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Las hijas de Lot

Dios lo libró de perecer en el fuego que consumió Sodoma, pero no de las trágicas consecuencias que siguieron.

ENFOQUE AUTOR 89/Juan_Antonio_Monroy 07 DE ABRIL DE 2021 09:30 h
Foto de [link]Kinga Cichewicz[/link] en Unsplash CC.

Por lo que aprendemos de la Biblia Lot era sobrino de Abraham, hijo de un hermano (Génesis 12:5). Por revelación divina Abraham sale de Ur de los caldeos, ciudad a orillas del río Eufrates, donde entonces vivía, y se dirige a tierra de Canaán. Con él emigran su mujer, Sara, su sobrino Lot y todo el ganado que poseía. El grupo llegó a Harán, en Mesopotamia. De allí, la caravana siguió hasta Canaán. Una epidemia de hambre en Canaán motivó que la familia se trasladara a Egipto. No sabemos cuanto tiempo permaneció el grupo en Egipto. Lo que sí sabemos es que tanto Abraham como Lot regresaron a tierra de Palestina muy ricos. Cuenta la Biblia: “Abraham era riquísimo en ganado, en plata y oro”. Dice de Lot: “También Lot, que andaba con Abraham, tenía ovejas, vacas y tiendas”. (Génesis 13:2-5).



Ocurrió lo que tenía que ocurrir. Tío y sobrino tenían mucho ganado. No había suficientes pastos ni bastante agua para todos. Los pastores de Abraham y los de Lot discutían por llevar el ganado que tenían a su cuidado a tierras privilegiadas. Abraham conserva la calma. Sabe que las disputas no traen nada bueno. Y si se dan entre familiares, se pueden convertir en perros ladrando por un hueso.



Siendo imposible la paz, Abraham se muestra generoso y propone a su sobrino una separación amistosa: “¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mi. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda” (Génesis 13:9).



Existe una diferencia notable entre Abraham y Lot. El tío se revela lleno de generosidad, en tanto que el sobrino se muestra egoísta y poco agradecido al no otorgar la facultad de elección a su tío.



Tengo ante mí un libro comentando el Génesis, publicado en Los Ángeles, California. Consta de 266 páginas. El autor figura con el nombre de C. H. Mackintosh. Ha sido traducido al francés y al español del original inglés. El señor Mackintosh afirma que por aquél entonces Lot no creía en Dios. Tenía sus ojos puestos en las cosas que se ven, las temporales, ignorando las que no se ven, eternas (2ª Corintios 4:18).



Cuando Abraham le da a elegir Lot se decide por la llanura del Jordán. La Biblia dice que “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (Génesis 13:12). El versículo siguiente añade que “los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. En otra versión bíblica leemos: “Estaban extraordinariamente corrompidos”. ¿Sabía esto Lot? ¿No le importaba establecerse en aquel nido envenenado con dos hijas jóvenes? No sólo acepto la situación, además llegó a ser un hombre importante en aquel antro de vicio. Cuando mensajeros divinos llegaron a la ciudad Lot “estaba sentado a la puerta de Sodoma” (Génesis 19:1), lugar reservado a los ancianos y otros dirigentes para discutir sus asuntos políticos, comerciales y judiciales.



Allí estaba Lot una tarde cuando vio acercarse a él dos ángeles. ¿Quiénes eran estos seres? Los mismos varones celestiales que anunciaron a Abraham el nacimiento de Isaac (Génesis 18:1-2). Cumplida la misión que les llevó a Abraham la Biblia dice con absoluta claridad: “Los varones se levantaron de allí y miraron hacia Sodoma” (Génesis 18:16), llegando a la ciudad al atardecer. No eran ángeles en el sentido absoluto del término. Los ángeles son espíritus celestiales y aquellos varones tenían un cuerpo físico. Esto se deduce de las siguientes consideraciones. Lot se prestó a lavarles los pies al recibirlos en su casa.



Comieron del gran banquete que les preparó.



Los de Sodoma querían violarlos. ¿Puede violarse a un ángel?



Tomaron a Lot y a sus familiares de la mano obligándoles a huir de Sodoma.



Llega otra de las páginas negras de la Biblia. Entrada la noche, una turba de sodomitas llega hasta la casa de Lot con estas intenciones: “¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos”, lo que implicaba violación anal (Génesis 19:5).



Lot trata de calmarlos llamándolos “hermanos míos”, una hermandad pagana que había sustituido por la hermandad del pueblo de Israel, al que pertenecía.



Horrorizado ante la insistencia de los presuntos violadores, Lot ofrece a los amotinados sus dos hijas que no habían conocido varón; “os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos dos varones no hagáis nada” (Génesis 19:18).



Lot recibió a los dos varones celestiales cumpliendo la ley de la hospitalidad. Pero ¿era más importante esta ley que la ley de paternidad? ¡Un padre entregando a sus hijas a unos viciosos desalmados para que abusaran de ellas con tal de defender a dos huéspedes! Quien había dejado los caminos limpios de su tío Abraham para introducirse kilómetro a kilómetro en el mundo de la corrupción moral estaba pagando las consecuencias.



