde luego, también puede usarse para discriminar a personas o a grupos sociales”.(2)
El lenguaje inclusivo en mi opinión es un reflejo de una necesidad social: que las mujeres sean visibles también a través del lenguaje. No se trata de que con la lengua se quiera cambiar la sociedad, como se apunta en ocasiones, sino que la sociedad ha cambiado y los hablantes buscan nuevas formas de reflejar estos cambios.
Este deseo es una necesidad legítima, el reto es saber resolverlo lo más adecuadamente posible, sin forzar la gramática y estructura del castellano o de cualquier otro idioma, violentándolo de tal forma que suena ridículo. Entiendo y apoyo que el feminismo haya convertido el lenguaje en una campo de batalla para reflejar una nueva realidad de las mujeres.
El lenguaje es un instrumento usado por seres vivos y por lo tanto está lleno de vida. Las lenguas muertas no cambian, ya han muerto, pero las lenguas vivas cambias, evolucionan y se transforman. Vemos cómo el castellano de hoy no es el mismo que el del siglo I, ni XV ni XIX. Primero porque el habla, la fonética, es cambiante en cuanto que está viva, y segundo porque surgen nuevas realidades que hay que identificar con nuevas palabras. El español ha eliminado las declinaciones y el género neutro del latín, ha cambiado el orden de las palabras de la oración, ha añadido un verbo copulativo más y absolutamente nada de esto ha hecho que dejemos de entendernos o que nuestro órgano del lenguaje colapse. Aunuq los cambios fonéticos o la introducción de neologismos se asimilan más rápido, “Los cambios en el sistema gramatical son lentísimos -explica Álvarez de Miranda-. Pueden durar siglos” (3)
Hasta hace unos años era impensable la utilización de “abogada”, jueza”, presidenta”, o más recientes “trolear”, “emoji”, “zasca” “clicar”, “postureo”. Hay infinidad de expresiones aceptadas porque la nueva realidad digital entre otras cosas, y su uso lo ha impuesto.
En los últimos años, estamos asistiendo a un cambio en los usos del lenguaje que busca evitar la utilización de palabras sexistas que discriminan y desvalorizan a la mujer. El feminismo quiere dar visibilidad a la mujer en la vida real y por lo tanto como consecuencia verbalizar esa realidad a través de nuestro lenguaje. Veamos algunos ejemplos.
Para comprender bien de qué estamos hablando, y haciendo una simplificación, podemos decir que los sustantivos en español comúnmente terminan en “o” para el masculino y en “a” para el femenino.
Pero en español, como en muchas otras lenguas, el masculino gramatical genérico es el término no marcado de la oposición de género, lo que faculta a esta forma, y solo a esta, para referirse a la generalidad o especie, a ambos géneros: “El hombre es un ser racional” nos referimos a todos, hombres y mujeres; “el ciudadano debe votar” (hombres y mujeres); “los trabajadores tienen un horario”.
Sin embargo para las feministas y otros colectivos, este uso del masculino genérico invisibiliza a la mujer, la subordina a través del lenguaje. Desde la normativa del español, no existe un género neutro plural que venga a solucionar este reclamo.
¿Y por qué el masculino es el género no marcado del español? ¿Por qué no puede ser el femenino? Según la RAE “por evolución histórica de la morfología de género desde los remotos orígenes indoeuropeos de nuestra lengua. No es algo que hayan decidido los hablantes conscientemente en ningún momento concreto”. Es decir, no hay ideología machista detrás, dice la RAE. El origen del plural genérico es el latín. No tiene nada que ver con la composición de la sociedad, sino con la evolución lingüística de un idioma. En latín existían plurales neutros, que se perdieron o se asimilaron al masculino porque el idioma tiende a simplificarse y no a complicarse”. (4)
Por otro lado, cuando incluimos tanto a hombres como a mujeres se utiliza el masculino plural gramatical, aunque vale aclarar que este no tiene en ese caso marca de género, pues designa también la clase. Nos recuerda la Academia que en nuestra lengua no coinciden sexo y género, y que el plural genérico es el masculino guste o no. No se tiene que hacer el desdoblamiento en masculino y femenino porque hay una ley de economía del lenguaje, en las lenguas romances, que rige nuestra expresión. Por ello, no es necesario decir “los niños y las niñas”, “todos y todas” o emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Aunque haya 20 mujeres y un hombre habría que decir “todos”.
