“¿Qué sucedería, si de pronto, sin previo aviso, aquellos seres queridos que un día nos arrebató la muerte, volvieran de la tumba para reemprender su vida cotidiana a nuestro lado? ¿Qué ocurriría si los niños fallecidos prematuramente retornaran a la escuela junto a otros chiquillos… que están vivos? ¿Cómo reaccionarían las empresas y sus cúpulas directivas cuando los trabajadores que perdieron la vida, mientras estaban en nómina –y que fueron rápidamente reemplazados- se reincorporaran a sus puestos de trabajo? ¿Cómo encajaría una joven viuda la reanudación de su vida sentimental y sexual con su marido revivido, después de interminables noches de soledad?”
“¿Qué pasaría en definitiva” –se pregunta esta película, según el experto en cine de terror, Antonio José Navarro-, “si la acción ética de recordar, la única relación que, dolorosamente, podemos establecer con los difuntos se viera trastornada, destruida por su regreso? Y sin duda, lo más importante y, al mismo tiempo, lo más perturbador: ¿cómo asimilaríamos dentro de nuestra vida moderna –el hecho de que aquellos a quienes amamos y que perdimos tiempo atrás, ya no son los mismos? Sus cuerpos están fríos, su mente se muestra dispersa y gozan de una vitalidad totalmente sobrenatural…”
SI NUESTROS SUEÑOS SE HACEN PESADILLAS
Éstas y otras cuestiones son las que aborda Robin Campillo en su sugestiva película
La resurrección de los muertos. Ésta
no es una historia de zombis, ni de ciencia-ficción apocalíptica, al estilo del subgénero evangélico de
Dejados atrás, que ha llegado a las pantallas de televisión de todo el mundo. Uno de los elementos más sorprendentes de este
film es precisamente ese tono minimalista y atractivamente gélido, con el que alterna lo colectivo con lo íntimo. Así las situaciones de emergencia que deben afrontar las autoridades de una pequeña capital de provincias francesa, se contrastan con las historias personales del reencuentro con algunos de los resucitados.
Se muestra todo el operativo militar y asistencial que han montado las autoridades en un polideportivo, a fin de agrupar e identificar a los muertos. Ya que en el interior del recinto se han habilitado camastros para que puedan descansar aquellos que no han sido todavía reclamados por sus allegados. Lo que obliga a los familiares a formar grandes colas y pasar estrictos controles para identificarlos. Se les somete entonces a un exhaustivo examen médico y psicológico, así como a una férrea vigilancia por parte del ejército y la policía, recelosos de su extraño comportamiento…
Como dice Navarro, la película tiene un extraño tono documental, por el que asistimos a las reuniones de las autoridades locales, para analizar y resolver los diferentes aspectos sociales y económicos que todo esto conlleva. Ya que lo que se ha producido realmente es una crisis. La bendición se convierte en maldición. El reencuentro con nuestros seres queridos lo que trae es más angustia…
LA ESPERANZA CRISTIANA
La mirada personal de Campillo revela sin embargo una excepcional sensibilidad, que parece arraigada en un pensamiento religioso, por el que contempla el sufrimiento de los demás como un sacrificio. En esa aceptación de lo irremediable, hay como una renuncia a aquello que nos es más querido. Lo que contrasta con la visión moderna, que
considera el dolor como resultado de un error, un accidente o un crimen. La película, no nos deja sin embargo ninguna esperanza...
La esperanza cristiana no es simplemente vivir después de la muerte. Lo que el creyente desea es encontrar su identidad perdida en Aquel que le dio la vida y le ama tanto, que ha dado hasta su único Hijo, para poder vivir con Él para siempre (
Juan 3:16). El Cielo es por lo tanto una experiencia plena de comunión con Dios, que podemos experimentar inmediatamente después de la muerte (
Filipenses 1:21-23). Pero la esperanza cristiana no está sólo en la realidad temporal del Cielo, sino en la perspectiva final que nos da la resurrección de los muertos y la vida eterna.
“Esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”, dice Pedro (2 P. 3:13). Ésta es una vida que va mucho más allá de una relación espiritual con Dios. Es la recreación de todo lo que se había perdido, un mundo nuevo del que podemos disfrutar con la recuperación de nuestros cuerpos transformados y el reencuentro con aquellos seres queridos, con los estamos unidos por medio de la fe. Y ¿cómo podemos saber que todo esto no es un sueño, una vana ilusión con la que nos engañamos a nosotros mismos? Porque Cristo ha resucitado, como el primero de muchos (1
Corintios 15:20-21). ¡Él es la garantía de nuestra resurrección!
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