El gesto de Lot al ofrecer a sus hijas me parece desconcertante. Las hijas no estaban aún casadas, pero sí comprometidas con hombres que se describen como yernos de Lot. Deber de Lot tendría que haber sido defender a cualquier precio el honor de sus hijas. Y a todo esto, ¿Qué hacían sus novios? Posiblemente Lot estaría seguro de que los sodomitas no habrían aceptado su propuesta. San Agustín trata de disculpar a Lot diciendo que estaba en estado de turbación ante la invasión de los sodomitas.



Sin necesidad de utilizar ácido sulfúrico, no se conocería entonces, los varones hicieron padecer una especie de ceguera que impidieron a los sodomitas encontrar la puerta.



A continuación, urgieron a Lot que huyera de Sodoma porque Dios había decidido destruir la ciudad. Salieron Lot, su mujer y las dos hijas. Los enviados de Jehová advirtieron a Lot: “Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura” (Génesis 19:17). Lo que sigue es, como dirían los jóvenes de nuestros días, superconocido: “La mujer de Lot miró atrás y se volvió estatua de sal” (Génesis 19:26).



El padre y las dos hijas, huyendo, llegaron a Zoar, pequeña ciudad en el valle del Jordán y el mar Muerto. Pero con el miedo en el cuerpo por lo vivido en Sodoma, Lot no confió en los habitantes de la ciudad y se trasladó con sus hijas a una cueva en el monte. El hombre riquísimo, con mucho oro y plata, miles de cabezas de ganado, decenas de hombres trabajando para él, ahora está partido de miedo en una cueva de la montaña. 



Aquí tuvo lugar el incesto.



Esta fue la razón que la hermana mayor dio a la menor para que accediera a mantener relaciones sexuales con Lot: “Nuestro padre es viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra” (Génesis 19:21).



Con el debido respeto: La hija mayor de Lot estaba equivocada. La cueva que habitaban no estaba lejos de la ciudad llamada Zoar. En la cueva habitaban tres personas que consumían tres comidas diarias. Se imponía ir a la ciudad en busca de provisiones. El dinero no le faltaría a Lot. Como buen comerciante, alguna suma tendría en la casa y la llevaría con él en su huida.



No obstante ser una ciudad pequeña, en Zoar vivían hebreos que adoraban al mismo Jehová que los había salvado de perecer en Sodoma.



Moisés vio desde la cumbre del monte Pisga la amplia llanura donde estaba situada la ciudad de Zoar (Deuteronomio 34:3). Isaías 15:5 trata de israelitas descendientes de Moab que se refugiaron en Zoar. Luego en Zoar había adoradores de Jehová. En sus constantes viajes a la ciudad para adquirir alimentos ¿no conocieron a jóvenes hebreos casaderos? Y en el supuesto de que no hubiera ni un solo israelita, ¿no habrían podido matrimoniar con un hombre que no lo fuera? ¿Habría sido esto más grave que mantener relaciones con el padre?



Además, había precedentes. Judá y su hermano Simeón contrajeron matrimonio con mujeres de Canaán (Génesis 38:2 y 46:10). Más tarde Rut, casada con el hebreo de Belén Booz, era moabita, no judía (Rut 4:13). Sansón, juez en Israel durante 20 años, tomó por esposa a una mujer filistea (Jueces 14:1). Cuando la hija mayor de Lot adujo que mantenía relaciones sexuales con el padre porque “no quedaba varón en la tierra”, poca tierra tenía ella a la vista.



Para convencer a la hermana menor le dice: “Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservemos de nuestro padre descendencia” (Génesis 19:32).



Las hijas dieron al padre vino. Mala cosa. Un proverbio japonés dice: Con el primer vaso el hombre bebe vino. Con el segundo vaso es el vino el que bebe vino. Y con el tercero el vino bebe al hombre.



La noche siguiente fue el turno de la menor: “Y dieron de beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la menor, y durmió con él” (Génesis 19:35).



Difícil disculpar a Lot. Era la tragedia que él había iniciado al separarse de Abraham. Su ambición le traicionó al contemplar la extensa llanura del Jordán donde estaban enclavadas las ciudades de Sodoma y Gomorra. Cabe la posibilidad de que Lot ignorara entonces la corrupción moral en la que estaba sumida Sodoma. Pero esto sería al principio, antes de establecerse en ella. Pasado el tiempo llegó a convertirse en uno de sus dirigentes. Debió haber dado marcha atrás a tiempo, en cuanto se percató de la maldad de sus habitantes. No lo hizo. Jehová lo libró de perecer en el fuego que consumió Sodoma, pero no de las trágicas consecuencias que siguieron, al ser violado por dos de sus hijas.



Las dos hermanas dieron a luz varones que llegaron a ser progenitores de moabitas y amonitas (Génesis 9:37-38). Por su parte, Lot se convirtió involuntariamente en padre de esas dos tribus que Jehová excluyó del pueblo judío: “No entrará amonita ni moabita en la congregación de Jehová” (Deuteronomio 23:3).


 

 


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