Personalmente opino que no es ninguna aberración hacer el desdoblamiento en determinadas ocasiones y sobre todo para hacer algunos énfasis necesarios, en algunas circunstancias. El problema viene cuando lo quieren convertir en norma forzadae impuesta de lenguaje. Dice la RAE: “Uno de los grandes principios que rigen el funcionamiento de la lengua, tanto en su evolución como en su presencia en el discurso, desde la fonología hasta la gramática, es el principio de economía. Los desdoblamientos de género son gramaticales, e incluso corteses; pero, aplicados sin control, generan monstruos discursivos” (5). Por cortesía, por ejemplo, se debe decir: «Señoras y señores, gracias por su asistencia». Y a veces la mención explícita a ambos géneros es un factor relevante en el mensaje. No hay incorrección en ello. “La fórmula «Consejo de Ministras y Ministros” es gramaticalmente aceptable si se desea evidenciar la presencia significativamente mayoritaria de mujeres en el nuevo Gobierno”. (6)
Pero lo aberrante es que ciertos grupos piden un lenguaje “inclusivo” que rompa el binomio masculino/femenino y las incluya, tanto a ellas como a todos aquellos que no se sienten representados por el masculino o el femenino: piden el el uso de la letra “e” como “neutro” para aquellos que no se identifican ni con la “o” ni con la “a”, o que buscan derrocar al patriarcado y a la supremacía del masculino con valor genérico. Así, pasaríamos a usar “todes”, “persones”, “algunes”, aunque también abundan ejemplos como tod@s, niñes y alguno/as.
El lenguaje se ha transformado en un campo de lucha para alcanzar reivindicaciones que van mucho más allá de lo idiomático y que tiene que ver más con una ideología de género que con el uso apropiado o inapropiado de un lenguaje. Esto sí es violentar la lengua desde ni punto de vista.
Estas son algunas propuestas que se ofrecen desde la RAE (7) y desde diferentes sectores feministas y que buscan la igualdad también en el lenguaje.
1.- Evitar los GENÉRICOS MASCULINOS, EN SINGULAR Y EN PLURAL: El hombre es un ser racional = El ser humano, la población. El uso del masculino genérico en determinados mensajes produce ambigüedades y confusiones que pueden dar lugar a la discriminación y a la ocultación de la mujer. Otro ejemplo: "Los hombres de esta empresa son buenos profesionales", “Los trabajadores de esta empresa…” Si hay mujeres en la plantilla, no se encuentran reflejadas, o cuando menos, quedan ocultas. Nada cuesta decir que "esta empresa cuenta con grandes profesionales", o El personal trabajador…”. Es decir se recomienda el uso de colectivos o epicenos.
Para hablar de “los niños” como colectivo puedes emplear términos como “la infancia” o “la niñez”. “El profesorado” o “el alumnado” también son formas correctas para expresar un conjunto de miembros de un centro docente. “La ciudadanía” (ciudadanos y ciudadanas no). La clase política (los políticos), la judicatura (los jueces), la jefatura etc
2.- Y CARGOS: "La presidente", “La abogado”, “la bombero” o “la médico” ,la juez, son formas que denotan sexismo y son incorrectas. Pueden ser sustituidas por sus formas femeninas absolutamente correctas según la RAE. “La abogada”, “la médica” o “la bombera” , “la jueza” son fórmulas igual de válidas. Los sustantivos en «-nte» (Participios de presente en latín) son, por norma, comunes en cuanto al género: «el/la estudiante», «el/la amante»... Pero algunos han generado un femenino específico en «-a», validado por el uso culto, como «presidenta», «infanta», «clienta» o «dependienta». El uso culto mayoritario ha consolidado ya el femenino flexivo «presidenta», que es el que se recomienda usar hoy según la RAE.
Cuando hay una mayoría amplia de mujeres se sigue empleando el maculino (Consejo de ministros, cuando la mayoría son ministras) pero el sentido común nos lleva en algunos casos a expresar el conjunto del grupo en femenino.
Es el caso por ejemplo que se da en los equipos de deporte femenino: “Jugamos tranquilas, ¿eh?” (seleccionador del equipo femenino de balonmano, durante un tiempo muerto). “¡Si ganamos, estamos clasificadas!” (un periodista, sobre el equipo femenino de waterpolo). “Si estamos entre las siete primeras vamos a ser oro” (sobre la regatista española Marina Alabau en windsurf). “Somos terceras después de las rusas” (sobre el equipo de natación sincronizada). De momento no ha cuajado el femenino en el uso, pero se podría generalizar cuando los hablantes “entiendan que el femenino es más adecuado que el masculino en algunas situaciones y lo empleen así.
(sólo una muestra, hay infinidad)
El papel de la RAE es intentar mantener la cordura, las reglas gramaticales y ortográficas, y que no destrocemos el leguaje. Que los documentos oficiales sigan sujetos a las reglas. De hecho su decisión sobre la Constitución y otras recomendaciones que han hecho, me parecen correctas, sensatas y buenas.
“La Academia redacta sus recomendaciones tomando como referencia el uso mayoritario de la comunidad hispanohablante en todo el mundo. Entre sus tareas está la de recomendar y desestimar opciones existentes en virtud de su prestigio o su desprestigio entre los hablantes escolarizados. No está, en cambio, la de impulsar, dirigir o frenar cambios lingüísticos de cualquier naturaleza. Los cambios gramaticales o léxicos que han triunfado en la historia de nuestra lengua no han sido dirigidos desde instancias superiores, sino que han surgido espontáneamente entre los hablantes. Son estos últimos los que promueven y adoptan innovaciones lingüísticas que solo algunas veces alcanzan el éxito y se generalizan. En estos procesos de innovación y cambio la Academia se limita a ser testigo del empleo colectivo mayoritariamente refrendado por los hablantes, así como a describir estos usos en sus publicaciones”.(8)
A veces pensamos que RAE es la que impone la norma lingüística, y no es así. Al respecto nos dice P. Alvarez de Miranda: “Debemos ver el Diccionario de la Real Academia con menos reverencia. Que una palabra no esté en el Diccionario no significa que no exista. El Diccionario es sólo una representación del idioma”.(9)
Así que podemos también hacer un uso “consciente” e intencional que implique nuestro compromiso para una sociedad más justa, más democrática, más igualitaria para los hombres y para las mujeres. Por tanto, es sencillamente una cuestión de voluntad para interiorizar la evidencia de que si las mujeres ocupan espacios que antes no ocupaban, y si realizan funciones que antes no realizaban tendrán que nombrarse, y eso supone cambios en el lenguaje que ni los prejuicios, la inercia, o el peso de las reglas gramaticales interiorizadas deben obstaculizar o impedir
El lenguaje es una práctica social, lo usamos y lo construimos entre todos. Los cambios que puedan venir no deberán deformarlo ni tampoco ir en contra de su estructura gramatical y lingüística, pero sobre todo, no deberán imponer una ideología de género. Los cambios irán sucediendo porque todo lenguaje se modifica, pero deberán ser el resultado de una práctica común y consensuada socialmente entre todos los hablantes. Es lo que la lingüística llama la norma.
Ahora mismo parece que estamos forzando la lengua, pero de todas estas novedades (desdoblamientos, palabras en femenino que no existía etc) sólo quedará lo que el hablante imponga. Porque al final no es la RAE, es el hablante el que impone la norma linüística. Eso ha ocurrido siempre y seguirá siendo así. El hablante es el dueño del lenguaje, y al final vencerá la creatividad y la mayoría de la comunidad hablante para referirinos a las nuevas realidades, como la de la mujer visible e igual al varón. “Son los hablantes quienes decidirán qué soluciones son las más eficaces, económicas, claras y precisas. Los cambios no se llevan a cabo por un acuerdo, sino que son “inconscientes y progresivos”. (10) Hasta el académico Salvador Gutiérrez, catedrático de Lingüística General de la Universidad de León, concedió en plena tormenta que lo que hoy suena peregrino, mañana puede ser norma si la población comienza a utilizarlo. "La lengua es el organismo más democrático que existe en el mundo", declaró.(11)
Notas
1.- Catedrártico de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la RAE.
2.- I.Del Bosque, Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, RAE, 2012-03
3.- P. Alvarez de Miranda, El género y la lengua, Ed.Turner Miror, 2018
4.- Informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas, 2020-01.pag.65
5.- Op.cit. pag.71
6.- Op.cit pag.72
7.- Op.cit.
8.- Op.cit.pag.4
9.- P.Alvarez de Miranda, Entrevista, periódico El Mundo, 2020-01
10.- Op.cit. pag.8
11.- Teresa Constenla, “El lenguaje es sexista. ¿Hay que forzar el cambio?”, Mujeres en red, el periódico feminista. 2008-06
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